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Revisión del 15:36 26 dic 2009


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¡Oh! ¡cuánta rica inmensidad de vida
Dios aquí para el hombre ha derramado!
¡Cuánta savia de fuego hay encendida
en cada átomo vil de lo creado!

¡Magnífica, inmortal naturaleza!
La creación maravillosa y santa,
deslumbrante de luz y de grandeza,
digno templo del hombre se levanta!

Hierbas y fuentes, pájaros y flores,
astros, espacios, horizontes, cielos,
todo bullendo en gérmenes de amores
se abre a la vida con latente anhelo.

Es algo de fantástico en lo bello,
algo de misterioso en lo que inspira;
de los ojos de Dios es un destello,
que Dios alumbra cuanto toca y mira.

Todo es aroma lo que el aire lleva,
todo es vigor la tierra fecundada,
y una armonía sin igual se eleva
por el conjunto universal formada.

Soplo de amor el mundo fecundiza,
cada germen que vive lo pregona,
y el amor que en el mundo se entroniza
la tierra con los cielos eslabona.

Todo en él se confunde y se complica,
amor la brisa de los bosques trae,
y el amor que los aires purifica
en gotas de agua de las nubes caen.

¡Dios es amor! su espíritu fecundo
en gérmenes de vida se derrama,
y en sus espacios el inmenso mundo
con orgullo inefable lo proclama.

El habla en el murmullo de los ríos,
en las brisas de montes y jardines,
en el rumor de sótanos sombríos
y en el eco fugaz de los confines.

El al centro los átomos enlaza,
en los cuerpos la savia distribuye ;
y es quien al vasto continente abraza
en ese mar que eternamente fluye.

Dios manda a todo que se estreche y ame,
la perfección en el amor buscando,
y en corrientes de savia se derrame
fuerza y vida del amor sacando.

Al nacer de la tierra transformada
Eva y Adán su esencia recibieron ;
amor divino fecundó la nada
y un soplo de ese amor sus almas fueron.

Y es para ellos cuanto ven y existe,
cuanto la vasta inmensidad encierra,
cuanto la luz con su destello viste
astros, flores y cielos, mar y tierra.

Dios a todo le presta ser y nombre
y el centro es EL de todo lo que crea,
su esencia tiene la mujer y el hombre:
Dios es luz y es amor. ¡Bendito sea!

DIOS

¡Vuestro es el mundo: recorred su anchura!
Serás, Adán, el rey de lo creado;
y Eva, mi hermosa, mi mejor hechura,
el ángel bello que tendrás al lado !

Os doy el alma a la materia unida,
y en nombre de mi amor os hago esposos ;
ambos en ambos completad la vida,
y amaos siempre para ser dichosos.

Pero el secreto del placer vedado,
saber no intente vuestro ciego antojo. . .
¡Si traspasáis el límite marcado,
temed los rayos de mi justo enojo!

ADÁN

¡Qué hermosa eres, mi Eva! ¡qué dulzura
se desprende en la luz de tu mirada!
¡La mirada de un ángel no es tan pura
ni arroba tanto el alma enajenada!

Deja, mi ángel, que "mi bien'" te llame,
mi delicia, mi amor, mi poesía;
¿no oyes que Dios nos manda que yo te ame
y que me ames también, hermosa mía?

¡Oh! y aunque Dios mandado no lo hubiera,
con todo el corazón ¡ay! yo te amara ;
¿y quién, hermosa mía, que te viera
en tus ojos de amor no se abrasara?

EVA

Sí, tú me amas, porque tu alma es mía,
y yo te amo con el alma entera;
si no me amaras tú, yo lloraría,
mas si yo no te amara, me muriera.

Cuando mi ser en forma se animaba,
era el amor lo que vivir me hacía:
yo sentía naciendo que te amaba
y sin mirarte aún te conocía.

Mi ser es de tu ser la mejor parte
transformada en purísimo idealismo ;
¿cómo no amarte, Adán, cómo no amarte
cuando yo soy la esencia de ti mismo?

ADÁN

Mira: yo el mundo contemplaba ansioso,
arrebatado por su augusta calma,
y sólo en él sentíame orgulloso,
y se ensanchaba en el placer mi alma.

Todo era luz, perfumes y belleza,
todo risueño en mi redor cantaba,
y embriagado yo mismo en mi grandeza,
nada más, nada más ambicionaba.

¡Pero te vi! y el mundo tan divino,
que deslumbraba mi razón obscura,
harto humillado lo encontré y mezquino
ante el puro esplendor de tu hermosura.

Que no vale la luz purificada
ni el embriagante aroma de la brisa
lo que vale la luz de tu mirada
y el aliento que exhala tu sonrisa.

Por admirarte a tí todo se agita
sonriendo en los espacios dilatados:
y el mismo sol sus rayos debilita
para no herir tus miembros delicados.

EVA

Yo, Adán, del bello mundo no vi nada,
que mis ojos se abrieron a mirarte;
nací a tu lado para ti creada
y comencé mi vida con amarte.

No sé si el mundo colma mi deseo
la creación mirando tan hermosa,
yo sólo sé, mi Adán, que a ti te veo
y eso me basta para ser dichosa.

ADÁN

¡Oh! qué dulce es tu voz, amada mía,
como la voz de Dios suena en mi oído ;
¿qué más al hombre regalar podría
cuando al crearte EL mismo se ha excedido?

EVA

Vivamos, pues, sin fin, enamorados,
tu voz a mis amores respondiendo,
tus ojos en mis ojos reposados,
un ser en otro ser repercutiendo.

EL MAL

¿Y nada, nada más, pobres amantes?
¿Qué necio amor es ese que os inflama?
¿Pensáis eternizar vuestros instantes
al frío soplo de un amor sin llama?

Hay otro mundo más, hay otra vida,
iluminada en luz resplandeciente,
que en esa llama incógnita prendida
sus puertas abre al corazón ardiente.

Esa es la gloria a vuestro amor vedada,
esa es la vida que tu Dios os veda,
porque vuestra alma siempre esclavizada
sus perfecciones igualar no pueda.

Sabedlo todo: para ser dichosos,
para elevaros hasta el cielo puro,
. . . . . . . . . . . . . . . .
y seréis como Dios en lo futuro.

EVA

¿Qué mágico poder mi sangre mueve,
que circula en magnética corriente?
¿Qué afán secreto el corazón conmueve?
¿Por qué se abrasa de calor mi frente?

¿Por qué palpita el corazón con brío,
y estremecen mi ser fuerzas extrañas?
¡Oh! ¿qué tienen tus ojos, Adán mío,
que hacen temblar de fuego mis entrañas?

ADÁN

Yo de mi seno siento los latidos,
algo que el mismo corazón ignora ;
una sed que atormenta mis sentidos,
un incógnito afán que me devora.

Ven, acércate más; cuando te miro,
quisiera respirar tu propio aliento;
beberte el alma toda en un suspiro
y hacer la eternidad de ese momento!

EVA

Tú eres el más perfecto de los seres,
tú eres la luz en que mi alma inflamo;
Adán mío, mi Adán, ¡qué hermoso eres!
Adán mío, mi Adán, ¡cuánto te amo!

Extiende, Adán, extiéndeme tus brazos
para verte más cerca, enamorada;
y hazme con ellos amorosos lazos
que me tengan por siempre aprisionada.

ADÁN

Ven y duérmete en ellos, alma mía:
por tu reposo velará tu dueño;
y un mundo verteré de poesía,
de amor y de perfumes en tu sueño.

¡Qué bien estás así! ¡con qué pureza
se modelan las líneas de tu cuello!
¡Qué bien sienta a tu mágica belleza
la profusión revuelta del cabello!

¡Qué límpida y qué dulce es tu mirada!
¡Cómo la adora el corazón vehemente!
Duerme si quieres, duérmete, mi amada,
deja en mi seno reposar tu frente.

EVA

¡Dormir! ¿y para qué? ¿para olvidarte?
No, que el sueño aletarga el sentimiento ;
¿No sabes cuánto gozo con amarte?
¿O no sientes, Adán, como yo siento?

ADÁN

¡No sé! yo siento un fuego devorante ;
siento mis venas de pasión hirviendo,
siento bullir mi sangre requemante
y en fuego inmenso el corazón latiendo.

EVA

Yo te miro, mi Adán, y a tus antojos
ciego de amor mi espíritu encadenas,
y el fuego penetrante de tus ojos
me enardece filtrándose en mis venas.

¡Estréchame a tu seno ; yo te adoro!
¡Y yo quisiera ahogarte en mi ternura!
¡Te miro y soy feliz ; y río y lloro,
y resistir no puedo a mi locura!

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Y los dos extasiados se miraban,
los ojos en los ojos encendidos;
sonreían los dos y suspiraban
y el placer embargaba sus sentidos.

Adán, de dicha y de placer temblando,
con aliento de fuego respiraba,
y a Eva entre sus brazos enlazando
con infinito amor la contemplaba.

Eva, abrasada por su llama ardiente,
ya en dulce languidez se estremecía,
ya inclinaba tiernísima la frente,
ya extática ante Adán permanecía.

Y de repente, convulsiva, loca,
en la emoción de férvido embeleso,
en la boca de Adán clavó su boca
y se dieron los dos el primer beso.

¡Beso inmenso de amor! todos lo oyeron ;
de armonía los aires se poblaron,
los cielos de placer se estremecieron
y de envidia los ángeles lloraron.

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