Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce X»

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Línea 23:
Ninguno conseguirá jamás el crédito de consumado en cualquier empleo sin el realce de un plausible gusto. Solo el realce en elegir pudo hacer célebres a muchos reyes eminentes en sus elecciones, así de empresas como de ministros; que un yerro en las llaves de la razón de estado basta a perderlo todo con descrédito, y un acierto a ganarlo todo con inmortal reputación. Erraron unos en el delecto<ref>''delecto:'' «elección».</ref> de los asuntos, y otros en el de los instrumentos, destruyendo todos con tan fatales yerros<ref>Juega con la dilogía yerros (de errar)/hierros y con el oxímoron hierro/oro.</ref> el preciosísimo oro de sus coronas.
 
Hay algunos empleos que su principal ejercicio consiste en el elegir, y en éstos es mayor la dependencia de su dirección. Como son todos aquellos que tienen por asunto el enseñar agradando. Prefiera, pues, el Oradororador los argumentos más plausibles y más graves; atienda el Historiadorhistoriador a la dulzura y al provecho; case el Filósofofilósofo lo especioso con lo sentencioso, y atiendan todos al gusto ajeno universal, que es la norma del elegir, y tal vez se ha de preferir al crítico y singular, o propio o extraño. Porque, en un convite, más querría dar gusto a los convidados que a los sazonadores, dijo el más sabroso de nuestra patria y de la(sic) elección.<ref>«El más sabroso de nuestra patria» es Marcial, bilbilitano como Gracián, que en ''Epigrammata'' 9, 82 dice: «Yo más quiero en un banquete dar gusto y satisfacer a los convidados que a los cocineros», tal como lo recoge el jesuita en la ''Agudeza,'' IX, tomado de la traducción de Manuel de Salinas.</ref> ¿Qué importa que sean muy al gusto del orador las cosas si no lo son al del auditorio?, ¿para quién se sazonan? Preferirá aquél una sutileza y aplaudirá éste a una semejanza, o al contrario.
 
En las vulgares artes tiene también lugar; a proporción, vimos ya dos eminentes artífices que se compitieron la fama; el uno por lo delicado y primoroso, tanto, que parecía cada una de sus obras de por sí el último esfuerzo del artificio, y todas juntas no satisfacían. Al contrario, el otro jamás pudo acabar cosa con última delicadeza ni llevarla a la total perfección; con todo eso tuvo éste el realce de la elección tan en su punto, que se alzó con el aplauso universal.