Diferencia entre revisiones de «Una excursión: Capítulo 21»

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arreglos
Línea 33:
 
Por ejemplo:
''Epú, bicú, mucú, picú, tanqué, locó, painé, bucó, có, rotó, clá, aimé, purrá, cuerró, tucá, claó, tremen, leuquen, pichun, mincun, bitooooooon! ''
 
Supongamos que los sonidos enumerados hayan sido pronunciados con énfasis, muy ligero, sin marcar casi las comas, y que el último haya sido pronunciado tal cual está escrito a manera de una interjección prolongada hasta donde el aliento lo permite.
Línea 41:
Manda preguntar Mariano Rosas, que ¿cómo le ha ido anoche por el campo, con todos sus jefes y oficiales?
 
0, en los términos de Mora, supongamos que esa interrogación sea ''una razón''.
 
Pues bien, convertir una razón en dos, en cuatro o más razones, quiere decir, dar vuelta la frase por activa y por pasiva, poner lo de atrás adelante, lo del medio al principio, o al fin; en dos palabras, dar vuelta la frase de todos lados.
 
El mérito del interlocutor en parlamento, su habilidad, su talento, consiste en el mayor número de veces que da vuelta cada una de sus frases o razones; ya sea valiéndose de los mismos vocablos o de otros; sin alterar el sentido claro y preciso de aquéllas.
De modo que los oradores de la pampa son tan fuertes en retórica, como el maestro de gramática de Molière, que instado por el ''Bourgeois gentil-homme '', le escribió a una dama este billete: ''"Madame, vos bells yeux me font mourir d'amour" ''. Y no quedando satisfecho el interesado: ''"Vos bells yeux, madame, me font mourir d'amour" ''. Y no gustándole esto: ''"D'amour, madame, vos bells yeux me font mourir" ''. Y no queriendo lo último: ''"Me font mourir d'amour vos bells yeux, madame" ''. Con lo cual el ''Bourgeois'' se dio por satisfecho.
 
La gracia consiste en la más perfecta uniformidad en la entonación de las voces. Y, sobre todo, en la mayor prolongación de la última sílaba de la palabra final.
 
Una cantante que aprendiera el araucano haría furor entre los indios por su extensión de voz, si la tenía, y por otros motivos, de que se hablará a su tiempo. No es posible poner todo en la olla de una vez.
Esa última sílaba prolongada, no es una mera ''fioritura oratoria ''. Hace en la oración los oficios del punto final; así es que en cuanto uno de los interlocutores la inicia, el otro rumia su frase, se prepara, toma la actitud y el gesto de la réplica, todo lo cual consiste en agachar la cabeza y en clavar la vista en el suelo.
 
Hay oradores que se distinguen por su facundia; otros por su facilidad en dar vuelta una razón: éstos, por la igualdad cronométrica de su dicción; aquéllos, por la entonación cadenciosa; la generalidad por el poder de sus pulmones para sostener, lo mismo que si fuera una nota de música, la sílaba que remata el discurso.
Línea 75:
Decididamente, hoy estoy fatal para las digresiones. Tomé el hilo más arriba y me apercibo que lo he vuelto a dejar. Para dejarlo del todo, me falta decir lo que es la conversación en junta.
 
Es un acto muy grave y muy solemne. Es una cosa muy parecida al parlamento de un pueblo libre, a nuestro congreso, por ejemplo. La civilización y la barbarie se dan la mano; la humanidad se salvará porque los extremos se tocan. Y por más que digan que los extremos son viciosos, yo sostengo que eso depende de la clase de ''extremos ''. Será malo, irritante, odioso ser en extremo avaro; pero ¿quién puede tachar a un caballero por ser en extremo generoso? Será una calamidad para una mujer ser en extremo fea. Pero ¿qué mujer sostendrá que es una desgracia ser en extremo hermosa?
 
¡Cuando he dicho que estoy fatal para las digresiones!
Línea 99:
-¿Cómo se llaman los números en la lengua de los indios?
 
Mora no entendió bien la pregunta. El sabía perfectamente bien lo que quería decir ''cuatro '', pero ignoraba qué era ''número ''.
 
Le dirigí la interpelación en otra forma, y el resultado fue que mis lectores mañana, y tú después, Santiago amigo, sabrán contar en una lengua más:
 
Uno - ''quiñé ''.
 
Dos - ''epú ''.
 
Tres - ''cla ''.
 
Cuatro - ''meli ''.
 
Cinco - ''quechú ''.
 
Seis - ''caiu ''.
 
Siete - ''relgué ''.
 
Ocho - ''purrá ''.
 
Nueve - ''ailliá ''.
 
Diez - ''marí ''.
 
Cien - ''pataca ''.
 
Mil - ''barranca ''.
 
Ahora, cincuenta se dice ''quechú-marí ''; doscientos, ''epú-pataca ''; ocho mil, ''purrá-barranca ''; y cien mil, ''pataca-barranca ''.
 
Y esto prueba dos cosas:
 
1º Que teniendo la noción abstracta del número comprensivo de infinitas unidades, como un millón, que en su lengua se dice ''marí-pataca-barranca '', estos bárbaros no son tan bárbaros ni tan obtusos como muchas personas creen.
 
2º Que su sistema de numeración es igual al teutónico, según se ve por el ejemplo de ''quechú-marí '', que vale tanto como cincuenta, pero que gramaticalmente es ''cinco-diez ''.
 
Si hay quien se haya afligido porque nuestro sistema parlamentario se parece al de los ranqueles, ¡consuélese, pues!