Diferencia entre revisiones de «Guardia nacional»

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Línea 10:
Era lindo tipo, el viejo Soria, con su poderosa estatura, apenas encorvada por la edad, su larga y tupida cabellera blanca, y sus modales de fiera vieja, que desdeña de gruñir porque ya no puede morder, pero que nunca ha aprendido a lamer la mano.
 
Había sido soldado de Rosas; había llevado el gorro colorado de manga, que, como chorro de sangre, se desparramaba sobre el hombro; había presenciado, por lo menos en parte, los misterios de Santos Lugares; y la imaginación de los muchachramuchachos, hijos del estanciero, se encendía, al conversar con él, de aquellos tiempos, en que aseguraba Soria que no había cuatreros en los campos del sud. -«Desgraciado, decía, del que, entonces, hubiera carneado un animal!» Pero, como si el solo recuerdo de ellos hubiera sido terrible, bien se guardaba de agregar que a los mismos que tanto cuidaban de la propiedad ajena, poca plata les costaban los rodeos enteros, con que poblaban sus campos, y que si bien prohibían carnear vacas, degollaban gente por lujo.
 
Salido ileso de Caseros, Soria había vuelto a sus pagos de la costa del Gualichú; hecho perdiz, entre los juncales y las cortaderas, había dejado pasar las tormentas de Cepeda y de Pavón, sin ganas de meterse en nuevas trifulcas, y disparando de las comisiones arreadoras de gente para la frontera. Conversaba complaciente del tiempo viejo. ¡Qué de cosas les contaba a los muchachos, del tiempo del tirano! hablando de él sin nombrarlo, como hablan de su Dios misterioso, los sacerdotes de ciertas religiones cruentas.