Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce VII»

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'''Carta a don Vincencio Juan de Lastanosa'''<ref>Vincencio Juan de Lastanosa (1607-1684), escritor y anticuario, amigo y mecenas de Gracián, tenía en su casa-museo una magnífica biblioteca y allí se reunían importantes eruditos de la época. Todo este realce es un elogio de la riqueza y variedad de este lugar.</ref>
No siempre se ha de reír con Demócrito, ni siempre se ha de llorar con Heráclito, discretísimo Vincencio. Dividiendo los tiempos el Divinodivino Sabiosabio,<ref>El «divino sabio» es Salomón, como en ''El Criticón'', I, III.</ref> repartió los empleos. Haya vez para lo serio y también para lo humano, hora propia y hora ajena. Toda acción pide su sazón; ni se han de barajar, ni se han de singularizar; débese el tiempo a todas las tareas, que tal vez se logra y tal vez se pasa.
 
El varón de todos ratos es señor de todos los gustos y es buscado de todos los discretos. Hizo la naturaleza al hombre un compendio de todo lo natural; haga lo mismo el arte de todo lo moral. Infeliz genio el que se declara por de una sola materia, aunque sea única, aun la más sublime; pues ¿qué, si fuerafuere vulgar,? vicioVicio común de los empleos?: Nono sabe platicar el soldado sino de sus campañas, y el mercader de sus logros;. hurtándoleHurtanle todos el oído al unítono, la atención al impertinente, y si tal vez se vencen, es en conjuración de fisga.<ref>''fisga:'' «burla», «gesto que se hace con disimulo para que lo vean los circundantes y no aquel por quien se hace.» (''Diccionario de autoridades'').</ref>
 
Siempre fue hermosamente agradable la variedad, y aquí lisonjera. Hay algunos, y los más, que para una cosa sola los habéis de buscar, porque no valen para dos; hay otros que siempre se les ha de tocar un punto y hablar de una materia, no saben salir de allí; hombres de un verbo, Sísifos de la conversación, que apedrean con un tema. Tiembla de ellos con razón todo discreto, que, si se echa un necio de éstos sobre su paciencia, llegará a verter el juicio por los poros, y por temor de contingencia tan penosa, codicia antes la estéril soledad y vive al siglo de oro interiormente.