Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Sexta Parte/Capítulo V»

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Línea 148:
‑No iba a dejar que todo el mundo oyera lo que decíamos. Estoy muy lejos de burlarme. Lo que ocurre es que estoy cansado de hablar en este tono. ¿Adónde se propone usted ir? ¿Es que quiere entregar a su hermano a la justicia? Piense que usted puede enloquecerlo y dar lugar a que se entregue él mismo. Sepa usted que le vigilan, que le siguen los pasos. Espere. Ya le he dicho que le he visto hace un rato y que he hablado con él. Todavía podemos salvarlo. Espere; siéntese y vamos a estudiar juntos lo que se puede hacer. La he hecho venir para que hablemos tranquilamente. Siéntese, haga el favor.
 
¿Cómo va usted a salvarlo? ¿Acaso tiene salvación?
 
Dunia se sentó. Svidrigailof ocupó otra silla cerca de ella. ‑Eso depende de usted, de usted, sólo de usted ‑dijo en un susurro.
 
‑Eso depende de usted, de usted, sólo de usted ‑dijo en un susurro.
Sus ojos centelleaban. Su agitación era tan profunda, que apenas podía articular las palabras. Dunia retrocedió, inquieta. El prosiguió, temblando:
 
Sus ojos centelleaban. Su agitación era tan profunda, que apenas podía articular las palabras. Dunia retrocedió, inquieta. ElÉl prosiguió, temblando:
 
‑De usted depende... Una sola palabra de usted, y lo salvaremos. Yo... yo lo salvaré. Tengo dinero y amigos. Le mandaré en seguida al extranjero. Sacaré un pasaporte para mí...; no, dos pasaportes: uno para él y otro para mí. Tengo amigos, hombres influyentes... ¿Quiere...? Sacaré también un pasaporte para usted..., y otro para su madre... Usted no necesita para nada a Rasumikhine. Yo la amo tanto como él. Yo la amo con todo mi ser... Déme el borde de su falda para besarlo, démelo. El susurro de su vestido me enloquece. Usted me mandará y yo la obedeceré. Sus creencias serán las mías. Haré todo, todo lo que usted quiera... No me mire así, por favor. ¿No ve usted que me está matando?
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‑Si eso fuera verdad, sólo lo habría hecho por ti: tú habrías sido la causa.
 
‑¡Mientes! Yo siempre lote he odiado, ¡siempre!
 
‑Por lo visto, Avdotia Romanovna, usted se ha olvidado de que, cuando trataba de convertirme, se inclinaba sobre mí y me dirigía lánguidas miradas. Yo, entonces, la miraba fijamente a los ojos, ¿recuerda...? La noche..., el claro de luna... Un ruiseñor cantaba...
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‑¡Pronto, pronto! ‑exclamó Svidrigailof sin hacer el menor movimiento, pero dando a sus palabras un tono terrible.
 
Dunia no se lo hizo repetir. Con la llave en la mano, corrió hacia la puerta, la abrió precipitadamente y salió a toda prisa. Un instante después corría como una loca a lo largo del canal en dirección al puente de ..***.
 
Svidrigailof permaneció todavía tres minutos ante la ventana. Después se volvió lentamente, dirigió una mirada en torno a él y se pasó la mano por la frente. Una sonrisa horrible crispó sus facciones, una lastimosa sonrisa que expresaba impotencia, tristeza y desesperación. Su mano se manchó de sangre. Se la miró con un gesto de cólera. Luego mojó una toalla y se lavó la sien. El revólver arrojado por Dunia había rodado hasta la puerta. Lo recogió y empezó a examinarlo. Era pequeño, de tres tiros y de antiguo modelo. Aún quedaba en él una bala. Tras un momento de reflexión, se lo guardó en el bolsillo, cogió el sombrero y se marchó.