Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Sexta Parte/Capítulo II»

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Línea 54:
No pudo terminar: le faltaba el aliento. Escuchaba con una turbación indescriptible a aquel hombre que había cambiado tan radicalmente de juicio. No podía dar crédito a sus oídos y buscaba ávidamente el sentido exacto de sus ambiguas palabras.
 
‑¿Rasumikhine? ‑exclamó Porfirio Petrovitch, que parecía muy satisfecho de haber oído, al fin, decir algo a Raskolnikof‑. ¡Je, je, je! De algún modo tenía que deshacerme de él, que es completamente ajeno a este asunto. Se presentó en mi casa descompuesto... En fin, dejémoslo aparte. Respecto a Mikolka, ¿quiere usted saber cómo es, o, por lo menos, la idea que yo me he forjado de él? Ante todo, es como un niño. No ha llegado aún a la mayoría de edad. Y no diré que sea un cobarde, pero sí que es impresionable como un artista. No, no se ría de mi descripción. Es ingenuo y en extremo sensible. Tiene un gran corazón y un carácter singular. Canta, baila y narra con tanto arte, que vienen a verle y oírle de las aldeas vecinas. Es un enamorado del estudio, aunque se ríe como un loco por cualquier cosa. Puede beber hasta perder el conocimiento, pero no porque sea un borracho, sino porque se deja llevar como un niño. No cree que cometiera un robo apropiándose el estuche que se encontró. « Lo cogí del suelo ‑dijo‑. Por lo tanto, puedo quedarme con él.» Pertenece a una secta cismática..., bueno, no tanto como cismática, y era un fanático. Pasó dos años con un ermitaño. Según cuentan sus camaradas de Zaraisk, era un devoto exaltado y quería retirarse también a una ermita. Pasaba noches enteras rezando y leyendo los libros santos antiguos. Petersburgo ha ejercido una gran influencia en él. Las mujeres, el vino..., ¿comprende? Es muy impresionable, y esto le ha hecho olvidar la religión. Me he enterado de que un artista se interesó por él y le daba lecciones. Así las cosas, llegó el desdichado asunto. El pobre chico perdió la cabeza y se puso una cuerda en el cuello. Un intento de evasión muy natural en un pueblo que tiene una idea tan lamentable de la justicia. Hay personas a las que la simple palabra « juicio» produce verdadero terror. ¿De quién es la culpa? Ya veremos lo que hacen los nuevos tribunales. Quiera Dios que todo vaya bien...
 
»Una vez en la cárcel, Mikolka ha vuelto a su anterior misticismo. Se ha acordado del ermitaño y ha abierto de nuevo la Biblia. ¿Sabe usted, Rodion Romanovitch, lo que es la expiación para ciertas personas? Es una simple sed de sufrimiento, y si este sufrimiento lo imponen las autoridades, mejor que mejor. Conocí a un preso que era un ejemplo de mansedumbre. Estuvo un año en la cárcel y todas las noches leía la Biblia. Y un día, sin motivo alguno, arrancó un trozo de hierro de la estufa y lo arrojó sobre un guardián, aunque tomando precauciones para no hacerle ningún daño. ¿Sabe usted la suerte que se reserva a un preso que ataca con un arma cualquiera a un guardián de la cárcel? Aquel hombre obró tan sólo llevado de su sed de expiación.
Línea 118:
‑No me interesa ‑dijo como si no quisiera seguir hablando con Porfirio Petrovitch‑. No necesito para nada su disminución de pena.
 
‑¡Vaya! Esto es lo que me temía ‑exclamó Porfirio como a pesar suyo‑. Sospechaba que iba usted a desdeñar nuestra indulgencia.
 
Raskolnikof le miró con expresión grave y triste.