Diferencia entre revisiones de «Misericordia/XXXVI»

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{{encabezado|[[Misericordia]]<br /><br />Capítulo XXXVI|[[Benito Pérez Galdós]]}}
 
<p>No se consolaba Do&ntilde;aDoña Paca de la ausencia de Nina, ni aun vi&eacute;ndoseviéndose rodeada de sus hijos, que fueron a participar de su ventura, y a darle parte principal de la que ellos saboreaban con la herencia. Con aquel cambio de impresiones placenteras, f&aacute;cilmentefácilmente se transportaba el esp&iacute;rituespíritu de la buena se&ntilde;oraseñora al s&eacute;ptimoséptimo cielo, donde se le aparec&iacute;anaparecían risue&ntilde;osrisueños horizontes; pero no tardaba en caer en la realidad, sintiendo el vac&iacute;ovacío por la falta de su compa&ntilde;eracompañera de trabajos. En vano la volandera imaginaci&oacute;nimaginación de Obdulia quer&iacute;aquería llev&aacute;rselallevársela, cogida por los cabellos, a dar volteretas en la regi&oacute;nregión de lo ideal. Dej&aacute;baseDejábase conducir Do&ntilde;aDoña Francisca, por su natural afici&oacute;nafición a estas correr&iacute;ascorrerías; pero pronto se volv&iacute;avolvía para ac&aacute;acá, dejando a la otra, desmelenada y jadeante, de nube en nube y de cielo en cielo. Hab&iacute;aHabía propuesto la <i>ni&ntilde;a</i>''niña''a su mam&aacute;mamá vivir juntas, con el decoro que su posici&oacute;nposición les permit&iacute;apermitía. <i>''De hecho</i>'' se separaba de Luquitas, se&ntilde;al&aacute;ndoleseñalándole una pensi&oacute;npensión para que viviera; tomar&iacute;antomarían un hotel con jard&iacute;njardín; se abonar&iacute;anabonarían a dos o tres teatros; buscar&iacute;anbuscarían relaciones y amistades de gente distinguida... &laquo;«Hija, no te corras tanto, que a&uacute;naún no sabes lo que te rentar&aacute;rentará tu mitad de la Almoraima; y aunque yo, por lo que recuerdo de esa hermosa finca, calculo que no ser&aacute;será un grano de an&iacute;sanís, bueno es que sepas qu&eacute;qué tama&ntilde;otamaño ha de tener la s&aacute;banasábana antes de estirar la pierna&raquo;».</p>
<p>Al decir esto, hablaba la viuda de Zapata con las ideas de la pr&aacute;cticapráctica Nina, que se renovaban en su mente y en ella luc&iacute;anlucían como las estrellas en el Cielo. Por de pronto, Obdulia dej&oacute;dejó su casa de la calle de la Cabeza, instal&aacute;ndoseinstalándose con su madre, movida del prop&oacute;sitopropósito de buscar pronto vivienda mejor, nuevecita y en sitio alegre, hasta que llegara el d&iacute;adía de sentar sus reales en el hotel que ambicionaba. Aunque m&aacute;smás moderada que su hija en el prurito de grandezas, sin duda por el vapuleo con que la domara la implacable experiencia, Do&ntilde;aDoña Paca se iba tambi&eacute;ntambién del seguro, y crey&eacute;ndosecreyéndose razonable, dej&aacute;basedejábase vencer de la tentaci&oacute;ntentación de adquirir superfluidades dispendiosas. Se le hab&iacute;ahabía metido entre ceja y ceja la compra de una buena l&aacute;mparalámpara para el comedor, y hasta que viese satisfecho su capricho, no pod&iacute;apodía tener sosiego la pobre se&ntilde;oraseñora. El maldito Polidura le proporcion&oacute;proporcionó el <i>''negocio</i>'', encaj&aacute;ndoleencajándole un disforme mamotreto, que apenas cab&iacute;acabía en la casa, y que, colgado en su sitio, tocaba en la mesa con sus colgajos de cristal. Como pronto hab&iacute;anhabían de tener casa de techos altos, esto no era inconveniente. Tambi&eacute;nTambién le hizo adquirir el de los caracoles unos muebles chapeados de palosanto, y algunas alfombras buenas, que tuvieron el acierto de no colocar, extendiendo s&oacute;losólo retazos all&iacute;allí donde cab&iacute;ancabían, para darse el gusto de pisar en blando.</p>
<p>Obdulia no cesaba de dar pellizcos al tesoro de su mam&aacute;mamá para adquirir tiestos de bonitas plantas, en los pr&oacute;ximospróximos puestos de la Plazuela de Santa Cruz, y en dos d&iacute;asdías puso la casa que daba gloria verla: los sucios pasillos se trocaron en vergeles, y la sala en risue&ntilde;orisueño pensil. En previsi&oacute;nprevisión de la vida de hotel, adquiri&oacute;adquirió tambi&eacute;ntambién plantas decorativas de gran tama&ntilde;otamaño, latanias, palmitos, <i>''ficus</i>'' y helechos arborescentes. Ve&iacute;aVeía Do&ntilde;aDoña Francisca con gozo la irrupci&oacute;nirrupción del reino vegetal en su triste morada, y ante tanta belleza, sent&iacute;asentía emociones propiamente infantiles, como si al cabo de la vejez volviera a jugar con los nacimientos. &laquo;&iexcl;«¡Benditas sean las flores -dec&iacute;adecía, pase&aacute;ndosepaseándose por sus encantados jardines-, que dan alegr&iacute;aalegría a las casas, y bendito sea Dios, que si no nos permite disfrutar del campo, nos consiente, <i>''por poco dinero</i>'', que traigamos el campo a casa!&raquo;».</p>
<p>Todo el d&iacute;adía se lo pasaba Obdulia cuidando sus macetas, y tanto las regaba, que en alg&uacute;nalgún momento falt&oacute;faltó poco para que se hiciera preciso atravesar a nado el trayecto desde la salita al comedor. Ponte la incitaba con sus ponderaciones y aspavientos a seguir comprando flores, y a convertir su casa en Jard&iacute;nJardín Bot&aacute;nicoBotánico, o poco menos. Por cierto que el primero y segundo d&iacute;adía de aquella vida nueva, tuvo que re&ntilde;irreñir Do&ntilde;aDoña Paca al buen Frasquito, porque siempre que sal&iacute;asalía se le olvidaba llevarle el libro de cuentas que le hab&iacute;ahabía encargado. El gal&aacute;ngalán manido se disculpaba con la muchedumbre de sus ocupaciones, hasta que una tarde entr&oacute;entró con diversos paquetes de compras, y la dama ronde&ntilde;arondeña vio entre estos el libro, del cual se apoder&oacute;apoderó al instante con ganas de inaugurar en &eacute;lél la cuenta y raz&oacute;nrazón de un porvenir dichoso. &laquo;Pasar&eacute;«Pasaré en seguida todo lo que tengo apuntado en este papelito -dijo-: lo que se trae de casa de Bot&iacute;nBotín, la ara&ntilde;aaraña, las alfombras, varias cosillas... medicamentos... en fin, todito. Y ahora, hija m&iacute;amía, a ver c&oacute;mocómo me das nota clara de tanta y tanta flor, para apuntarlas<i>''ce</i>'' por <i>''be</i>'', sin que se escape ni una hoja... Pon mucho cuidado para que salga el balance... &iquest;¿Verdad, Frasquito, que tiene que salir el balance?&raquo;».</p>
<p>Curiosa, como hembra, no pudo menos de guluzmear en los paquetes que llev&oacute;llevó Ponte. &laquo;&iquest;«¿A ver qu&eacute;qué trae usted ah&iacute;ahí? Mire que no he de permitirle tirar el dinero. Veamos: un hongo claro... Bien, me parece muy bien. A buen gusto nadie le gana. Botas altas... &iexcl;¡Hombre, qu&eacute;qué elegantes! Vaya un pie: ya querr&iacute;anquerrían muchas mujeres... Corbatas: dos, tres... Mira, Obdulia, qu&eacute;qué bonita esta verde con motas amarillas. Un cintur&oacute;ncinturón que parece un cors&eacute;corsé-faja. Bueno debe de ser esto para evitar que crezca el vientre... Y esto &iquest;qu&eacute;¿qué es?... &iexcl;¡Ah! espuelas. Pero Frasquito, por Dios, &iquest;¿para qu&eacute;qué quiere usted espuelas?</p>
<p>-Ya... es que va a salir a caballo -dijo Obdulia gozosa-. &iquest;Pasar&aacute;¿Pasará por aqu&iacute;aquí? &iexcl;¡Ay, qu&eacute;qué pena no verle!... &iquest;¿Pero a qui&eacute;nquién se le ocurre vivir en este cuartucho interior, sin un solo agujero a la calle?</p>
<p>-C&aacute;llateCállate, mujer, pediremos a la vecina, Do&ntilde;aDoña Justa, la profesora de partos, que nos permita pasar y asomarnos cuando el caballero nos ronde la calle... &iexcl;¡Ay, pobre Nina, cu&aacute;ntocuánto se alegrar&iacute;aalegraría tambi&eacute;ntambién de verle!&raquo;».</p>
<p>Explic&oacute;Explicó Ponte Delgado su inopinado renacer a la vida h&iacute;picahípica, por el compromiso en que se ve&iacute;aveía de ir al Pardo en excursi&oacute;nexcursión de recreo con varios amigos,<i>''de la mejor sociedad</i>''. &Eacute;lÉl solo iba a caballo; los dem&aacute;sdemás, a pie o en bicicleta. De las distintas clases de <i>''sport</i>'' o<i>''deportes </i>'' hablaron un rato con grande animaci&oacute;nanimación, hasta que les interrumpi&oacute;interrumpió la entrada de Juliana, la mujer de Antonio, que desde la noticia de la herencia frecuentaba el trato de su suegra y cu&ntilde;adacuñada. Era mujer garbosa, simp&aacute;ticasimpática, viva de genio, de tez blanca y magn&iacute;ficomagnífico pelo negro, peinado con arte. Cubr&iacute;aCubría su cuerpo con mant&oacute;nmantón alfombrado, y la cabeza con pa&ntilde;uelopañuelo de seda de cuarteles chillones; calzaba preciosas botinas, y sus bajos denotaban limpieza y un buen av&iacute;oavío de ropa. &laquo;&iquest;«¿Pero esto es el Retiro, o la Alameda de Osuna? -dijo al ver el enorme follaje de arbustos y flores-. &iquest;¿A qu&eacute;qué viene tanta <i>vegetaci&oacute;n</i>''vegetación''?</p>
<p>-Caprichos de Obdulia -replic&oacute;replicó Do&ntilde;aDoña Paca, que se sent&iacute;asentía dominada por el car&aacute;ctercarácter, ya en&eacute;rgicoenérgico, ya bromista, de su graciosa nuera-. Esta monoman&iacute;amonomanía de hacer de mi casa un bosque, me est&aacute;está costando un dineral.</p>
<p>-Do&ntilde;aDoña Paca -le dijo su nuera cogi&eacute;ndolacogiéndola sola en el comedor-, no sea usted tan d&eacute;bildébil de natural, y d&eacute;jesedéjese guiar por m&iacute;, que no he de enga&ntilde;arlaengañarla. Si hace caso de las bobadas de Obdulia, pronto se ver&aacute;verá usted tan perdida como antes, porque no hay pensi&oacute;npensión que baste cuando falta el arreglo. Yo suprimir&iacute;asuprimiría el bosque y las fieras... d&iacute;golodígolo por ese orangut&aacute;norangután mal <i>''pintao</i>'' que han tra&iacute;dotraído ustedes a casa, y que deben poner en la calle m&aacute;smás pronto que la vista.</p>
<p>-El pobre Ponte se va ma&ntilde;anamañana a su casa de hu&eacute;spedeshuéspedes.</p>
<p>-D&eacute;jeseDéjese llevar por m&iacute;, que entiendo del gobierno de una casa... Y no me salga con la matraca del librito de llevar cuentas. La persona que tiene el arreglo en su cabeza, no necesita apuntar nada. Yo no s&eacute; hacer un n&uacute;meronúmero, y ya ve c&oacute;mocómo me las compongo. Siga mi consejo: m&uacute;desemúdese a un cuarto baratito, y viva como una pensionista de circunstancias, sin echar humos ni ponerse a farolear. Haga lo que yo, que me estoy donde estaba, y no dejar&eacute;dejaré mi trabajo hasta que no vea claro eso de la herencia, y me entere de lo que da de s&iacute; el cortijo. Qu&iacute;teleQuítele a su hija de la cabeza lo del hotel si no quieren verse por puertas, y tome una criada que les guise, y ataje el chorro de dinero que se va todos los d&iacute;asdías a la tienda de Bot&iacute;n&raquo;Botín».</p>
<p>Conforme con estas ideas se mostraba Do&ntilde;aDoña Francisca, asintiendo a todo, sin atreverse a contradecirla ni a oponer una sola objeci&oacute;nobjeción a tan juiciosos consejos. Sent&iacute;aseSentíase oprimida bajo la autoridad que las ideas de Juliana revelaban con s&oacute;losólo expresarse, y ni la ribeteadora se daba cuenta de su influjo gobernante, ni la suegra de la pasividad con que se somet&iacute;asometía. Era el eterno predominio de la voluntad sobre el capricho, y de la raz&oacute;nrazón sobre la insensatez.</p>
<p>&laquo;«Esperando que vuelva Nina -indic&oacute;indicó t&iacute;midamentetímidamente la se&ntilde;oraseñora-, he pedido a Bot&iacute;nBotín...</p>
<p>-No piense usted m&aacute;smás en la Nina, Do&ntilde;aDoña Paca, ni cuente con ella aunque la encontremos, que ya lo voy dudando. Es muy buena, pero ya est&aacute;está caduca, mayormente, y no le sirve a usted para nada. Adem&aacute;sAdemás, &iquest;qui&eacute;n¿quién nos dice que quiere volver, si sabemos que por su voluntad se ha ido? Le gusta andar de pingo, y no har&aacute;hará usted carrera de ella como la prive de estarse la mitad del d&iacute;adía tomando medida a las calles&raquo;».</p>
<p>Para no perder ripio, insisti&oacute;insistió Juliana en la recomendaci&oacute;nrecomendación que ya hab&iacute;ahabía hecho a su suegra de una buena criada para todo. Era su prima Hilaria, joven, fuerte, limpia y hacendosa... y de fiel no se dijera. Ya ver&iacute;avería pronto la <i>''diferiencia</i>'' entre la honradez de Hilaria y las rapi&ntilde;asrapiñas de otras.</p>
<p>&laquo;&iexcl;«¡Ay!... Pero es muy buena la Nina -exclam&oacute;exclamó Do&ntilde;aDoña Paca, rebull&eacute;ndoserebulléndose bajo las garras de la ribeteadora, para defender a su amiga.</p>
<p>-Muy buena, s&iacute;, y debemos socorrerla... No faltaba m&aacute;smás... darle de comer... Pero cr&eacute;amecréame, Do&ntilde;aDoña Paca, no har&aacute;hará usted nada de provecho sin mi prima. Y para que no dude m&aacute;smás, y se quite quebraderos de cabeza, esta misma tarde, anochecido, se la mando.</p>
<p>-Bueno, hija, que venga, y se encargar&aacute;encargará de la casa... Y a prop&oacute;sitopropósito: aqu&iacute;aquí hay una gallina asada que se va a perder. Ya me indigesta tanta gallina. &iquest;¿Quieres llev&aacute;rtelallevártela?</p>
<p>-&iquest;C&oacute;mo¿Cómo no? Venga.</p>
<p>-Tambi&eacute;nTambién quedaron cuatro chuletas. Ponte ha comido fuera.</p>
<p>-Vengan.</p>
<p>-&iquest;¿Te lo mando con Hilaria?</p>
<p>-No, que me lo llevo yo misma. Vamos a ver c&oacute;mocómo me arreglo. Lo pongo todo en un plato, y el plato en una servilleta... as&iacute;así; agarro mis cuatro puntas...</p>
<p>-&iquest;¿Y este pedazo de pastel?... Es riqu&iacute;simoriquísimo.</p>
<p>-Lo envuelvo en un peri&oacute;dicoperiódico, y &iexcl;¡hala, que es tarde! Y toda esta fruta, &iquest;¿para qu&eacute;qué la quiere? Pues apenas ha tra&iacute;dotraído manzanas y naranjas... Deme ac&aacute;acá... las pongo en mi pa&ntilde;uelopañuelo...</p>
<p>-Vas a ir cargada como un burro.</p>
<p>-No importa... &iexcl;¡A lo que estamos, tuerta! Ma&ntilde;anaMañana vendr&eacute;vendré por aqu&iacute;aquí, a ver c&oacute;mocómo anda esto, y a decirle a usted lo que tiene que hacer... Pero, cuidadito, que no salgamos con echarse en el surco y volver a las andadas. Porque si mi se&ntilde;oraseñora suegra se tuerce en cuanto yo vuelva la espalda, y empieza a derrochar y hacer disparates...</p>
<p>-No, no, hija... &iexcl;Qu&eacute;¡Qué cosas tienes!</p>
<p>-Claro, que si se me dice tanto as&iacute;así, yo no me meto en nada. Con su pan se lo coma, y cada palo aguante su vela. Pero yo quiero que usted tenga <i>''conduta</i>'' y no pase malos ratos, ni se vea, como hasta ahora, entre las u&ntilde;asuñas de los usureros.</p>
<p>-&iexcl;¡Ay, si cuanto dices es la pura raz&oacute;nrazón! T&uacute; s&iacute; que sabes, t&uacute; s&iacute; que vales, Juliana. Cierto que tienes el geniecillo un poco fuerte; pero &iquest;qui&eacute;n¿quién no ha de alab&aacute;rteloalabártelo, si con ese <i>''ten con ten</i>'' has domado a mi Antonio? De un perdido has hecho un hombre de bien.</p>
<p>-Porque no me achico; porque desde el primer d&iacute;adía le administr&eacute;administré el bautismo de los cinco mandamientos; porque le chillo en cuanto le veo cerdear un poco; porque le hago andar derecho como un huso, y me tiene m&aacute;smás miedo que los ladrones a la Guardia civil.</p>
<p>-&iexcl;¡Y c&oacute;mocómo te quiere!</p>
<p>-Es natural. Se hace una querer del marido, enjaret&aacute;ndoseenjaretándose los calzones como me los enjareto yo... As&iacute;Así se gobiernan las casas chicas y las grandes, se&ntilde;oraseñora, y el mundo.</p>
<p>-&iexcl;Qu&eacute;¡Qué salero tienes!</p>
<p>-Alguna sal me ha puesto Dios, sobre todo en la mollera. Ya lo ir&aacute;irá usted conociendo. Ea, que me marcho. Tengo que hacer en casa&raquo;».</p>
<p>Mientras esto hablaban suegra y nuera, en la salita Obdulia y Ponte depart&iacute;andepartían acerca de aquella, diciendo la <i>ni&ntilde;a</i>''niña'' que jam&aacute;sjamás perdonar&iacute;aperdonaría a su hermano haber tra&iacute;dotraído a la familia una persona tan ordinaria como Juliana, que dec&iacute;a<i>decía''diferiencia</i>'', <i>''petril</i>'' y otras barbaridades. No har&iacute;anharían nunca buenas migas. Al despedirse, Juliana dio besos a Obdulia, y a Frasquito un apret&oacute;napretón de manos, ofreci&eacute;ndoseofreciéndose a plancharle las camisolas, al precio corriente, y a <i>''volverle</i>'' la ropa, por lo mismo o menos de lo que le llevar&iacute;allevaría el sastre m&aacute;smás barato. Adem&aacute;sAdemás, tambi&eacute;ntambién sab&iacute;asabía ella cortar <i>''para hombre</i>''; y si quer&iacute;aquería probarlo, encarg&aacute;raleencargárale un traje, que de fijo no saldr&iacute;asaldría menos elegante que el que le hicieran los cortadores de portal que a &eacute;lél le vest&iacute;anvestían. Toda la ropa de su Antonio se la hac&iacute;ahacía ella, y que dijeran si andaba mal el chico... &iexcl;¡a ver! Pues a su t&iacute;otío Bonifacio le hab&iacute;ahabía hecho una americana que estren&oacute;estrenó para ir al pueblo (Cadalso de los Vidrios) el d&iacute;adía del Santo, y tanto gust&oacute;gustó all&iacute;allí la prenda, que se la pidi&oacute;pidió prestada el alcalde para cortar otra por ella. Dio las gracias Ponte, mostr&aacute;ndosemostrándose esc&eacute;pticoescéptico, con galanter&iacute;agalantería, en lo concerniente a las aptitudes de las se&ntilde;orasseñoras para la confecci&oacute;nconfección de ropa masculina, y la despidieron todos en la puerta, ayud&aacute;ndolaayudándola a cargarse los diversos bultos, atadijos y paquetes que gozosa llevaba.</p>
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<p>No se consolaba Do&ntilde;aDoña Paca de la ausencia de Nina, ni aun vi&eacute;ndoseviéndose rodeada de sus hijos, que fueron a participar de su ventura, y a darle parte principal de la que ellos saboreaban con la herencia. Con aquel cambio de impresiones placenteras, f&aacute;cilmentefácilmente se transportaba el esp&iacute;rituespíritu de la buena se&ntilde;oraseñora al s&eacute;ptimoséptimo cielo, donde se le aparec&iacute;anaparecían risue&ntilde;osrisueños horizontes; pero no tardaba en caer en la realidad, sintiendo el vac&iacute;ovacío por la falta de su compa&ntilde;eracompañera de trabajos. En vano la volandera imaginaci&oacute;nimaginación de Obdulia quer&iacute;aquería llev&aacute;rselallevársela, cogida por los cabellos, a dar volteretas en la regi&oacute;nregión de lo ideal. Dej&aacute;baseDejábase conducir Do&ntilde;aDoña Francisca, por su natural afici&oacute;nafición a estas correr&iacute;ascorrerías; pero pronto se volv&iacute;avolvía para ac&aacute;acá, dejando a la otra, desmelenada y jadeante, de nube en nube y de cielo en cielo. Hab&iacute;aHabía propuesto la <i>ni&ntilde;a</i>''niña''a su mam&aacute;mamá vivir juntas, con el decoro que su posici&oacute;nposición les permit&iacute;apermitía. <i>''De hecho</i>'' se separaba de Luquitas, se&ntilde;al&aacute;ndoleseñalándole una pensi&oacute;npensión para que viviera; tomar&iacute;antomarían un hotel con jard&iacute;njardín; se abonar&iacute;anabonarían a dos o tres teatros; buscar&iacute;anbuscarían relaciones y amistades de gente distinguida... &laquo;«Hija, no te corras tanto, que a&uacute;naún no sabes lo que te rentar&aacute;rentará tu mitad de la Almoraima; y aunque yo, por lo que recuerdo de esa hermosa finca, calculo que no ser&aacute;será un grano de an&iacute;sanís, bueno es que sepas qu&eacute;qué tama&ntilde;otamaño ha de tener la s&aacute;banasábana antes de estirar la pierna&raquo;».</p>
<p>Al decir esto, hablaba la viuda de Zapata con las ideas de la pr&aacute;cticapráctica Nina, que se renovaban en su mente y en ella luc&iacute;anlucían como las estrellas en el Cielo. Por de pronto, Obdulia dej&oacute;dejó su casa de la calle de la Cabeza, instal&aacute;ndoseinstalándose con su madre, movida del prop&oacute;sitopropósito de buscar pronto vivienda mejor, nuevecita y en sitio alegre, hasta que llegara el d&iacute;adía de sentar sus reales en el hotel que ambicionaba. Aunque m&aacute;smás moderada que su hija en el prurito de grandezas, sin duda por el vapuleo con que la domara la implacable experiencia, Do&ntilde;aDoña Paca se iba tambi&eacute;ntambién del seguro, y crey&eacute;ndosecreyéndose razonable, dej&aacute;basedejábase vencer de la tentaci&oacute;ntentación de adquirir superfluidades dispendiosas. Se le hab&iacute;ahabía metido entre ceja y ceja la compra de una buena l&aacute;mparalámpara para el comedor, y hasta que viese satisfecho su capricho, no pod&iacute;apodía tener sosiego la pobre se&ntilde;oraseñora. El maldito Polidura le proporcion&oacute;proporcionó el <i>''negocio</i>'', encaj&aacute;ndoleencajándole un disforme mamotreto, que apenas cab&iacute;acabía en la casa, y que, colgado en su sitio, tocaba en la mesa con sus colgajos de cristal. Como pronto hab&iacute;anhabían de tener casa de techos altos, esto no era inconveniente. Tambi&eacute;nTambién le hizo adquirir el de los caracoles unos muebles chapeados de palosanto, y algunas alfombras buenas, que tuvieron el acierto de no colocar, extendiendo s&oacute;losólo retazos all&iacute;allí donde cab&iacute;ancabían, para darse el gusto de pisar en blando.</p>
<p>Obdulia no cesaba de dar pellizcos al tesoro de su mam&aacute;mamá para adquirir tiestos de bonitas plantas, en los pr&oacute;ximospróximos puestos de la Plazuela de Santa Cruz, y en dos d&iacute;asdías puso la casa que daba gloria verla: los sucios pasillos se trocaron en vergeles, y la sala en risue&ntilde;orisueño pensil. En previsi&oacute;nprevisión de la vida de hotel, adquiri&oacute;adquirió tambi&eacute;ntambién plantas decorativas de gran tama&ntilde;otamaño, latanias, palmitos, <i>''ficus</i>'' y helechos arborescentes. Ve&iacute;aVeía Do&ntilde;aDoña Francisca con gozo la irrupci&oacute;nirrupción del reino vegetal en su triste morada, y ante tanta belleza, sent&iacute;asentía emociones propiamente infantiles, como si al cabo de la vejez volviera a jugar con los nacimientos. &laquo;&iexcl;«¡Benditas sean las flores -dec&iacute;adecía, pase&aacute;ndosepaseándose por sus encantados jardines-, que dan alegr&iacute;aalegría a las casas, y bendito sea Dios, que si no nos permite disfrutar del campo, nos consiente, <i>''por poco dinero</i>'', que traigamos el campo a casa!&raquo;».</p>
<p>Todo el d&iacute;adía se lo pasaba Obdulia cuidando sus macetas, y tanto las regaba, que en alg&uacute;nalgún momento falt&oacute;faltó poco para que se hiciera preciso atravesar a nado el trayecto desde la salita al comedor. Ponte la incitaba con sus ponderaciones y aspavientos a seguir comprando flores, y a convertir su casa en Jard&iacute;nJardín Bot&aacute;nicoBotánico, o poco menos. Por cierto que el primero y segundo d&iacute;adía de aquella vida nueva, tuvo que re&ntilde;irreñir Do&ntilde;aDoña Paca al buen Frasquito, porque siempre que sal&iacute;asalía se le olvidaba llevarle el libro de cuentas que le hab&iacute;ahabía encargado. El gal&aacute;ngalán manido se disculpaba con la muchedumbre de sus ocupaciones, hasta que una tarde entr&oacute;entró con diversos paquetes de compras, y la dama ronde&ntilde;arondeña vio entre estos el libro, del cual se apoder&oacute;apoderó al instante con ganas de inaugurar en &eacute;lél la cuenta y raz&oacute;nrazón de un porvenir dichoso. &laquo;Pasar&eacute;«Pasaré en seguida todo lo que tengo apuntado en este papelito -dijo-: lo que se trae de casa de Bot&iacute;nBotín, la ara&ntilde;aaraña, las alfombras, varias cosillas... medicamentos... en fin, todito. Y ahora, hija m&iacute;amía, a ver c&oacute;mocómo me das nota clara de tanta y tanta flor, para apuntarlas<i>''ce</i>'' por <i>''be</i>'', sin que se escape ni una hoja... Pon mucho cuidado para que salga el balance... &iquest;¿Verdad, Frasquito, que tiene que salir el balance?&raquo;».</p>
<p>Curiosa, como hembra, no pudo menos de guluzmear en los paquetes que llev&oacute;llevó Ponte. &laquo;&iquest;«¿A ver qu&eacute;qué trae usted ah&iacute;ahí? Mire que no he de permitirle tirar el dinero. Veamos: un hongo claro... Bien, me parece muy bien. A buen gusto nadie le gana. Botas altas... &iexcl;¡Hombre, qu&eacute;qué elegantes! Vaya un pie: ya querr&iacute;anquerrían muchas mujeres... Corbatas: dos, tres... Mira, Obdulia, qu&eacute;qué bonita esta verde con motas amarillas. Un cintur&oacute;ncinturón que parece un cors&eacute;corsé-faja. Bueno debe de ser esto para evitar que crezca el vientre... Y esto &iquest;qu&eacute;¿qué es?... &iexcl;¡Ah! espuelas. Pero Frasquito, por Dios, &iquest;¿para qu&eacute;qué quiere usted espuelas?</p>
<p>-Ya... es que va a salir a caballo -dijo Obdulia gozosa-. &iquest;Pasar&aacute;¿Pasará por aqu&iacute;aquí? &iexcl;¡Ay, qu&eacute;qué pena no verle!... &iquest;¿Pero a qui&eacute;nquién se le ocurre vivir en este cuartucho interior, sin un solo agujero a la calle?</p>
<p>-C&aacute;llateCállate, mujer, pediremos a la vecina, Do&ntilde;aDoña Justa, la profesora de partos, que nos permita pasar y asomarnos cuando el caballero nos ronde la calle... &iexcl;¡Ay, pobre Nina, cu&aacute;ntocuánto se alegrar&iacute;aalegraría tambi&eacute;ntambién de verle!&raquo;».</p>
<p>Explic&oacute;Explicó Ponte Delgado su inopinado renacer a la vida h&iacute;picahípica, por el compromiso en que se ve&iacute;aveía de ir al Pardo en excursi&oacute;nexcursión de recreo con varios amigos,<i>''de la mejor sociedad</i>''. &Eacute;lÉl solo iba a caballo; los dem&aacute;sdemás, a pie o en bicicleta. De las distintas clases de <i>''sport</i>'' o<i>''deportes </i>'' hablaron un rato con grande animaci&oacute;nanimación, hasta que les interrumpi&oacute;interrumpió la entrada de Juliana, la mujer de Antonio, que desde la noticia de la herencia frecuentaba el trato de su suegra y cu&ntilde;adacuñada. Era mujer garbosa, simp&aacute;ticasimpática, viva de genio, de tez blanca y magn&iacute;ficomagnífico pelo negro, peinado con arte. Cubr&iacute;aCubría su cuerpo con mant&oacute;nmantón alfombrado, y la cabeza con pa&ntilde;uelopañuelo de seda de cuarteles chillones; calzaba preciosas botinas, y sus bajos denotaban limpieza y un buen av&iacute;oavío de ropa. &laquo;&iquest;«¿Pero esto es el Retiro, o la Alameda de Osuna? -dijo al ver el enorme follaje de arbustos y flores-. &iquest;¿A qu&eacute;qué viene tanta <i>vegetaci&oacute;n</i>''vegetación''?</p>
<p>-Caprichos de Obdulia -replic&oacute;replicó Do&ntilde;aDoña Paca, que se sent&iacute;asentía dominada por el car&aacute;ctercarácter, ya en&eacute;rgicoenérgico, ya bromista, de su graciosa nuera-. Esta monoman&iacute;amonomanía de hacer de mi casa un bosque, me est&aacute;está costando un dineral.</p>
<p>-Do&ntilde;aDoña Paca -le dijo su nuera cogi&eacute;ndolacogiéndola sola en el comedor-, no sea usted tan d&eacute;bildébil de natural, y d&eacute;jesedéjese guiar por m&iacute;, que no he de enga&ntilde;arlaengañarla. Si hace caso de las bobadas de Obdulia, pronto se ver&aacute;verá usted tan perdida como antes, porque no hay pensi&oacute;npensión que baste cuando falta el arreglo. Yo suprimir&iacute;asuprimiría el bosque y las fieras... d&iacute;golodígolo por ese orangut&aacute;norangután mal <i>''pintao</i>'' que han tra&iacute;dotraído ustedes a casa, y que deben poner en la calle m&aacute;smás pronto que la vista.</p>
<p>-El pobre Ponte se va ma&ntilde;anamañana a su casa de hu&eacute;spedeshuéspedes.</p>
<p>-D&eacute;jeseDéjese llevar por m&iacute;, que entiendo del gobierno de una casa... Y no me salga con la matraca del librito de llevar cuentas. La persona que tiene el arreglo en su cabeza, no necesita apuntar nada. Yo no s&eacute; hacer un n&uacute;meronúmero, y ya ve c&oacute;mocómo me las compongo. Siga mi consejo: m&uacute;desemúdese a un cuarto baratito, y viva como una pensionista de circunstancias, sin echar humos ni ponerse a farolear. Haga lo que yo, que me estoy donde estaba, y no dejar&eacute;dejaré mi trabajo hasta que no vea claro eso de la herencia, y me entere de lo que da de s&iacute; el cortijo. Qu&iacute;teleQuítele a su hija de la cabeza lo del hotel si no quieren verse por puertas, y tome una criada que les guise, y ataje el chorro de dinero que se va todos los d&iacute;asdías a la tienda de Bot&iacute;n&raquo;Botín».</p>
<p>Conforme con estas ideas se mostraba Do&ntilde;aDoña Francisca, asintiendo a todo, sin atreverse a contradecirla ni a oponer una sola objeci&oacute;nobjeción a tan juiciosos consejos. Sent&iacute;aseSentíase oprimida bajo la autoridad que las ideas de Juliana revelaban con s&oacute;losólo expresarse, y ni la ribeteadora se daba cuenta de su influjo gobernante, ni la suegra de la pasividad con que se somet&iacute;asometía. Era el eterno predominio de la voluntad sobre el capricho, y de la raz&oacute;nrazón sobre la insensatez.</p>
<p>&laquo;«Esperando que vuelva Nina -indic&oacute;indicó t&iacute;midamentetímidamente la se&ntilde;oraseñora-, he pedido a Bot&iacute;nBotín...</p>
<p>-No piense usted m&aacute;smás en la Nina, Do&ntilde;aDoña Paca, ni cuente con ella aunque la encontremos, que ya lo voy dudando. Es muy buena, pero ya est&aacute;está caduca, mayormente, y no le sirve a usted para nada. Adem&aacute;sAdemás, &iquest;qui&eacute;n¿quién nos dice que quiere volver, si sabemos que por su voluntad se ha ido? Le gusta andar de pingo, y no har&aacute;hará usted carrera de ella como la prive de estarse la mitad del d&iacute;adía tomando medida a las calles&raquo;».</p>
<p>Para no perder ripio, insisti&oacute;insistió Juliana en la recomendaci&oacute;nrecomendación que ya hab&iacute;ahabía hecho a su suegra de una buena criada para todo. Era su prima Hilaria, joven, fuerte, limpia y hacendosa... y de fiel no se dijera. Ya ver&iacute;avería pronto la <i>''diferiencia</i>'' entre la honradez de Hilaria y las rapi&ntilde;asrapiñas de otras.</p>
<p>&laquo;&iexcl;«¡Ay!... Pero es muy buena la Nina -exclam&oacute;exclamó Do&ntilde;aDoña Paca, rebull&eacute;ndoserebulléndose bajo las garras de la ribeteadora, para defender a su amiga.</p>
<p>-Muy buena, s&iacute;, y debemos socorrerla... No faltaba m&aacute;smás... darle de comer... Pero cr&eacute;amecréame, Do&ntilde;aDoña Paca, no har&aacute;hará usted nada de provecho sin mi prima. Y para que no dude m&aacute;smás, y se quite quebraderos de cabeza, esta misma tarde, anochecido, se la mando.</p>
<p>-Bueno, hija, que venga, y se encargar&aacute;encargará de la casa... Y a prop&oacute;sitopropósito: aqu&iacute;aquí hay una gallina asada que se va a perder. Ya me indigesta tanta gallina. &iquest;¿Quieres llev&aacute;rtelallevártela?</p>
<p>-&iquest;C&oacute;mo¿Cómo no? Venga.</p>
<p>-Tambi&eacute;nTambién quedaron cuatro chuletas. Ponte ha comido fuera.</p>
<p>-Vengan.</p>
<p>-&iquest;¿Te lo mando con Hilaria?</p>
<p>-No, que me lo llevo yo misma. Vamos a ver c&oacute;mocómo me arreglo. Lo pongo todo en un plato, y el plato en una servilleta... as&iacute;así; agarro mis cuatro puntas...</p>
<p>-&iquest;¿Y este pedazo de pastel?... Es riqu&iacute;simoriquísimo.</p>
<p>-Lo envuelvo en un peri&oacute;dicoperiódico, y &iexcl;¡hala, que es tarde! Y toda esta fruta, &iquest;¿para qu&eacute;qué la quiere? Pues apenas ha tra&iacute;dotraído manzanas y naranjas... Deme ac&aacute;acá... las pongo en mi pa&ntilde;uelopañuelo...</p>
<p>-Vas a ir cargada como un burro.</p>
<p>-No importa... &iexcl;¡A lo que estamos, tuerta! Ma&ntilde;anaMañana vendr&eacute;vendré por aqu&iacute;aquí, a ver c&oacute;mocómo anda esto, y a decirle a usted lo que tiene que hacer... Pero, cuidadito, que no salgamos con echarse en el surco y volver a las andadas. Porque si mi se&ntilde;oraseñora suegra se tuerce en cuanto yo vuelva la espalda, y empieza a derrochar y hacer disparates...</p>
<p>-No, no, hija... &iexcl;Qu&eacute;¡Qué cosas tienes!</p>
<p>-Claro, que si se me dice tanto as&iacute;así, yo no me meto en nada. Con su pan se lo coma, y cada palo aguante su vela. Pero yo quiero que usted tenga <i>''conduta</i>'' y no pase malos ratos, ni se vea, como hasta ahora, entre las u&ntilde;asuñas de los usureros.</p>
<p>-&iexcl;¡Ay, si cuanto dices es la pura raz&oacute;nrazón! T&uacute; s&iacute; que sabes, t&uacute; s&iacute; que vales, Juliana. Cierto que tienes el geniecillo un poco fuerte; pero &iquest;qui&eacute;n¿quién no ha de alab&aacute;rteloalabártelo, si con ese <i>''ten con ten</i>'' has domado a mi Antonio? De un perdido has hecho un hombre de bien.</p>
<p>-Porque no me achico; porque desde el primer d&iacute;adía le administr&eacute;administré el bautismo de los cinco mandamientos; porque le chillo en cuanto le veo cerdear un poco; porque le hago andar derecho como un huso, y me tiene m&aacute;smás miedo que los ladrones a la Guardia civil.</p>
<p>-&iexcl;¡Y c&oacute;mocómo te quiere!</p>
<p>-Es natural. Se hace una querer del marido, enjaret&aacute;ndoseenjaretándose los calzones como me los enjareto yo... As&iacute;Así se gobiernan las casas chicas y las grandes, se&ntilde;oraseñora, y el mundo.</p>
<p>-&iexcl;Qu&eacute;¡Qué salero tienes!</p>
<p>-Alguna sal me ha puesto Dios, sobre todo en la mollera. Ya lo ir&aacute;irá usted conociendo. Ea, que me marcho. Tengo que hacer en casa&raquo;».</p>
<p>Mientras esto hablaban suegra y nuera, en la salita Obdulia y Ponte depart&iacute;andepartían acerca de aquella, diciendo la <i>ni&ntilde;a</i>''niña'' que jam&aacute;sjamás perdonar&iacute;aperdonaría a su hermano haber tra&iacute;dotraído a la familia una persona tan ordinaria como Juliana, que dec&iacute;a<i>decía''diferiencia</i>'', <i>''petril</i>'' y otras barbaridades. No har&iacute;anharían nunca buenas migas. Al despedirse, Juliana dio besos a Obdulia, y a Frasquito un apret&oacute;napretón de manos, ofreci&eacute;ndoseofreciéndose a plancharle las camisolas, al precio corriente, y a <i>''volverle</i>'' la ropa, por lo mismo o menos de lo que le llevar&iacute;allevaría el sastre m&aacute;smás barato. Adem&aacute;sAdemás, tambi&eacute;ntambién sab&iacute;asabía ella cortar <i>''para hombre</i>''; y si quer&iacute;aquería probarlo, encarg&aacute;raleencargárale un traje, que de fijo no saldr&iacute;asaldría menos elegante que el que le hicieran los cortadores de portal que a &eacute;lél le vest&iacute;anvestían. Toda la ropa de su Antonio se la hac&iacute;ahacía ella, y que dijeran si andaba mal el chico... &iexcl;¡a ver! Pues a su t&iacute;otío Bonifacio le hab&iacute;ahabía hecho una americana que estren&oacute;estrenó para ir al pueblo (Cadalso de los Vidrios) el d&iacute;adía del Santo, y tanto gust&oacute;gustó all&iacute;allí la prenda, que se la pidi&oacute;pidió prestada el alcalde para cortar otra por ella. Dio las gracias Ponte, mostr&aacute;ndosemostrándose esc&eacute;pticoescéptico, con galanter&iacute;agalantería, en lo concerniente a las aptitudes de las se&ntilde;orasseñoras para la confecci&oacute;nconfección de ropa masculina, y la despidieron todos en la puerta, ayud&aacute;ndolaayudándola a cargarse los diversos bultos, atadijos y paquetes que gozosa llevaba.</p>
 
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