Diferencia entre revisiones de «La corte de Carlos IV/IX»
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<p>Al concluir esto había trasportado desde mi cesto a las mangas de su hábito otra pera y hasta media docena de ciruelas, dando después rienda suelta a los encomios de mi destreza en el comprar. Yo me apresuré a separarme de un interlocutor que me salía tan caro, y le di los buenos días, renunciando a las lecciones de su sabiduría.</p>
<p>No había sacado en limpio gran cosa, ni disipado mis dudas, sobre lo que hoy llamaríamos la situación política, y lo único que vi con alguna claridad fue la general animadversión de que era objeto el Príncipe de la Paz, a quien se acusaba de corrompido, dilapidador, inmoral, traficante de destinos, polígamo, enemigo de la Iglesia, y, por añadidura de querer sentarse en el trono de nuestros Reyes, lo cual me parecía el colmo de la atrocidad. También vi de un modo clarísimo que todas las clases sociales amaban al Príncipe de Asturias, siendo de notar, que cuantos anhelaban su próxima elevación al trono, fiaban tal empresa a la amistad de Bonaparte, cuyos ejércitos estaban entrando ya en España para dirigirse a Portugal.</p>
<p>Volvía a la plazuela para reponer las bajas hechas en el cesto por su paternidad, y allí encontré... ¿no adivinan Vds. a quién? El infeliz, acompañado de su hija Joaquinita, a quien natura había hecho <i>poetisa entre dos platos</i>, se ocupaba en comprar al fiado no sé que piltrafas y miserables restos, que eran su ordinario alimento. Él pedía las cosas, la jorobadilla se las regateaba, y entre los dos cargaban la ración, cuyo peso no hubiera fatigado a un niño de cinco años. La miseria había pintado sus más feos rasgos en el semblante de la hija y del padre, el cual era tan flaco y amarillo, que se dudaba cómo podía existir y moverse cuerpo tan endeble, no siendo galvanizado por el misterioso fluido del numen poético. ¿Necesito nombrarle? Era
<p>-¡Sr. D. Luciano, Vd. por aquí! -dije saludándole con mucho afecto, porque aquel hombre me inspiraba la más viva compasión.</p>
<p>-¡Ah, Gabriel! -contestó-, ¿y Pepita y doña Dominga? Tiempo hace que no las veo. Pero ya saben que aunque no las visito, porque el trabajo me lo impide, les estoy muy agradecido.</p>
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