Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Segunda Parte/Capítulo I»

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Línea 166:
El fuerte sol le cegó y le produjo vértigos. Los ojos le dolían hasta el extremo de que no podía abrirlos. (Así les ocurre en los días de sol a todos los que tienen fiebre.)
 
Al llegar a la esquina de la calle que había tomado el día anterior dirigió una mirada furtiva y angustiosa a la casa... y volvió enseguidaen seguida los ojos.
 
«Si me interrogan, tal vez confiese», pensaba mientras se iba acercando a la comisaría.
Línea 278:
Raskolnikof se quedó tan estupefacto al ver tratar de aquel modo a la elegante dama, que se le cayó el papel que tenía en la mano. Sin embargo, no tardó en comprender el porqué de todo aquello, y la cosa le pareció sobremanera divertida. Desde este momento escuchó con interés y haciendo esfuerzos por contener la risa. Su tensión nerviosa era extraordinaria.
 
‑Bueno, bueno, Ilia Petrovitch... ‑empezó a decir el secretario, pero enseguidaen seguida se dio cuenta de que su intervención sería inútil: sabía por experiencia que cuando el impetuoso oficial se disparaba, no había medio humano de detenerle.
 
En cuanto a la bella dama, la tempestad que se había desencadenado sobre ella empezó por hacerla temblar, pero ‑cosa extraña‑ a medida que las invectivas iban lloviendo sobre su cabeza, su cara iba mostrándose más amable, y más encantadora la sonrisa que dirigía al oficial. Multiplicaba las reverencias y esperaba impaciente el momento en que su censor le permitiera hablar.