Diferencia entre revisiones de «Cuento de cuentos»

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Línea 28:
<center>'''C U E N T O D E C U E N T O S'''</center>
 
Ello se ha de contar; y si se ha de contar, no hay sino sus, manos á la obra. Digo, pues, que en Sigüenza habia un hombre muy cabal, y machuchomuchucho, que diz que se decía Menchaca, de muy buena cepacapa. Estaba casado con una muger, y esta muger era mujer de punto, y mas grave que otro tanto (llámese como se llamare). Tenían dos hijos, que como digo, eran pintiparados; y no le quitaban pizca al padre. El uno de ellos era la piel del diablo; el otro, un chisgaravís, y cada día andaban al morro, por quítame allá esas pajas. El menor era vivo, como una cendra, y amigo de hacer tracamundanas, y baladrón.; Elel padre lo sentía á par de muerte, mas él, ni por esas, ni por esotras. El mayor era hombre de pelo en pecho, y echaba el bofe por una mozuela, como un pino de oro, delicada, veme no me tengas y alharaquienta. Era viuda, y su marido, como digo de mi cuento, murió; y diz que se tuvo barruntos, que ella le había dado con la del Martes. Estuvo en un tris de suceder una de todos los diablos; el padre, que era marrajo, lloraba hilo á hilo, é iba, y venía en estas, y estotras. Y un día, entre otros, que le diodió lugar la murria, la dixo su parecer de pe á pa; y seco, y sin llover, mandóla que se metiese en un Convento al proviso. Ella se cerró de campiña; y así se estuvieron erre a erre muchos días, hasta que el padre, que ya estaba enfadado, la dixo; que por tantos, y quantos, que había de hacer, y acontecer; ver veamos si han de ser tixeretas; y en justos y en verenjustos, diodió con ella en una recoleccion.

Era la Pupilerapupilera muger de chapa, y no amiga de carambolas, y el licenciado persona de tomo, y lomo. La moza que vió esto, viene, y toma, y qué hace, y sin mas, ni mas, como quien no quiere la cosa; escribe á su galán, que ya andaba con mosca, diciéndole, que todo era agua de cerrajas, y que ella habia puesto pies en pared; y que quisiese, que no quisiese, se iria con él cantando las tres ánades madre, que ataseatáse él bien su dedo y se riese de toda la zalagarda, y traque barraque.
Pues el diablo del mozuelo, que estaba mas enamorado, que otro tanto, y estaban sobre las afufas; como se vió señor del argamandijo, no hacía más de atrochimoche escribirla billetes, y más billetes, y ella leer, que leerás, á tontas, y á locas. Pues como digo, yendo días, y viniendo días, la pupilera, que tenía pulgas, soltó la tarabillataravilla, y dixo rasamente, que ella era muger de sangre en el ojo, y que con ella no había chancharrasmancharas, que anduviese con pie de plomo, y la barba sobre el hombro, porque de manos aá boca haríaharia de hecho. La mozuela, que era sacudida, casi casi estuvo para enbedijarse con ella, y levantar una cantera de todos los diablos. Ella se resolvió en decir, que para qué eran tantos arremuescos, y dingolondangosdingollondangos, siendo todo un papa sal; y sepa, que ya estoy el agua hasta aquí. Hacía grandes estremos, diciendo, que bien entendía la zangamanga.
 
La pupilera lo quiso meter á barato, negando á pie juntillas quanto ella había dicho; el otro hermanillo, que se venía al husmo, se hizo mequetrefe, y faraute del negocio, y por apaciguarlas, empezó a darlas ripio á la mano á sabiendas.
 
La pupilera se hacía carne llorando, de ver el murmullo, y la tabahola, que habían metido en su casa; el hermanillo, por desmentir espías, la empezó á traer la mano sobre el cerro; y en estas, y estas cata qué hace el diablo, ételo el padre, sin más, ni más, atolondrándose todos, y en bolandas, llegaron á las inmediatas. Dixéronse los nombres de las fiestas, (y hubo muchos dares y tomares) si ha de salir, no ha de salir. Yo saldré, dixo la viuda, zurriando como un rayo: mas esta... Aquí fue ello, que como la tia, no las tenía todas consigo, empezó á tartalear, y diz que dixo: ¿qué ha de haber? Miren quién se mete en docena: Yo la aseguro, que ha caído la viudica en el mes del Obispo. Tanto monta, dixo la mozuela; y replicó la pupilera: no sino el alba. El hermanillo, viendo que andaban al morro; voto á tal, y á cual, que todo lo había de llevar á barrisco. ¿Qué es á barrisco, en mis barbas? dixo el padre: y zas. Llegó á punto crudo el licenciado, cuando andaba el cipizape; metiólos en paz; mas á cada triquete andaban a mía sobre la tuya.; y viendo el pelotero, llevósela el padre á su casa, porque no se metiese en dibuxos; y en llegando tris tras á la puerta, el viejo tenía barruntos de que un hermano de la mozuela, que no la quitaba pinta, y tenía muy malas manchas, enguizgaba el negocio, no quiso abrir. Esto fue el diablo, que empezó á decir (y ahora es, y no acaba) que no había de dexar roso, ni belloso, ni piante, ni mamante, y que los habia de traer al retortero á todos, y salga si es hombre. El pobre padre no hacía sino chitón, como entendía el busilis; la hija, que olió el poste, y hendia un cabello en el ayre, escurrió la bola, temiendo, que el padre la menearia el zarzo: que hace, sino vase a chitos. El picarón, por no hacer una borrumbada, dixo: ¡arda Bayona!, y estos turronazos no con miquis, y acogióse calla callando. Iba la niña saltando bardales, sin decir oxte ni moxte, en busca del bribónbribon, corriendo á puto el postre, con la lengua tan larga
 
De esto los vecinos tomaban el cielo con las manos, y se desgañifaban, y andaban unos en pos de otros zahiriéndose. No nos hable con sonsonete, dixo uno, que al cabo, ha de venir á la melena. Decía ella: no dixera más pateta; yo he de hacer mi gusto, y esotro es cosa de morenos, y no quiero cuentos con serranos: y de una hasta ciento, que se descalzaban de risa de ver al viejo hecho de hiel; y á ella, que se iba á cencerros atapados, con un zurriburri refunfuñando.