Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIII»

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Línea 17:
Comenzaba con una bien solapada alabanza y acababa en una declarada murmuración. «Hermoso es y galán», decía el Pavón, «no puede negarse, pero todo lo pierde cuando lo afecta,<ref>''afectar:'' presumir, vanagloriarse. (véase realce IX, n. 1).</ref> que el mayor merecimiento, el día que se conoce a sí mismo, no digo aun darse a conocer, cae de su nobleza y baja a liviandad; la alabanza en boca propia es el más cierto vituperio; siempre los que merecen más hablan de sí menos. Hermosa era Fabula,<ref>Marcial, «el cisne de Bílbilis», en sus Epigramas, VIII, 79, indica que ''Fabulla'' (acentuada grave), como se consigna en ''Oráculo'' CLII y ''Agudeza'', XXVI y XLII, se rodeaba de mujeres viejas y feas para lucir mejor.</ref> donairosa y entendida, y sobre todo muchacha, mas todo lo dejó de ser, cantó el cisne de Bílbilis, cuando trató de engreírse. Para mí tengo que si el Águila ostentase sus reales plumas, que se llevaría los aplausos por lo majestuoso y por lo grave. ¡Eh!, que la misma Fénix, único pasmo del orbe, aborrece esta vulgarísima ostentación, y vive más estimada en aquel su tan cuerdo como acreditado retiro».<ref>El ave fénix se retiraba escondiéndose durante quinientos años, para luego ser estimada por su rareza. Véase realce XII, n. 16.</ref>
 
De esta suerte no paraba de sembrar envidia, y más en pequeños corazones, que de todo se llenan fácilmente. Es la envidia pegajosa, siempre halla de qué asir, hasta de lo imaginado. Fiera cruelísima, que con el bien ajeno hace tanto mal a su dueño propio. Comenzó a cebarse en las entrañas, o para mayor tormento o para desterrar de ellas toda humanidad. Conjuráronse todas para oscurecerle, ya que no destruirle, su belleza. Procedieron con astucia, sutilizaron su malicia en no declararse contra su hermosura, sino contra su ufanía. «Porque si esto conseguimos», dijo la Picaza, «que él no pueda hacer aquel odiosísimo alarde de sus plumas, le eclipsamos de todo punto su belleza».
 
Lo que no se ve es como si no fuese, y, como dijo aquel avechucho satírico: «Nada es tu saber, si los demás ignoran que tú sabes».<ref>Persio, ''Sátiras'', I, 27.</ref> Y dense por entendidas todas las demás prendas, aunque hablóhablo de la reina de todas. Las cosas comúnmente no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Son muchos más los necios que los entendidos, páganse aquéllos de la apariencia, y, aunque atienden éstosestos a la sustancia, prevalece el engaño y estímanse las cosas por de fuera.
'''editado hasta aquí'''
 
Fueron a hacerle el cargo de parte de toda la república ligera, el Cuervo, la Corneja y la Picaza, con otras de este porte; que las demás todas se excusaron,: el Águila por lo grave,; la Fénix por lo retirado,; la Paloma por lo sencillo,; el Faisán por lo peligroso y el Cisne por lo callado, que piensa siempre, para cantar dulcemente una vez.
 
Volaron en su busca al majestuoso palacio de la Riqueza. Encontraron luego con un Papagayo, que estaba en su balcón y en una jaula, propia esfera de la locuacidad. Díjoles con facilidad grande cuanto supo, que fue cuanto quisieron. Enviáronle un recado con un jimio; holgose mucho el Pavón de su llegada, que logra las ocasiones de ostentarse. Recibiolas en un espacioso patio, teatro augusto de su ostentosa bizarría y paseado palenque de su competencia, galante con el mismo sol, plumas a rayos y rueda a rueda.