Diferencia entre revisiones de «Periódico El Hurón - Número I»

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m ortografía
Línea 9:
Por eso estábamos convencidos de que antes de entrar en la reina de las operaciones y de las personas correspondía desenvolver el sistema que las dirige: estábamos convencidos pero no resueltos. El terrible secreto comprende un complot el más espantoso que produjeron las revoluciones, la herida más cruel que puede hacerse al corazón de los pueblos; nosotros deseamos cerrarla, si fuese posible, sin abrirla; ahorrar una escena de horror y escándalo a la nación y a la historia y dar tiempo a muchos ilusos que figuran en ella; como aspirábamos más a la reforma que al castigo de los delincuentes, queríamos que nuestro prospecto fuese un aviso saludable que enseñándoles el riesgo les impeliese a separarse de la senda del error; y hubo momentos en que nos prometimos un triunfo: ¡que insensatos fuimos!
 
La publicación del prospecto ha producido un desengaño fatal: lejos de arrepentirse los malvados, se volvieron furiosos; yo los vi en sus orgías <ref> Así pueden llamarse con propiedad las reuniones del club aristócrata, donde los excesos de la intemperancia acompañan regularmente el calor de las discusiones. </ref>; yo vi pintado en sus rostros el orgullo y el despecho; oí sus discursos sacrílegos; todo era sangre y venganza; todo proscripción y muerte; aquí un ministro del Evangelio trasformado en ''Sans Culotte'' gritaba con voz descompuesta el exterminio de los ciudadanos; allí un militar de rango, poco diestro en la ciencia delosde los generales, proponía el aumento de espías asalariados; más allá un miembro de justicia dictaba el robo y el asesinato, ofreciendo venenos y puñales; en medio de todos se distinguía un miserable mercenario <ref> Don Vicente Chilavert. </ref> abriendo dictamen sobre altos negocios de Estado; uno disponía de los ejércitos, otro de los gobiernos; nada había sagrado para los Jacobinos de Sud América; la religión misma y el altar debían servir su ambición devoradora. Si nos descubren somos perdidos; perezcan los que intentan ilustrar a los pueblos; perezcan los pueblos mismos antes que hacernos el blanco de su venganza; y cuando el riesgo se aumente, cuando no haya otro recurso, precipitemos los sucesos; pruebe la soberbia Buenos Aires la suerte de la Banda Oriental y conservemos nosotros el fruto de nuestros trabajos. Este era el voto del club aristócrata: al oírle, al observar aquel horroroso espectáculo, me pareció que me hallaba en un club de bestias feroces que, ya cubiertas de sangre, se preparaban a despedazar nuevas víctimas y disputarse los fragmentos de la patria abatida sobre los cadáveres de sus mejores hijos. Huí espantado de aquel lugar execrable y desahogando mi dolor en el silencio del recogimiento, exclamé trasportado: amada patria mía, ¿será en vano que la fortuna te presentase por enemiga una nación degradada e imbécil, que las grandes potencias fijen la atención en el resultado de tus esfuerzos, que los ciudadanos sacrifiquen sus bienes y sus vidas por tus triunfos y que se hayan concedido los de Chacabuco y Maipú? ¿Habrán de fenecer tus glorias y tu esperanza, no al impulso de enemigos exteriores, sino por la intriga y ambición de los tigres que alimentas en tu seno? Si tal es tu triste destino, no será mío conocerlos y ocultarlos: yo los delataré ante el pueblo soberano, descubriéndoles prepararé su castigo y haré que la historia mande sus nombres a la posteridad envueltos en odio y en execración.
 
Voy a cumplir este voto sagrado. ¡Temblad, tiranos! El velo que os encubre va a rasgarse para siempre.