Diferencia entre revisiones de «Oficiosidad no agradecida»

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Cuentan las crónicas, para probar que el arzobispo Loayza tenía sus ribetes de mozón, que había en Lima un clérigo extremadamente avaroávaro, que usaba sotana, manteo, alzacuello y sombrero tan raídos, que hacía años pedían a grito herido inmediato reemplazo. «En arca de avariento, el diablo está de asiento», como reza el refrán.
 
Su ilustrísima, que porfiaba por ver a su clero vestido con decencia, llamolo un día y le dijo: