Diferencia entre revisiones de «Historia de la Compañía de Jesús en Nueva-España. Tomo I: Libro primero»

Contenido eliminado Contenido añadido
Poniol60 (Discusión | contribs.)
Sin resumen de edición
 
Poniol60 (Discusión | contribs.)
Sin resumen de edición
Línea 52:
 
Por mucho que signifique esta sencilla expresión el provecho espiritual que se hacía en los españoles, era incomparablemente mayor el de los indios. Era un espectáculo de mucho consuelo, y que arrancaba a los circunstantes dulcísimas lágrimas ver en las principales solemnidades del año de ciento en ciento los catecúmenos, que instruidos cumplidamente de los misterios de nuestra santa fe, y apadrinados de los sujetos más distinguidos de la ciudad, lavaban por medio del bautismo las manchas de la gentilidad en la sangre del Cordero. Habíase encomendado al hermano Juan Carrera la instrucción de tres jóvenes hijos de principales caciques de las islas vecinas: eran los tres de vivo ingenio, y dotados de una amable sinceridad acompañada de una suavidad y señorío, que hacía sentir muy bien, aun en medio de su bárbara educación, la nobleza de su origen. A poco tiempo suficientemente doctrinados, instaron a los padres, empeñándolos con el señor obispo, para ser admitidos al bautismo. Quiso examinarlos por sí mismo el ilustrísimo, y hallándolos muy capaces, señaló la festividad más cercana en que su señoría pretendía autorizar la función echándoles el agua. El plazo pareció muy largo a los fervorosos catecúmenos. Instaron, lloraron, no dejaron persona alguna de respeto que no empeñasen para que se les abreviase el término. Causó esto alguna sospecha al prudente prelado, y de acuerdo con el gobernador y los padres, determinó probar la sinceridad de su fervor mandando que en un barco que estaba pronto a salir a dichas islas, embarcasen repentinamente a los tres jóvenes. Ejecutose puntualmente la orden; pero fueron tan tiernas las quejas, tan sinceras las lágrimas, tal la divina elocuencia y energía de espíritu de Dios con que hablaron y suplicaron a los enviados del señor obispo, que enternecido este, conoció la gracia poderosa que obraba en aquellos devotos mancebos, que dentro de muy pocos días, siendo padrinos el gobernador, y dos de las personas más distinguidas de la ciudad, los bautizó por su propia mano con grande pompa, edificación y espiritual consuelo de todos los que asistieron a este devotísimo espectáculo.
 
 
{{capítulos|[[Prólogo del autor]]|[[Historia de la Compañía de Jesús en Nueva-España. Tomo I: Libro primero|Libro primero]]|[[Historia de la Compañía de Jesús en Nueva-España. Tomo I: Libro segundo|Libro segundo]]}}