Diferencia entre revisiones de «Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXIV (1835-1839).djvu/140»

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esto a costa de la Nación que aun principia a restablecerse de los inauditos males que le infirieron estos verdugos de la humanidad. Van a restituirse las depredaciones de ese Gobierno tiránico i feroz, i a reembolsar a los que, ultrajando la naturaleza i la sociedad, prestaron recursos a los enemigos de la Patria. Por este reconocimiento de deudas contraidas por el Gobierno español, va a ponerse el sello de legalidad a los actos arbitrarios i nulos de su intruso i despótico poder. ¿Ha sido acaso la Nación la que levantó estos empréstitos, sino una horda de bandidos arrojados a nuestras costas por la sed insaciable al oro, ídolo a que sacrificaban sin repugnancia las sacrosantas leyes de la humanidad? ¿Será posible que quiera obligarse al Estado a una restitución bajo todos aspectos ilegal, que espone su honor i quizas su seguridad aumentando las dificultades para el pago de la deuda esterior? Sin estos empréstitos que ahora pretenden reconocer i pagar, la Nación chilena habría vuelto mas pronto al goce de sus derechos políticos i economizado la sangre de muchos de sus ilustres defensores, que clama venganza contra sus asesinos. El Gobierno españoles el que debe pagar esta deuda mal llamada interior, como que sirvió para conservar su sanguinario poder; acudan a él los prestamistas que con tan buena voluntad proporcionaron elementos para forjar nuestras cadenas. La Nación solo reconoce el compromiso que tiene con la Inglaterra, que jenerosamente le franqueó recursos para concluir con sus opresores. El crédito nacional pende de este compromiso sagrado, i el Cuerpo Lejislativo debía fijar sobre él su atención, i nó sobre los salteos de la administración bárbara i criminal de los nefandos mónstruos Sánchez, Ossorio i Marcó, cuya execrable memoria se conservará siempre en la tumba de sus víctimas.
140 CÁMARA DE DIPUTADOS

esto a costa de la Nación que aun principia a
¡Cuánto mas laudable habría sido que el Supremo Gobierno hubiese pasado a la Lejislatura un proyecto de lei para restituir en sus empleos a los defensores de la Patria que, por una desgracia política, mendigan la subsistencia que se habían asegurado al precio de su sangre en las sangrientas jornadas de la revolución! ¡Cuánto mas laudable, repetimos, habría sido que la administración hubiese dado este paso, para sacar del abismo de la miseria a tantos desgraciados que lloran en el seno de sus familias la desesperada suerte que no merecen, ni debían esperar despues de haber arrancado a su Patria de las garras del león iberino! Entónces sí que la Nación habría espresado su voto con entusiasmo, en favor de una medida reclamada por la justicia i la gratitud hácia sus libertadores. Pero que los ilustres defensores de la Patria perezcan, miéntras que va a hacerse la fortuna de los que contribuyeron a su ruina, no parece conforme a los sentimientos de patriotismo que animan a los chilenos. Estamos persuadidos que si el Supremo Gobierno hubiese tenido presentes estas consideraciones, no habría concebido un proyecto que ofende la dignidad nacional, i abre un vasto campo a sus enemigos para vituperar sus operaciones con mengua del órden i la tranquilidad que gozamos. Aun es tiempo de prevenir el descontento que debe excitar la sanción de este proyecto i los males que pudieran deducirse, si la Cámara de Diputados lo reprueba, como debe hacerlo. La opinion pública está claramente pronunciada, i esta decisión debe considerarse mucho por los representantes ántes de deliberar. La opinion, según los publicistas, es la norma a que deben reglar sus resoluciones los Cuerpos Lejislativos, si quieren consultar el buen acierto de sus leyes. ¡Cuántas revoluciones nos ofrece la historia política de la sociedad como consecuencia del desprecio de la opinion! ¡Ilustres representantes, de vuestra resolución, sobre las dos interesantes cuestiones, la Legación a España i el reconocimiento de la deuda interior, pende la felicidad o eterna desgracia del Estado. El espíritu público dirija vuestro voto i nó el brillo aparente de razonamientos especulativos. Este es vuestro deber, que reclama la Nación que os erijió en órgano de su voluntad!
restablecerse de los inauditos males que le infi-
rieron estos verdugos de la humanidad. Van a
restituirse las depredaciones de ese Gobierno ti-
ránico i feroz, i a reembolsar a los que, ultrajando
la naturaleza i la sociedad, prestaron recursos a
los enemigos de la Patria. Por este reconoci-
miento de deudas contraidas por el Gobierno
español, va a ponerse el sello de legalidad a los
actos arbitrarios i nulos de su intruso i despótico
poder. ¿Ha sido acaso la Nación la que levantó
estos empréstitos, sino una horda de bandidos
arrojados a nuestras costas por la sed insaciable
al oro, ídolo a que sacrificaban sin repugnancia
las sacrosantas leyes de la humanidad? ¿Será po-
sible que quiera obligarse al Estado a una resti-
tución bajo todos aspectos ilegal, que espone su
honor i quizas su seguridad aumentando las difi-
cultades para el pago de la deuda esterior? Sin
estos empréstitos que ahora pretenden reconocer
i pagar, la Nación chilena habría vuelto mas
pronto al goce de sus derechos políticos i eco-
nomizado la sangre de muchos de sus ilustres
defensores, que clama venganza contra sus ase-
sinos. El Gobierno españoles el que debe pagar
esta deuda mal llamada interior, como que sirvió
para conservar su sanguinario poder; acudan a
él los prestamistas que con tan buena voluntad
proporcionaron elementos para forjar nuestras
cadenas. La Nación solo reconoce el compromiso
que tiene con la Inglaterra, que jenerosamente le
franqueó recursos para concluir con sus opreso-
res. El crédito nacional pende de este compro-
miso sagrado, i el Cuerpo Lejislativo debía fijar
sobre él su atención, i nó sobre los salteos de la
administración bárbara i criminal de los nefan-
dos mónstruos Sánchez, Ossorio i Marcó, cuya
execrable memoria se conservará siempre en la
tumba de sus víctimas.
¡Cuánto mas laudable habría sido que el Su-
premo Gobierno hubiese pasado a la Lejislatura
un proyecto de lei para restituir en sus empleos
a los defensores de la Patria que, por una des-
gracia política, mendigan la subsistencia que se
habían asegurado al precio de su sangre en las
sangrientas jornadas de la revolución! ¡Cuánto
mas laudable, repetimos, habría sido que la ad-
ministración hubiese dado este paso, para sacar
del abismo de la miseria a tantos desgraciados
que lloran en el seno de sus familias la desespe-
rada suerte que no merecen, ni debían esperar
despues de haber arrancado a su Patria de las
garras del león iberino! Entónces sí que la Nación
habría espresado su voto con entusiasmo, en
favor de una medida reclamada por la justicia i
la gratitud hácia sus libertadores. Pero que los
ilustres defensores de la Patria perezcan, mién-
tras que va a hacerse la fortuna de los que con-
tribuyeron a su ruina, no parece conforme a los
sentimientos de patriotismo que animan a los
chilenos. Estamos persuadidos que si el Supre-
mo Gobierno hubiese tenido presentes estas
consideraciones, no habría concebido un pro-
yecto que ofende la dignidad nacional, i abre un
vasto campo a sus enemigos para vituperar sus
operaciones con mengua del órden i la tranquili-
dad que gozamos. Aun es tiempo de prevenir el
descontento que debe excitar la sanción de este
proyecto i los males que pudieran deducirse, si
la Cámara de Diputados lo reprueba, como debe
hacerlo. La opinion pública está claramente pro-
nunciada, i esta decisión debe considerarse mu-
cho por los representantes ántes de deliberar.
La opinion, según los publicistas, es la norma a
que deben reglar sus resoluciones los Cuerpos
Lejislativos, si quieren consultar el buen acierto
de sus leyes. ¡Cuántas revoluciones nos ofrece la
historia política de la sociedad como consecuen-
cia del desprecio de la opinion! ¡Ilustres repre-
sentantes, de vuestra resolución, sobre las dos
interesantes cuestiones, la Legación a España i
el reconocimiento de la deuda interior, pende la
felicidad o eterna desgracia del Estado. El espí-
ritu público dirija vuestro voto i nó el brillo apa-
rente de razonamientos especulativos. Este es
vuestro deber, que reclama la Nación que os eri-
jió en órgano de su voluntad!