Diferencia entre revisiones de «Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXIV (1835-1839).djvu/491»

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nos falta; habrémos, sin embargo,llenadolas obligaciones de chilenos, poniendo los esfuerzos de que seamos capaces i provocando la pluma brillante de los hombres ilustrados i de esperiencia. Los temores i consideraciones que pudieran retraerlos, ofenden la administración i mancillan su amor propio i valor republicano. Bastante i aun demasiado tiempo se ha prolongado esta apatía e indiferencia, que hace a los chilenos estranjeros de su propio pais, alejándolos del freno cuyas riendas, si conduce un gobierno por mas de confianza que sea, pide siempre su inmediata i contínua vijilancia. No de otro modo hai patria ni se conserva una república. Resucitemos ya i despertando el espíritu demos algo a los intereses de nuestra Patria cuidándanos ménos de los privados.
nos falta; habrémos, sin embargo,llenadolas obli-

gaciones de chilenos, poniendo los esfuerzos de

que seamos capaces i provocando la pluma bri-
La guerra fué declarada por causas que, si bien se reflexiona, se encierran en una sola: la invasión de Freire. Las demas consisten, segun nuestro modo de entender, en recelos de ambicionar Santa Cruz a la dominación de este pais i creemos que tomadas todas éstas aisladamente sin la otra no presentan un justo i verdadero motivo de guerra i sí solo de precauciones, que una sagaz diplomacia puede llenar en todos sus puntos. Una aspiración de esa naturaleza nunca podría pesar sobre Chile sin que todos los Estados de América se vean comprometidos a su defensa, i si Santa Cruz conserva su juicio, es imposible la haya concebido.
llante de los hombres ilustrados i de esperiencia.

Los temores i consideraciones que pudieran

retraerlos, ofenden la administración i mancillan
¿Dónde están esos millares de soldados que pueden servir al plan de conquistarnos?
su amor propio i valor republicano. Bastante i

aun demasiado tiempo se ha prolongado esta

apatía e indiferencia, que hace a los chilenos
¿Es tan fácil conquistar a los chilenos?
estranjeros de su propio pais, alejándolos del

freno cuyas riendas, si conduce un gobierno por

mas de confianza que sea, pide siempre su inme-
En efecto, el suelo de Chile i no los chilenos son conquistables; i acá en lo íntimo del aliña se siente cierta humillación en conceder a Santa Cruz esa posibilidad.
diata ¡continua vijilancia. No de otro modo hai

patria ni se conserva una república. Resucitemos

ya i despertando el espíritu demos algo a los
Ademas, si su intervención en el hecho de Freire, cualquiera que ella fuese, pudo inspirar estos presentimientos, ¿no serían poderosos i suficientísimos para destruirlos una positiva i solemne confesion de no pertenecerle en ningun modo, ni haber tenido parte? Mal puede conciliarse un plan de dominación, con el abatimiento que muestra siempre toda satisfacción aunque no sea mas que en las apariencias,i cuando pudo i no quiso correr la suerte de las armas que con mas probabilidades de victoriase le presentaba en los campos de Arequipa, con ventajas miles que todo el valor i denuedo de nuestros bravos chilenos no habrían podido destruir. Por otra parte, ¿qué modo de discurrir nos hace preferir llevar la guerra a naciones estrañas, prefiriendo los azares i males del dia, a otros que solo pueden contarse en el vasto campo de probabilidades mui jemotas? ¿Es recibido en las reglas de política obrar por meras presunciones i esponer así una cierta parte de nuestros valientes? Los refujiados peruanos en quienes todo era ganancia poco podía importarles nuestros riesgos i se cuidarían mui poco quizás de correr los azares de la guerra aun con ménos probabilidades de victoria. Empero, no es el caso difundirnos en observaciones, sobre un punto que lo tocamos de paso, i que abunda en convencimientos de toda clase contra un decreto de guerra, que la propusiera como su única base.
intereses de nuestra Patria cuidándanos ménos

de los privados.

La guerra fué declarada por causas que, si
Al hablar de la connivencia de Santa Cruz i lugar que tomase en el acontecimiento de Freire, no pretendemos juzgar la cuestión de hecho a su respecto, queremos únicamente mostrar, no fué un capítulo bastante a declarar la guerra. El hecho se negó por aquél a quien le inculpaba, i a mas de haber una satisfacción en la negativa, hubieron mil otras esplicaciones i sucesos capaces, segun nuestro entender, de dejar vindicada la nación i a salvo de una guerra. Ciertamente, no creemos que el único medio de satisfacción
bien se reflexiona, se encierran en una sola: la
era obligar al agraviante a bajar del lugar a que lo habían elevado las circunstancias, exijiendo que el Perú i Bolivia volviesen al estado en que se encontraban ántes de formar la Confederación. La justicia i los límites que la razón reconoce en las demandas de una nación reprueba tanto avance. Se ha increpado a Santa Cruz por su intervención en la guerra cruel i destructora que sufrió el Perú, en la época desgraciada en que él se presentó¡ ¡i se pone en nada la que se toma Chile, fijando cierto órden político a Estados independientes a quienes solo compete el constituirse bajo el sistema que les convenga! Desengañémonos; esto no es justo i parecería que el capricho, miras de otra naturaleza o al ménos resentimientos i venganzas, son los que presiden a determinaciones de tanto peso. Mil medios de conciliación ha presentado el Jefe del Perú, tales fueron los que proponía el señor Olañeta, i tales
invasión de Freire. Las demás consisten, según
muchos otros que no es posible enumerar en un escrito que se prolonga ya demasiado; ellos habrían dejado el honor de Chile a salvo. Toquemos ahora acontecimientos posteriores a esa inmatura i, a nuestro modo de ver, impolítica declaración de guerra.
nuestro modo de entender, en recelos de ambi-

cionar Santa Cruz a la dominación de este pais

i creemos que tomadas todas éstas aisladamente
En consecuencia de ella, zarpó, en fin, de Valparaiso una espedicion cuyos resultados solo debían estar afianzados en la cooperacion de los pueblos del Perú, i aun del ejército mismp de Santa Cruz. De otro modo, resultaría que el Gobierno, cuidándose poco de la vida de 3,000 chilenos, los entregaba a fuerzas cuádruples satisfaciendo talvez miras profundas de gabinete; pero, en realidad, destruyendo el pais i arriesgando su honor e intereses. Los datos que se tuviesen a ese respecto debieron ser mui seguros i positivos sin que bastasen probabilidades ni cálculos de Estado. Un Gobierno viola sus mas sagrados deberes, esponiendo un ejército en tierras enemigas i remotas sin estar casi cierto que baste a la empresa.
sin la otra no presentan un justo i verdadero

motivo de guerra i sí solo de precauciones,

que una sagaz diplomacia puede llenar en todos
No sabemos si son de esta naturaleza las razones que nuestro Gobierno pueda presentar en apoyo de su decisión a espedicionar, solo si es patente que los resultados no lo comprueban
sus puntos. Una aspiración de esa naturaleza
nunca podría pesar sobre Chile sin que todos
los Estados de América se vean comprometidos a
su defensa, i si Santa Cruz conserva su juicio, es
imposible la haya concebido.
¿Dónde están esos millares de soldados que
pueden servir al plan de conquistarnos?
¿Es tan fácil conquistar a los chilenos?
En efecto, el suelo de Chile i no los chilenos
son conquistables; i acá en lo íntimo del aliña
se siente cierta humillación en conceder a Santa
Cruz esa posibilidad.
Ademas, si su intervención en el hecho de
Freire, cualquiera que ella fuese, pudo inspi-
rar estos presentimientos, ¿no serían poderosos
i suficientísimos para destruirlos una positiva i
solemne confesion de no pertenecerle en ningún
modo, ni haber tenido parte? Mal puede conci-
liarse un plan de dominación, con el abatimien-
to que muestra siempre toda satisfacción aunque
no sea mas que en las apariencias,i cuando pudo
i no quiso correr la suerte de las armas que con
mas probabilidades de victoriase le presentabaen
los campos de Arequipa, con ventajas miles que
todo el valor i denuedo de nuestros bravos chi-
lenos no habrían podido destruir. Por otra parte,
¿qué modo de discurrir nos hace preferir llevar
la guerra a naciones estrañas, prefiriendo los
azares i males del dia, a otros que solo pueden
contarse en el vasto campo de probabilidades
mui jemotas? ¿Es recibido en las reglas* de po-
lítica obrar por meras presunciones í esponer
así una cierta parte de nuestros valientes? Los
refujiados peruanos en quienes todo era ganan-
cia poco podía importarles nuestros riesgos i se
cuidarían mui poco quizás de correr los azares
de la guerra aun con ménos probabilidades d
e
victoria. Empero, no es el caso difundirnos e
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observaciones, sobre un punto que lo tocamo
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de paso, i que abunda en convencimientos de
toda clase contra un decreto de guerra, que la
propusiera como su única base.
Al hablar de la connivencia de Santa Cruz i
lugar que tomase en el acontecimiento de Freire,
no pretendemos juzgar la cuestión de hecho a
su respecto, queremos únicamente mostrar, no
fué un capítulo bastante a declarar la guerra. El
hecho se negó por aquél a quien le inculpaba, i
a mas de haber una satisfacción en la negativa,
hubieron mil otras esplicaciones i sucesos capa-
ces, según nuestro entender, de dejar vindicada
la nación i a salvo de una guerra. Ciertamente,
no creemos que el único medio de satisfacción
era obligar al agraviante a bajar del lugar a que
lo habían elevado las circunstancias, exijiendo
que el Perú i Bolivia volviesen al estado en que
se encontraban ántes de formar la Confedera-
ción. La justicia i los límites que la razón re-
conoce en las demandas de una nación reprue-
ba tanto avance. Se ha increpado a Santa Cruz
por su intervención en la guerra cruel i destruc-
tora que sufrió el Perú, en la época desgraciada
en que él se presentó ¡¡i se pone en nada la que se
toma Chile, fijando cierto órden político a Estados
independientes a quienes solo compete el consti-
tuirse bajo el sistema que les convenga! Desenga-
ñémonos; esto no es justo i parecería que el
capricho, miras de otra naturaleza o al ménos
resentimientos i venganzas, son los que presiden
a determinaciones de tanto peso. Mil medios de
conciliación ha presentado el Jefe del Perú, tales
fueron los que proponía el señor Olañeta, i tales
muchos otros que no es posible enumerar en
un escrito que se prolonga ya demasiado; ellos
habrían dejado el honor de Chile a salvo. To-
quemos ahora acontecimientos posteriores a esa
inmatura i, a nuestro modo de ver, impolítica
declaración de guerra.
En consecuencia de ella, zarpó, en fin, de Val-
paraiso una espedicion cuyos resultados solo de-
bían estar afianzados en la cooperacion de los
pueblos del Perú, i aun del ejército mismp de
Santa Cruz. De otro modo, resultaría que el
Gobierno, cuidándose poco de la vida de 3,000
chilenos, los entregaba a fuerzas cuádruples
satisfaciendo talvez miras profundas de gabine-
te; pero, en realidad, destruyendo el pais i arries-
gando su honor e intereses. Los datos que se
tuviesen a ese respecto debieron ser mui seguros
i positivos sin que bastasen probabilidades ni
cálculos de Estado. Un Gobierno viola sus mas
sagrados deberes, esponiendo un ejército en
tierras enemigas i remotas sin estar casi cierto
que baste a la empresa.
No sabemos si son de esta naturaleza las
razones que nuestro Gobierno pueda presentar
en apoyo de su decisión a espedicionar, solo si
es patente que los resultados no lo comprueban