Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIII»

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'''Apólogo'''<ref>No se ha encontrado relación con ningún apólogo o fábula anterior. Parece que la intención de Gracián es crear uno original, que se pueda añadir, como dice al final del realce, al acervo de los apólogos antiguos.</ref>
'''Apólogo'''
 
Prodigiosos son los ojos de la envidiaEnvidia;<ref>La Envidia era una diosa romana de aspecto horrible con cabeza y manos de serpientes y que devora su propio corazón.</ref> mucho tienen del sentir, no querrían ver tanto como ven; con ser los más perspicaces, nunca se vieron serenos, y si bien de ellos nose pudo decir que tuvieron siempre buena vista, nunca más propiamente que cuando por los ojos de todas las aves miraron aquel portento alado de la belleza: el Pavón de Juno.<ref>En Ovidio, ''Metamorfosis'', I, 720-723, se cuenta que Juno arrancó a Argos sus cien ojos y se los puso al pavón (pavo real) en la cola, de ahí que se compare su cola desplagada, llamada «rueda», con el sol. Es ave arrogante y presuntuosa, símbolo de la soberbia, aunque con feas patas que le hacen sufrir.</ref> Mirábanle, sol de pluma, amanecer con tantos rayos cuantos descoge plumajes en su bizarra rueda.
 
Del mirar se pasa al admirar, donde no hay pasión, que, si la hay, luego<ref>''luego:'' pronto, inmediatamente. </ref> degenera y, cuando no puede llegar a emulación, se convierte en la poquedad de la envidia. Cegáronse, pues, con tanto ver. Comenzó la Corneja<ref>Ave parlera que sirvió a Palas y fue despedida por revelar secretos, ave contraria a la prudente y callada lechuza. También se alude a la corneja desplumada de Horacio, ''Epistolas'', I, III, 18-20, conseja recogida luego por Mal Lara en su ''Filosofía vulgar''.</ref> a malear, como más vil, después que quedó pelada con afrenta; íbase de unas a otras, solicitándolas a todas, ya las Águilas en sus riscos, los Cisnes en sus estanques, los Gavilanes en sus alcándaras, los Gallos en sus muladares, sin olvidarse de los Búhos y Lechuzas en sus lóbregos desvanes.
 
Comenzaba con una bien solapada alabanza y acababa en una declarada murmuración. «Hermoso es y galán, decía, el Pavón, no puede negarse, pero todo lo pierde cuando lo afecta, que el mayor merecimiento, el día que se conoce a sí mismo, no digo aun darse a conocer, cae de su nobleza y baja a liviandad; la alabanza en boca propia es el más cierto vituperio; siempre los que merecen más hablan de sí menos. Hermosa era Fábula, donairosa y entendida, y sobre todo, muchacha, mas todo lo dejó de ser, cantó el cisne de Bílbilis, cuando trató de engreírse. Para mí tengo que si el Águila ostentase sus reales plumas, que se llevaría los aplausos por lo majestuoso y por lo grave. Eh, que la misma Fénix, único pasmo del orbe, aborrece esta vulgarísima ostentación, y vive más estimada en aquel su tan cuerdo como acreditado retiro».