Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce X»

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Línea 25:
Hay algunos empleos que su principal ejercicio consiste en el elegir, y en éstos es mayor la dependencia de su dirección. Como son todos aquellos que tienen por asunto el enseñar agradando. Prefiera, pues, el orador los argumentos más plausibles y más graves; atienda el historiador a la dulzura y al provecho; case el filósofo lo especioso con lo sentencioso, y atiendan todos al gusto ajeno universal, que es la norma del elegir, y tal vez se ha de preferir al crítico y singular, o propio o extraño. Porque, en un convite, más querría dar gusto a los convidados que a los sazonadores, dijo el más sabroso de nuestra patria y de la elección.<ref>«El más sabroso de nuestra patria» es Marcial, bilbilitano como Gracián, que en ''Epigrammata'' 9, 82 dice: «Yo más quiero en un banquete dar gusto y satisfacer a los convidados que a los cocineros», tal como lo recoge el jesuita en la ''Agudeza,'' IX, tomado de la traducción de Manuel de Salinas.</ref> ¿Qué importa que sean muy al gusto del orador las cosas si no lo son al del auditorio para quien se sazonan? Preferirá aquel una sutileza y aplaudirá este a una semejanza, o al contrario.
 
En las vulgares artes tiene también lugar; a proporción, vimos ya dos eminentes artífices que se compitieron la fama; el uno por lo delicado y primoroso, tanto, que parecía cada una de sus obras de por sí el último esfuerzo del artificio, y todas juntas no satisfacían. Al contrario, el otro jamás pudo acabar cosa con última delicadeza ni llevarla a la total perfección; con todo eso tuvo este el realce de la elección tan en su punto, que se alzó con el aplauso universal.<ref>Según Egido (''op. cit''., págs. 239-240, nota 185,) se refiere a Rafael y Velázquez, pues la pintura («vulgares artes», «eminentes artífices»)era considerada en su tiempo como un oficio mecánico. Rafael era paradigma de la delicadeza y hermosura primorosa, y a Velázquez lo nota el aragonés en otros lugares de su obra de pintor que deja el detalle inacabado, pero de prodigiosa inventiva, es decir, de sabia elección de temas. Gracián admiraba a Velázquez, cuya obra aparece en ''El Criticón'', III, XII, siendo sus lienzos las velas de la chalupa en que los protagonistas hacen su último viaje hacia la isla de la Fama y de la Inmortalidad.</ref>
 
Nace, en primer lugar, del gusto propio, si es bueno, calificado con la prueba, con que se asegura el ajeno, que es ventaja poder hacer norma de él y no depender de los extraños. Con esto se puede uno confiar que lo que le agrada a él en los otros también les agradará a ellos en él. Efecto es de su sazón el buen delecto, todo sale bien de ella, que es la mayor felicidad, y si algo se acertó en falta suya fue más contingencia que seguridad.