Diferencia entre revisiones de «El arpa perdida»
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Línea 11:
y que le tiende los amantes brazos <br />
que rechaza la amante fugitiva. <br />
Era la hora <br />
en que la mar, la mar gigante, siente <br />
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a espiar al sol que se envolvió en sus ondas<br />
y duerme en su regazo. <br />
De pie, sobre la popa <br />
de la nave gentil que lenta avanza <br />
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a quien habla la brisa vagabunda <br />
y sonríe en los cielos una estrella. <br />
Aquella estrella amiga, <br />
que tantas veces en la patria amada <br />
besó su frente y enjugó sus ojos <br />
con el dulce calor de su mirada. <br />
Aquella estrella triste, <br />
que a la orilla del Plata <br />
bajó una noche, y le confió al oído <br />
el dulce nombre de otra estrella ingrata<br />
Ni una sílaba brota <br />
del labio mudo del cantor errante; <br />
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alzó a la libertad himno de gloria <br />
y saludó aquel astro soberano, <br />
que
asomaba en el cielo americano. <br />
Algo, como el murmullo<br />
del enjambre interior del pensamiento, <br />
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percibe el trovador que yace mudo <br />
del inquieto bajel sobre la popa. <br />
Al fin el labio trémulo<br />
les dice ¡adiós! con efusión
a las ondas que pasan <br />
en raudo torbellino, <br />
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de vela en el umbral del infinito. <br />
Les dice ¡adiós! el bardo peregrino. <br />
Adiós al mar, la fiera encadenada <br />
que revuelve en la sombra la pupila <br />
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con que amenaza al cielo en sus enojos, <br />
y cuanto pasa a su alredor desgarra. <br />
¡Adiós! que allá distante, <br />
como cinta fantástica ceñida <br />
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blanca nube que cuelga de los cielos <br />
con un girón del firmamento atada. <br />
¡Caricias de león!, ¡amor de fiera! <br />
la débil nave cruje entre sus brazos, <br />
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y jugar con sus tablas, como juega <br />
de la gaviota con las blancas plumas. <br />
¿Quién ruge por allá que tiembla el Plata?<br />
¿Quién baja de la altura <br />
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y azota con su látigo de fuego <br />
las rocas y los frágiles bajeles? <br />
¡El huracán, que llega <br />
a disputar su presa al Plata inquieto! <br />
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ahogar con mano impura <br />
la centelleante luz de su corona. <br />
¡Ay de la débil nave! <br />
¡Ay del bardo gentil del arpa de oro! <br />
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sonríe con desdén a la tormenta, <br />
fija siempre en las sombras su mirada. <br />
Es que también él siente <br />
otro huracán rugiendo en su cabeza; <br />
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los sueños generosos que encendieron <br />
las chispas de las dulces ilusiones. <br />
¡Ay de la débil nave! <br />
¡Ay del bardo gentil del arpa de oro, <br />
Línea 169 ⟶ 184:
asesino feroz, que en su demencia, <br />
le revuelve el puñal en las entrañas. <br />
Como la inerme res que el duro lazo <br />
conduce al matadero <br />
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con su enemigo fiero- <br />
aquella pobre nave destrozada,<br />
gladiador
Va arrojando a la faz de su verdugo, <br />
girones de su seno palpitante. <br />
Línea 187 ⟶ 203:
La nave se detiene amedrentada, <br />
y temblando de espanto como un niño, <br />
quiere emprender la
¡pero una mano férrea la
La zarpa del abismo, <br />
que juega con las naves, como juega <br />
con el carro ligero <br />
el brazo formidable del atleta. <br />
Ahí está prisionera <br />
del escollo traidor que la asechaba. <br />
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el escollo la estrecha entre sus brazos <br />
y el huracán feroz la abofetea. <br />
¡No hay esperanza ya!, la pobre nave<br />
como un cadáver mutilado flota <br />
Línea 222 ⟶ 240:
y que al fin va a confiarle <br />
los últimos delirios de su alma. <br />
Desciende de la nave <br />
con paso firme y ánimo sereno: <br />
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