Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce III»

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Línea 19:
Conducía la Prudencia el grave séquito. Casi todos eran hombres, y muy mucho algunas raras mujeres.<ref>entiéndase «y algunas excepcionales mujeres, que eran muy hombres».</ref> Llevaban todos báculos por ancianos y peregrinos; otros se afirmaban en los cetros, cayados, bastones y aun tiaras, que los más eran gente de gobierno. Ocupaban el mejor puesto los italianos, no tanto por haber sido señores del mundo, cuanto porque lo superior ser. Muchos españoles, pocos franceses, algunos alemanes y polacos que a la admiración de no ir todos satisfizo la Política juiciosa con decir que aquella su detenida común pausa procede más de lo helado de su sangre que de lo detenido de su espíritu. Quedaba un grande espacio de vacío, que se decía haber sido de la prudentísima nación inglesa, pero que desde Enrico VIII acá faltaban al triunfo de la Cordura y de la Entereza.<ref>Enrique VIII, repudió a Catalina de Aragón y causó el cisma de la Iglesia Anglicana.</ref> Sobresalían por su novedad y por su traje los políticos chinas.
 
Iban muy cerca del triunfante carro algunos grandes hombres que los hizo famosos esta coronada prenda, y ahora, en llevarlos a su lado mostraba su estimación. Allí iba el tardador Fabio Máximo, que con su mucha espera desvaneció la gallardía del mejor cartaginés y restauró la gran república romana.<ref>Plutarco cuenta cómo Fabio Máximo supo llevar a cabo el acoso a los cartagineses con prudencia y mesura.</ref> A su lado campeaba el Bastón de los Franceses, consumiendo sus numerosas huestes con la detención y acabando con la vida y con la paciencia de Filipo.<ref>Pedro III el Grande, rey de Aragón (1239-1285), llamado también en ''El Criticón'', II, VIII «bastón de los franceses» porque luchó contra Felipe III el Atrevido de Francia, el cual invadió Cataluña y murió en el intento.</ref> El Gran Capitán, muy conocido por su empresa, que sacó en Barleta: aquélla que con grande ingenio enseñaba a tener juicio y le valió un reino, conquistado más con la cordura que con la braveza.<ref>Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, dijo en Barleta (1503) al conde de Nemours que él era quien elegía el momento de la batalla, y no el enemigo</ref> Antes de él, el magnánimoMagnánimo aragonés, forjando a fuego lento, de las cadenas de su prisión, una coronaCorona.<ref>Alfonso V el Magnánimo (1396-1458), rey de Aragón, venció en Sicilia y Cerdeña, conquistó el reino de Nápoles y fue investido monarca de la Corona de Aragón por el Papa en 1443. Se alude a su prisión a manos del duque de Milán, en la que supo ganarse la estima de este, y de tan humillado estado, fue luego levantado al máximo esplendor con la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo</ref> Iban muchos filósofos y sabios, catedráticos de ejemplo y maestros de experiencia.
 
Gobernaba el Tiempo la autorizada pompa, que el mismo ir tropezando con sus muletas era lo que mejor le salía. Cerraba la Sazón por retaguardiaretaguarda, ladeada del Consejo, del Pensar, de la Madurez y del Seso. Era esto una muy tarde, cuando vivamente les comenzó a tocar arma un furioso escuadrón de monstruosmonstros, que lo es todo extremo de pasión, el indiscreto Empeño, la Aceleración imprudente, la necia Facilidad y el vulgar Atropellamiento; la Inconsideración, la Prisa y el Ahogo,; toda gente del vulgacho de la Imprudencia.
 
Conoció su grande riesgo la Espera por no llevar armas ofensivas, faltar el polvorín -(que es munición vedada en su milicia-), por estar reformado el Ímpetu y desarmado el Furor.
 
Mandó hacer alto a la Detención, y ordenó a la Disimulación que los entretuviese mientras consultaba lo hacedero. Discurriose con prolijidad, muy a la española, pero con igual provecho.
 
Decía el sabio Biante,<ref>Biante de Pirene, también llamado Bías (VI a. C.) era uno de los Siete Sabios de Grecia</ref> gran benemérito de esta gran señora de sí misma, que imitase a Júpiter, el cual no tuviera ya rayos si no tuviera Espera. Luis XI de Francia votó que se disimulase con ellos, que él no había enseñado ni más gramática ni más política a su sucesor. El rey don Juan II de los aragoneses (que hay naciones de Espera, y ésta lo es por extremo, y de la Prudencia) la dijo que advirtiese que hasta hoy más había obrado la tardanza española que la cólera francesa. El grande Augusto coronó su voto y sus aciertos con el festina lente. El duque de Alba volvió a repetir su razonamiento en la jornada sobre Lisboa.
 
Dijeron todos mucho en breve. Dilatose más el Católico rey don Fernando, como príncipe de la Política -y eslo mucho la Espera-. «Sea uno - decía- señor de sí, y lo será de los demás. La detención sazona los aciertos y madura los secretos; que la aceleración siempre pare hijos abortivos sin vida de inmortalidad. Hase de pensar despacio y ejecutar de presto; ni es segura la diligencia que no nace de la tardanza. Tan presto como alcanza las cosas, se le caen de las manos; que a veces el estampido del caer fue aviso del haber tomado. Es la Espera fruta de grandes corazones y muy fecunda de aciertos. En los hombres de pequeño corazón ni caben el tiempo ni el secreto». Concluyó con este oráculo catalán: Deu no pega de bastó, sino de saó.