Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Segunda Parte/Capítulo VII»

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Línea 302:
‑Yo me desmayé ‑dijo Raskolnikof‑ porque no pude resistir el calor asfixiante que hacía allí, ni el olor a pintura.
 
‑No hace falta buscar explicaciones. ¡Qué importa el olor a pintura! Tú llevabas enfermo todo un mes; Zosimof así lo afirma... ¡Ah! No puedes imaginarte la confusión de ese bobo de Zamiotof. «Yo no valgo ‑ha dicho‑ ni el dedo meñique de ese hombre.» Es decir, del tuyo. Ya sabes, querido, que él da a veces pruebas de buenos sentimientos. La lección que ha recibido hoy en el Palacio de Cristal ha sido el colmo de la maestría. Tú has empezado por atemorizarlo, pero atemorizarlo hasta producirle escalofríos. Le has llevado casi a admitir de nuevo esa monstruosa estupidez, y luego, de pronto, le has sacado la lengua... Ha sido perfecto. Ahora se siente apabullado, pulverizado. Eres un maestro, palabra, y ellos han recibido lo que merecen. ¡Qué lástima que yo no haya estado allí! Ahora él te estaba esperando en mi casa con ávida impaciencia. Porfirio también está deseoso de conocerte.
 
‑¿También Porfirio...? Pero dime: ¿por qué me han creído loco?
Línea 320:
‑Pero ¿no lo ves? ¡Hay luz en mi habitación! ¿No la ves por la rendija?
 
Estaban en el penúltimo tramo, ante la puerta de la patrona, y desde allí se podía ver, en efecto, que en la habitación de Raskolnikof había luz. .
 
‑¡Qué raro! ¿Será Nastasia? ‑dijo Rasumikhine.
Línea 336:
Empezaron a subir los últimos escalones, mientras Rasumikhine no podía menos de pensar que Zosimof tenía tal vez razón.
 
«A lo mejor, lo he trastornado con mi charla», se dijo.
 
Ya estaban cerca de la puerta, cuando, de súbito, oyeron voces en la habitación.