Diferencia entre revisiones de «La Henriada: Canto VII»
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Página nueva: {{encabezado2| La Henriada<br>Canto VII|Voltaire}} '''Argumento:''' San Luis transporta a Enrique IV en espíritu al cielo y a los infiernos. Le hace ver allí el palacio de los d... |
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Están de esa mansión por siempre abiertas».
Y de súbito al pórtico caminan
Del horroroso Infierno, do se
Verdinegra la Envidia, que al obscuro, 4685
Con torva vista de través ojea,
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Del horror, exclamó, mansión opaca,
Verdad es, que a parar a hundirse vengan
Cada instante, sin número
De nuestra humana raza, y siempre llenas
De molestia y dolor sus breves horas, 4815
Línea 430:
Que inquietudes y tedios siempre infectan,
Y que de leves culpas o veniales
En limitados términos se
Castigar con tormentos tan atroces, 4850
Que, como él mismo, término no tengan».
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Y del pueblo las lágrimas, que riegan 4905
Sus míseros hogares, pío enjuga.
De Ambois a sus pies su gloria
Fiel ministro, que amó la Francia solo,
Y que solo también fue amado de ella.
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Cuyos valientes pechos encendiera
El sagrado deber y no la furia.
Tales De Foix, Tremvill, y Clison
Tal era Montmorenci; y el que un día
Osado destructor de reyes fuera
E ilustre vengador, Gueselin: y el
El virtuoso Bayardo; y tú, ¡o afrenta
Del Britano, bravísima
Que del trono francés sostén hicieran!
«A estos fuertes varones, dice el Padre,
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Que de tu augusta estirpe y de ti propio
Un tiempo nacerán. De ellos, se ostenta
El primero, Borbón, tu digno
Que en la paz igualmente que en la guerra
La gloria sostendrá de nuestras lises, 5030
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Menos vasto también en tus empresas;
Tú, en la segunda clase de los hombres
El primero, Colbert! de tu
Viene bajo los pasos, la abundancia,
Hija fiel y feliz de tus tareas, 5075
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Más bien ¡O Dios! de siervos, que vasallos,
¿Qué pomposa y magnífica caterva,
De rodillas, de un Rey tiembla a la
Y a sus pies humillada le venera?
¡Qué respetos, qué honor, qué adoraciones!
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El lienzo por do quier se anima y habla, 5120
Y los bronces y mármoles alientan.
¡Cuantos sabios, en cónclaves
Asociando su esfuerzo, en las esferas
Del gran Orbe a estudiar vuelan celestes,
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A los combates noto los Borbones.
Al través de mil fuegos, cual penetra, 5145
Miro al fiero Condé, que en lances
El terror y el apoyo se demuestra
De su Rey y señor. De Condé, admiro
Generoso rival al de
Menos brillante que él, si más prudente, 5150
Y su igual cuando menos en grandeza.
A Catinat contemplo, que unir
Por un cúmulo raro, a nobles prendas
Del guerrero, del sabio las virtudes.
El compás en la mano, verse deja 5155
Riéndose Vauban, sobre aquel
Que su ingenio trazó, de la impotencia
De ese horrísono estruendo con que baten
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A un tiempo temblar hace Luxemburgo.
«Repara allá en Denén, con qué braveza,
Con qué audacia, Villars, el trueno
Disputando a la augusta y altanera 5165
Águila de los Césares, es dueño
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Apoyo de su Rey no menos digno, 5170
Que de Eugenio rival... ¿Qué joven llega,
Qué Príncipe se acerca, en cuyo
Brilla la majestad sin la aspereza,
Y que el honor del solio está mirando
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Cuando en la misma tumba, amontonados,
Hijo, padre, mujer y esposo vean!».
Sale un vástago débil de las
De aquel árbol fecundo, que así fuera 5200
Cortado por el pie. De Luis los hijos,
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El espanto y terror de sus Potencias!
De este Monarca joven en seguida,
Con esplendor un héroe se le
A quien la atroz calumnia, allá a lo lejos, 5245
De rabia ardiendo, ladra, y sigue inquieta.
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Del fuerte y poderoso Carlos Quinto
Extinguida la raza, ya la Iberia
Reyes viene a pedirnos de
Ya a la España da leyes, ya allí reina 5280
Uno de nuestros nietos. Ya Felipe...»
A tan glorioso objeto, Enrique queda
De júbilo arrobado, y de su mente
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Podáis vivir unidas. ¿Hasta cuando 5295
¡Políticos funestos! la cruel tea
De las discordias públicas
Encender vuestro bárbaro sistema?»
Dice: y desde el momento, el Héroe nada
Ve más de lo pasado, que una envuelta 5300
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