Diferencia entre revisiones de «La fuga»

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{{encabezado2|[[Novelas cortas (Asensi)|Novelas cortas]] <br> La fuga|Julia de Asensi}}
 
 
La casa era espaciosa,una con la fachadacasa pintada de azul; se componía, de tres pisos, tenía dos puertas y muchas ventanas, algunas con rejarejas. Una torre con una cruz indicaba dónde se hallaba la capilla. Rodeaba el edificio un extenso jardín,.Una nopuerta muyde bienfierro cuidado,daba cona elevadosuna árbolescalle, cuyasotra ramaschica sebastante enlazaban entre sí formando caprichosos arcos, algunas flores de fácil cultivovieja y unaque fuenteno conse unaabría estatuacasi mutiladanunca.
 
UnSe ancianocelebraba deuna venerablefiesta aspecto,en ella jefecasa, sinun dudagallardo dejoven aquellatocaba numerosala familia,guitarra.bailaban sedos paseabaalegres melancólicamenteparejas.familiares enpaseaban compañíapor dela un hombre de menos edad,casa y algunos otros se encontraban sentados en bancos de piedra o sillas rústicas, hablando animadamente.
Una puerta de hierro daba a una calle de regular apariencia; otra pequeña, bastante vieja y que no se abría casi nunca, al campo. Este presentaba en aquella estación, a mediados de la primavera, un bello aspecto con sus verdes espigas, sus encendidas amapolas y sus Poéticas margaritas.
A lo lejos sola y triste, se miraba una joven vestida de blanco.Tenía el cabello rubio, los ojos negros y era blanca.
 
despues de una hora estaba donde mismo, hasta que llego un joven y se acerco a ella.
¿Se celebraba alguna fiesta en aquella morada? Un gallardo joven tocaba la guitarra con bastante gracia y de vez en cuando entonaba una dulce canción. Al compás de la música bailaban dos alegres parejas, mientras un caballero las contemplaba sonriendo, como recordando alguna época no muy lejana en que se hubiera entregado a esas gratas expansiones.
 
-¿Estás sola?
Un anciano de venerable aspecto, el jefe sin duda de aquella numerosa familia, se paseaba melancólicamente en compañía de un hombre de menos edad, y algunos otros se encontraban sentados en bancos de piedra o sillas rústicas, hablando animadamente.
 
La mujer no contestó.
Lejos del bullicio, sola, triste, contemplando las flores de un rosal, se veía a una joven de incomparable hermosura, vestida de blanco. Era tal su inmovilidad, que de lejos parecía una estatua de mármol.
 
-le dijo el joven ¿Tienes miedo de que tu padre nos oiga? -prosiguió él-. No temas, está lejos, muy lejos,anda paseando con su amigo y confidente Raimundo. ¡Pobre Aurora mía! ¡Cuánto hemos sufrido por él! Hoy, burlando su vigilancia, he llegado hasta aquí, porque necesito hablarte. ¿Persiste en su idea de casarte con otro porque no soy bastante rico para unirme contigo? ¿Es esta una resolución irrevocable?
Tenía el cabello rubio, los ojos negros; era blanca, pálida, con perfectas facciones, manos delicadas, pies de niña.
-Nola esmujer esele sucontesto proyecto ahora -contestó laal joven con apasionado acento-., Viendo que no puedo amar a nadie más que a ti, no me obliga a que me case con otro, quiere que sea monja.
 
-el joven le contesta ¿Y lo serás?
¿Estaba contando sus penas a las rosas? ¿Vivía tan aislada que no tenía a quién referir la causa de su dolor?
 
Más de un cuarto de hora permaneció en el mismo sitio y en la misma postura, hasta que la sacó de su ensimismamiento un bello joven que se aproximó cautelosamente a ella.
 
-¿Estás sola? -le preguntó en voz baja.
 
La mujer se estremeció al oír aquellas palabras y no contestó.
 
-¿Tienes miedo de que tu padre nos oiga? -prosiguió él-. No temas, está lejos, muy lejos, paseando con su amigo y confidente Raimundo. ¡Pobre Aurora mía! ¡Cuánto hemos sufrido por él! Hoy, burlando su vigilancia, he llegado hasta aquí, porque necesito hablarte. ¿Persiste en su idea de casarte con otro porque no soy bastante rico para unirme contigo? ¿Es esta una resolución irrevocable?
 
-No es ese su proyecto ahora -contestó la joven con apasionado acento-. Viendo que no puedo amar a nadie más que a ti, no me obliga a que me case con otro, quiere que sea monja.
 
-¿Y lo serás?
 
-Nunca. La vida del convento me espanta, porque en mis oraciones mezclaría sin cesar tu recuerdo al de Dios.
 
-Nunca. La vida del convento me espanta.
-¿Y cómo sería de otro modo? ¿No te has criado al lado mío? ¿No hemos jugado juntos en nuestra infancia?
 
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