Diferencia entre revisiones de «El conde de Montecristo: 1-21»

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<center>'''Capítulo veintiuno'''<br>'''La isla de Tiboulen'''</center>
 
Aunque aturdido y sofocado, tuvo Dantés sin embargo suficiente presencia de ánimo parepara contener su respiración, y como llevaba de antemano preparada a todo evento su mano derecha, según dijimos, y empuñado el cuchillo, rasgó de un solo corte el saco, con lo cual pudo sacar el brazo y la cabeza, pero a pesar de todos sus esfuerzos para levantar la bala, se sintió más y más agarrotado. Entonces se agachó haste la cuerda que ataba sus piernas, y con un esfuerzo supremo pudo cortarla cuando ya le iba faltando la respiración. Hizo en seguida un hincapié vigoroso, y subió desembarazado a la superficie del
mar, mientras la bala hundía en sus profundos abismos aquella tela grosera que, a poco más, se convierte en su mortaja.