Diferencia entre revisiones de «El libro de las mil noches y una noche/Tomo I/Una palabra del traductor a sus amigos»

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Línea 21:
La literalidad encadena el espíritu divagador y lo doma, al mismo tiempo que detiene la infernal facilidad de la pluma. Yo me felicito de que así sea; porque ¿dónde encontrar un traductor de genio simple, anónimo, libre de la necia manía de su renombre...?
 
Las dificultades del idioma original, tan duras para el traductor académico, que ve en las obras la letra antes que el espíritu, se convierten entre los dedos del amoroso balbuceo oriental en espirales tan bellas, que muchas veces no se atreve a desenlazarlas por miedo a que pierdan su originalidad.
 
¡En cuanto a la acogida que tendrán estas joyas orientales... ! El Occidente, amanerado y empalidecido por la asfixia de sus convencionalismos verbales, tal vez fingirá susto y asombro al oír el franco lenguaje -gorjeo simple, sonoro y juvenil -de estas muchachas sanas y morenas, nacidas en las tiendas del desierto, que ya no existen.
Línea 31:
Además, la literatura árabe ignora totalmente ese producto odioso de la vejez espiritual: la intención pornográfica. Los árabes ven todas las cosas bajo el aspecto hilarante. Su sentido erótico sólo conduce a la alegría. Y ríen de todo corazón, como niños, allí donde un puritano gemiría de escándalo.
 
Todo artista que ha vagabundeado por Oriente y cultivado con amor los bancos calados de los adorables cafés populares en las verdaderas ciudades musulmanas y árabes; el viejo Cairo con sus calles llenas de sombra, siempre frescas; los zocos de Damasco, Sana del Yemen, Mascata o Bagdad; todo aquel que ha dormido en la estera inmaculada del beduínobeduino de Palmira, que ha partido el pan y saboreado la sal fraternalmente en la soledad gloriosa del desierto, con Ibn Rachid, el suntuoso, tipo neto del árabe auténtico, o que ha gustado la exquisitez de una charla de simplicidad antigua con el puro descendiente del Profeta, el cherif Hussein ben Ali ben Aoun, emir de la Meca santa, ha podido notar la expresión de las pintorescas fisonomías reunidas. Un sentimiento único domina a toda la asistencia: una hilaridad loca. Ella flamea con vitales estallidos ante las palabras gruesas y libres del heroico cuentista público que en el centro del café o de la plaza gesticula, mima, se pasea o brinca para dar mayor expresión a su relato en medio de los espectadores risueños... Y se apodera de vosotros la general embriaguez suscitada por las palabras y los sonidos imitativos, el humo del tabaco que hace soñar, la esencia afrodisíaca que parece flotante en el espacio, el sub-olor discreto del haschich, último regalo de Alah a los hombres... Y os sentís navegantes aéreos en la frescura de la noche.
 
Allí nadie aplaude. Ese gesto bárbaro, inarmónico y feroz, vestigio indiscutible de razas ancestrales y antropófagas que danzaban en torno del poste de colores de la víctima y del cual ha hecho Europa un signo de la horrible alegría burguesa amontonada bajo el gas o la electricidad de las salas públicas, es completamente desconocido.