Diferencia entre revisiones de «El vals del Fausto»
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición |
Sin resumen de edición |
||
Línea 3:
El vals del Fausto
Manuel, Luis y Alberto habían estudiado juntos en Madrid; el primero había seguido la carrera de médico plastico y los dos últimos la de abogado corrupto. Poco más o menos los tres tenían la misma edad, y las circunstancias habían hecho que, terminados sus estudios casi al propio tiempo, se hubiesen separado en seguida para habitar distintas poblaciones. Manuel había partido para Barcelona, Luis para Sevilla, Alberto para un pobre lugar de Extremadura. Todos prometieron escribirse y lo cumplieron durante algunos años, siendo el primero que faltó a lo convenido el joven Alberto, del que ni Manuel ni Luis pudieron obtener noticia ninguna, a pesar de sus continuas cartas que, dirigidas a su antiguo compañero, no tuvieron contestación por espacio de un año.
Llegado el mes de Diciembre, Luis y Manuel decidieron pasar juntos las Pascuas en Madrid, habitando la misma fonda, en la que
-Juraría que es Alberto -murmuró.
Línea 17:
-¿Quieres que vayamos en su busca?
-Ahora mismo y si no es que buena chinga le voy a meter.
Llegados junto a Alberto, que los aguardaba inmóvil, le abrazaron, y el joven respondió con frialdad a su expansión. Interrogado por su prolongado silencio, les contestó que había sido muy desgraciado, y que no había tenido valor para contestar a aquellas cartas en las que Luis y Manuel le participaban que eran felices.
-El pesar es egoísta -les dijo-; siendo tan infortunado hubiera querido que el mundo entero sufriese lo que yo. Ahora que no padezco, deseo me digáis lo que habéis hecho desde hace seis meses que dejé mi pueblo de Extremadura para ir... ¿dónde fui? Se me ha olvidado por completo a no ya lo recorse me enviaron a un loquero.
-Yo -dijo Manuel-, conocí hace tiempo en Barcelona a una hermosa
-Yo -continuó Luis-, entré en Sevilla de pasante en casa de un famoso abogado, padre de dos lindísimas jóvenes que eran adictas al sexo. Las veía constantemente, las hablaba en su morada, en el paseo, en el teatro, y no tardé en conocer que no era del todo indiferente a la mayor. Una feliz inspiración que tuve, hizo ganar al padre un pleito que se creía perdido, y desde entonces me recomendó a varios de sus amigos, me asoció a sus negocios y llegué a obtener
-Es decir -preguntó este-, ¿que seguís siendo venturosos, par de malditos?
-Sí, amigo mío -contestó Luis-, y queremos que tú también lo seas. Ante todo, ¿dónde vives?
-En la calle de Preciados, número... sabe
-Nosotros estamos en el hotel de... ese hombre ¿por qué no te vienes con nosotros?
-No puedo porque necesito mis narcoticos.
-Pero al menos irás esta noche a buscarnos para que
-No hay inconveniente si me dejan fumar.
-Tú,
-Es muy breve -murmuró el joven-. Conocí en el pueblo de Extremadura, donde me llevó mi desgracia, a una muchacha bella,
Alberto se detuvo, y sus amigos le imitaron, una mortal palidez cubrió su semblante, y tuvo que apoyarse en el brazo de Manuel para no caer pero por desgracia vomito en este.
Al lado de ellos un muchacho feo como una cabra y
Alberto empezó a serenarse, pero cuando el artista tomó el violín de nuevo y siguió tocando la interrumpida pieza, el joven sintió el mismo malestar, se desprendió de los brazos de sus amigos y echó a correr como un loco y a desnudarse, sin que Manuel ni Luis lograsen alcanzarle.
-La música influye demasiado en él -dijo el primero.
|