Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Sexta Parte/Capítulo II»

Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Sin resumen de edición
Línea 22:
«¿Adónde querrá ir a parar?», se preguntaba Raskolnikof, asombrado y devorando a Porfirio con los ojos.
 
‑Yo creo que lo mejor que podemos hacer es ser francos ‑‑continuó‑continuó Porfirio Petrovitch, volviendo un poco la cabeza y bajando la vista, como si temiera turbar a su antigua víctima y quisiera demostrarle su desdén por los procedimientos y las celadas que había utilizado‑. Estas sospechas, estas escenas, no deben repetirse. Si no hubiera sido por Mikolka, que llegó y puso fin a aquella escena, no sé cómo habrían terminado las cosas. Ese maldito papanatas estaba escondido detrás del tabique. Ya lo sabe usted, ¿verdad? Me enteré de que había venido a su casa inmediatamente después de aquella escena. Pero usted se equivocó en sus suposiciones. Yo no mandé a buscar a nadie aquel día y no había tomado medida alguna. Usted se preguntará por qué razón no lo hice. Pues... no sé cómo explicárselo. Me limité a citar a los porteros, a los que usted vio al pasar. Una idea, rápida como un relámpago, había acudido a mi imaginación. Yo estaba demasiado seguro de mí mismo, Rodion Romanovitch, y me decía que si lograba apresar un hecho, aunque fuera renunciando a todo lo demás, obtendría el resultado que deseaba.
 
»Usted tiene un carácter en extremo irascible, Rodion Romanovitch, incluso demasiado. Es un rasgo predominante de su naturaleza, que yo me jacto de conocer, por lo menos en parte. Yo me dije que no es cosa corriente que un hombre nos arroje sin más ni más la verdad a la cara. Sin duda, esto puede hacerlo un hombre que esté fuera de sí, pero este caso es excepcional. Yo me hice este razonamiento: "Si pudiese arrancarle el hecho más insignificante, la más mínima confesión, con tal que fuera una prueba palpable, algo distinto, en fin, a estos hechos psicológicos..." Pues yo estaba seguro de que si un hombre es culpable, uno acaba siempre por arrancarle una prueba evidente. Di por descontado los resultados más sorprendentes. Dirigía mis golpes a su carácter, Rodion Romanovitch, a su carácter sobre todo. Le confieso que confiaba demasiado en usted mismo.