Diferencia entre revisiones de «El doctor Centeno: 44»
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Línea 9:
Felipe, mientras su amigo hablaba, había encendido la cocinilla económica, y calentaba agua. Las retorcidas hojas del té estaban allí, en un papelillo; pero faltaba el azúcar.
-Precisamente -replicó el pendolista con generoso arranque-, ese es un artículo de que no carecemos nunca. Mi mujer tiene un primo confitero, que nos da el caramelo de desecho, el almíbar que se quema y toda la confitería que se pasa de punto... Al momento.
Línea 15:
Fuese y volvió con un gran paquete de todas aquellas materias sacarinas que había dicho. De los pedazos de caramelo llenó Alejandro un cucurucho para ponerlo debajo de la almohada, y al instante empezó a chupar. Aunque algo quemados, estaban buenos y a él le sabían bien.
-Voy a ver... Puede...
Línea 21:
Al poco rato, volvió mi hombre con un vasito que contenía un dedo de leche.
-Basta, muchas gracias.
Línea 33:
A media tarde volvía Felipe de su caminata. En aquel largo espacio de tiempo, no había estado Miquis en completo abandono. Cirila, que no era un ángel ni mucho menos, pero sí un ser humano, había entrado a las once y le había dicho esto:
Felipe no vino con las manos vacías. Oigámosle:
-¡Pobre Virginia!, es una buena mujer... Mira, dale el duro enterito a Cirila. Hay que tener presente que se le debe más. Hoy me ha dado sopas.
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