Diferencia entre revisiones de «El doctor Centeno: 44»

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Línea 9:
Felipe, mientras su amigo hablaba, había encendido la cocinilla económica, y calentaba agua. Las retorcidas hojas del té estaban allí, en un papelillo; pero faltaba el azúcar.
 
«-Si tuviera usted un poco de azúcar, don José...».
 
-Precisamente -replicó el pendolista con generoso arranque-, ese es un artículo de que no carecemos nunca. Mi mujer tiene un primo confitero, que nos da el caramelo de desecho, el almíbar que se quema y toda la confitería que se pasa de punto... Al momento.
Línea 15:
Fuese y volvió con un gran paquete de todas aquellas materias sacarinas que había dicho. De los pedazos de caramelo llenó Alejandro un cucurucho para ponerlo debajo de la almohada, y al instante empezó a chupar. Aunque algo quemados, estaban buenos y a él le sabían bien.
 
«-Pues si tuviera usted un poco de leche, D. José...».
 
-Voy a ver... Puede...
Línea 21:
Al poco rato, volvió mi hombre con un vasito que contenía un dedo de leche.
 
«-Si se pudiera arreglar el señor con esto...
 
-Basta, muchas gracias.
Línea 33:
A media tarde volvía Felipe de su caminata. En aquel largo espacio de tiempo, no había estado Miquis en completo abandono. Cirila, que no era un ángel ni mucho menos, pero sí un ser humano, había entrado a las once y le había dicho esto:
 
«-He puesto un pucherito. Le traeré a usted una taza de caldo, o unas sopas claras si las quiere. Ya me debe usted seis duros, y si me da algo a cuenta, no le faltará nada».
 
Felipe no vino con las manos vacías. Oigámosle:
 
«-Cienfuegos no tenía nada. Arias dice que si usted le da cinco duros, la hará un gran favor. Sí, para dar estamos. Poleró dice que vendrá a verle a usted esta noche y Sánchez de Guevara me dio esta peseta para mí... ¡para mí! Bueno. El tío prisma salió muy tieso del comedor, con el mondadientes de plata en la boca, el Sr. Completo salió a echar sus cartas, y me preguntó si estaba usted mejor. Le dije que sí y echó un suspiro. Prisma dijo que memorias, y que si se le ofrecía algo para París. ¡Ah!... Zalamero que vendrá también por aquí... Bueno... ¡Ah!, memorias de Julián, que salió conmigo a la calle, y ha venido acompañándome hasta la puerta. No quiso entrar... Bueno... Ahora viene lo gordo... (metiendo la mano en el bolsillo y sacando un objeto.) ¿A que no sabe usted quién me ha dado este duro?... Si lo acierta... ¿A que no acierta? Pues me lo ha dado doña Virginia. Dice que le va a mandar a usted chuletas... que eso que usted tiene no es más que hambre y que se cura con carne».
 
-¡Pobre Virginia!, es una buena mujer... Mira, dale el duro enterito a Cirila. Hay que tener presente que se le debe más. Hoy me ha dado sopas.