Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Quinta Parte/Capítulo IV»

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Línea 364:
‑No seas niña, Sonia ‑respondió dulcemente Raskolnikof‑. ¿Quién es esa gente para juzgar mi crimen? ¿Qué podría decirles? Su autoridad es pura ilusión. Dan muerte a miles de hombres y ven en ello un mérito. Son unos bribones y unos cobardes, Sonia... No iré. ¿Qué quieres que les diga? ¿Que he escondido el dinero debajo de una piedra por no atreverme a quedármelo? ‑Y añadió, sonriendo amargamente‑: Se burlarían de mí. Dirían que soy un imbécil al no haber sabido aprovecharme. Un imbécil y un cobarde. No comprenderían nada, Sonia, absolutamente nada. Son incapaces de comprender. ¿Para qué ir? No, no iré. No seas niña, Sonia.
 
‑Tu vida será un martirio ‑dijo la joven, tendiendo hadahacia él los brazos en una súplica desesperada.
 
‑Tal vez me haya calumniado a mí mismo ‑dijo, absorto y con acento sombrío‑. Acaso soy un hombre todavía, no un gusano, y me he precipitado al condenarme. Voy a intentar seguir luchando.
Línea 380:
‑¡Oh! ‑exclamó Sonia, aterrada.
 
‑Pero ¿qué te pasa? ¿Por qué gritas? Quieres que vaya a presidio, y ahora te asustas. ¿De qué? Pero escucha: no me dejaré atrapar fácilmente. Les daré trabajo. No tienen pruebas. Ayer estuve verdaderamente en peligro y me creí perdido, pero hoy el asunto parece haberse arreglado. Todas las pruebas que tienen son armas de dos filos, de modo que los cargos que me hagan no puedo presentarlos de forma que me favorezcan, ¿comprendes? Ahora ya tengo experiencia. Sin embargo, no podré evitar que me detengan. De no ser por una circunstancia imprevista, ya estaría encerrado. Pero aunque me encarcelen, habrán de dejarme en libertad, pues ni tienen pruebas ni las tendrán, te doy mi palabra, y por simples sospechas no se puede condenar a un hombre... Anda, siéntate... Sólo te he dicho esto para que estés prevenida... En cuanto a mi madre y a mi hermana, ya arreglaré las cosas de modo que no se inquieten ni sospechen la verdad... Por otra parte, creo que mi hermana está ahora al abrigo de la necesidad y, por lo tanto, también mi madre... Esto es todo. Cuento con tu prudencia. ¿Vendrás a verme cuando esté detenido?
 
‑¡Sí, sí!