Diferencia entre revisiones de «Marianela: 06»

Contenido eliminado Contenido añadido
sfgdfg
m Revertidos los cambios de 216.177.197.242 hasta la última edición de BotWikisource
Línea 1:
{{Página|Marianela|Benito Pérez Galdós|05|06|07|Índice={{Marianela}}|Numeral=none|TextOpcional= Capítulo VI |Reseña=22|VerÍndice=visible|Texto=
Pablo y Marianela salieron al campo, precedidos de Choto, que iba y volvía gozoso y saltón, moviendo la cola.Pablo le dijo a Nela que el dia estaba hermoso y luego pregunto:a donde vamos?. nela le contesto que iban por unos prados. esta al mismo tiempo le metia la mano en el bolsillo de la chaqueta de pablo, buscando un dulce que este le tenia a la joven. Nela arrojo el papel del dulce al suelo, y le comento a pablo que su familia no gastaba lujo en el comer, en el vestir ni en nada. Luego, pablo pregunto que a donde iban hoy y nela le dijo que a donde quisiera. Los ojos de nela brillaban de felicidad, quien de ser una joven que parecia que su alma estaba prensada dentro de su cuerpo miserable, se ensanchaba y crecia maravillosamente al hallarse con su amo y amigo. al separarse de ellos parecia que se cerraban sobre ella las negras puertas de una prision.
 
 
 
<center> '''Tonterías'''</center>
 
 
 
Pablo y Marianela salieron al campo, precedidos de Choto, que iba y volvía gozoso y saltón, moviendo la cola y repartiendo por igual sus caricias entre su amo y el lazarillo de su amo.
 
-Nela -dijo Pablo-, hoy está el día muy hermoso. El aire que corre es suave y fresco, y el sol calienta sin quemar. ¿A dónde vamos?
 
-Echaremos por estos prados adelante -replicó la Nela, metiendo su mano en una de las faltriqueras de la americana del mancebo-. ¿A ver qué me has traído hoy?
 
-Busca bien y encontrarás algo -dijo Pablo riendo.
 
-¡Ah, Madre de Dios! Chocolate crudo... ¡y poco que me gusta el chocolate crudo!... nueces... una cosa envuelta en un papel... ¿qué es? ¡Ah! ¡Madre de Dios!, un dulce... ¡Dios Divino!,¡pues a fe que me gusta poco el dulce! ¡Qué rico está! En mi casa no se ven nunca estas comidas ricas, Pablo. Nosotros no gastamos lujo en el comer. Verdad que no lo gastamos tampoco en el vestir. Total, no lo gastamos en nada.
 
-¿A dónde vamos hoy? -repitió el ciego.
 
-A donde quieras, niño de mi corazón -repuso la Nela, comiéndose el dulce y arrojando el papel que lo envolvía-. Pide por esa boca, rey del mundo.
 
Los negros ojuelos de la Nela brillaban de contento, y su cara de avecilla graciosa y vivaracha multiplicaba sus medios de expresión, moviéndose sin cesar. Mirándola se creía ver un relampagueo de reflejos temblorosos, como los que produce la luz sobre la superficie del agua agitada. Aquella débil criatura, en la cual parecía que el alma estaba como prensada y constreñida dentro de un cuerpo miserable, se ensanchaba y crecía maravillosamente al hallarse sola con su amo y amigo. Junto a él tenía espontaneidad, agudeza, sensibilidad, gracia, donosura, fantasía. Al separarse, parece que se cerraban sobre ella las negras puertas de una prisión.
 
-Pues yo digo que iremos a donde tú quieras -observó el ciego-. Me gusta obedecerte. Si te parece bien, iremos al bosque que está más allá de Saldeoro. Esto, si te parece bien.