Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XII»

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== Hombre de buen dejo<ref>«Lo último que quede de la cosa que se ha gustado llaman dejo; buen dejo o mal dejo» (''Cov''.). Es decir, el final. El título significa que hay que saber rematar las cosas, darles buen término.</ref> ==
 
 
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Todas las fachadas de los cargos son ostentosas, mas las espaldas humildes. Corónanse de vítores las entradas de las dignidades, y de maldiciones las salidas. ¡Qué aplaudido comienza un mando, ya por el vulgar gusto del mudar, ya por la concebida esperanza de los favores particulares y de los aciertos comunes! Pero ¡qué callado fina, que aun el silencio le sería favorable aclamación!
 
¡Qué adorado, o de la esperanza o del temor, entra un valimiento, si él mismo no se desmintiera a la mitad de la dicción dividida!,<ref>Juega con la figura de la falsa etimología de la palabra «valimiento» (vale y miento), cuya segunda mitad desmiente el "valor" de la primera.</ref> que, aunque se varíe en privanza, no puede escapar al principio o al fin de una pronosticada infelicidad. Todos los fines son desvíos, y todos los cargos paran en cargos<ref>En el sentido de imputaciones de la justicia, de las acusaciones de murmuradores.</ref>, si no de la justicia, de la vengada murmuración. Transfórmase el contento del comenzar en muchos descontentos al acabar. Aunque no haya otro azar más que el ponerse, que aun en un sol es caer, ocasiona desvíos;: oscurécese el esplendor y resfríase el afecto. Pocas veces acompaña la felicidad a los que salen, ni dura la aclamación hasta los fines; lo que se muestra de cumplida con los que vienen, de descortés con los que van.
 
Hasta las amistades se traban con el gusto y se pierden con la quiebra. Súbese volando al favor y bájase de él rodando;<ref>Hace referencia al emblema de Alciato que mostraga a la Fortuna alada y sobre su rueda.</ref> y comúnmente en todos los empleos y aun estados, se suele entrar por la puerta del Contento y de la Dicha, y se sale por la del Disgusto y de la Desdicha.
 
Gala viste de extremos la Fortuna, y hace gala de igualar; los pechos cubre de blanco, y de negro las espaldas, que el no esperarlas es dar en el blanco.<ref>Significa que no hay que esperar a que la fortuna nos de la espalda, pues es mujer de dos caras que cuando viene de frente pinta de blanco y da la negra fortuna de espaldas. ''Dar en el blanco'' es estar en lo cierto.</ref> ¡Oh, gran extremo de la prudencia la atención a los extremos, al acabar bien, poniendo más la mira en la felicidad de la salida que en el aplauso de la entrada! Que no gobierna el despierto Palinuro<ref>Palinuro es en la ''Eneida'', II y VI, el piloto de la nave de Eneas.</ref> su bajel por la proa, sino por la popa; allí asiste al gobernalle<ref>''gobernalle:'' el timón.</ref> en el viaje de la vida.
 
Tienen algunos muy felices los principios en todo, y aun plausibles;. entranEntran en un cargo con aceptación, llegan a un puesto con aplauso;, comienzan una amistad con favor; todo comenzar es con felicidad. Pero suelen tener estos tales comúnmente muy trágicos los fines, y los dejos muy amargos; quédase para la postre toda la infelicidad, como en vaso de purga la amargura.
 
Gran regla de comenzar y de acabar dio el romano cuando dijo que todas las dignidades y los cargos los había conseguido antes de desearlos, y todos los había dejado antes que otros los deseasen.<ref>Dicho atribuido a Pompeyo en ''Apopthegmata'', II, 204, de Plutarco.</ref> Más es esto que lo primero, aunque todo mucho; aquello fue favor de la suerte, esto otro fue asunto de una singular prudencia. Es tal vez castigo de la intemperancia la desdicha, y gran gloria la del anticiparse. Consuelo es de sabios haber dejado las cosas antes que ellas los dejasen, y consejo el prevenirlas.
 
Puédese regular también la dicha acompañándola con el buen modo hasta el buen dejo, y conservándola en la gracia de las gentes con tal arte, que la común aclamación del entrar se convierta en universal sentimiento del salir.
 
Nunca se ha de acabar con rompimiento, ya sea amistad, ya sea favor, empleo o cargo; que toda quiebra ofende la reputación, demás de la pena que causa.
 
Pocos de los afortunados se escaparon de los finales reveses de la fortuna, que suele tener malos dejos la gran dicha. Sí aquellos que, con tiempo,<ref>''con tiempo:'' a tiempo.</ref> los retiró, o la misma suerte o la cordura. A otros, a los héroes, previno el mismo Cielocielo de remedio, realzando misterioso su fin, como en Moisés desaparecido y en Elías arrebatado,<ref>Por voluntad de Yahvé (''Deuteronomio'', 34, 8) Moisés fue muerto en el Monte Moab y Elías (''Reyes'', II,II, 11) fue arrebatado por un carro de fuego.</ref> haciendo triunfo del fenecer. Aun allá en la fabulosa gentilidad un Rómulo dudosamente acabó, transformándose la malicia de los senadores en misterio, que le ocasionó mayor veneración.<ref>De Rómulo, fundador legendario de Roma junto con su hermano Remo, se cuenta que murió súbitamente en medio de una tempestad, subiendo a los cielos y pasando a formar parte del panteón de los dioses paganos, pero en Philosophia secreta, IV, XXII, de Pérez de Moya se cuenta cómo en realidad lo mataron unos senadores que luego dijeron haber sido muerto por un rayo. Gracián distingue entre los paganos y sus relatos ficticios («fabulosa gentilidad») y las verdades bíblicas, como jesuíta que era.</ref>
 
Otros, aunque eminentes y aun héroes, borraron, como el dragón, con la infelicidad de sus fines la gloria de sus hazañas. Hiló Hércules, hecho parca de su propia inmortalidad, y puso, no colofón, sino colón a sus proezas, que así se usa. Materia fue de sentimiento a los valerosos y de desengaño a los sabios.