Diferencia entre revisiones de «Una excursión: Capítulo 17»

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Línea 25:
Cuando la vislumbre del fogón me anunció que mis órdenes estaban cumplidas, hube de levantarme.
 
Seguí ''morrongueando'' y contemplando las estrellas que tachonaban el firmamento, anunciando ya su trémula luz la proximidad del rey del día, hasta que sentí hervir el agua.
 
Levantéme, sentéme al lado del fogón y mientras mi gente dormía como unos bienaventurados, yo apuraba la caldera, junto con Carmen, echándonos al coleto sendos mates de café.
Línea 84:
Cuando salía el sol, se presentó un mensajero de Caniupán, y después de darme los buenos días con muchísima política, de preguntarme si había dormido bien, si no había habido novedad, si no había perdido algunos caballos, me notificó que el capitanejo vendría a visitarme al rato. Devolví los saludos y contesté que estaba pronto.
 
El mensajero pidió cigarros, aguardiente, yerba, ''achúcar '', ''achúcar '', se lo dieron y se marchó.
 
Poco a poco fueron llegando ''visitantes '', o mejor dicho curiosos, porque no se bajaban del caballo, sino que, echados sobre el pescuezo, se quedaban largo rato así mirándonos, y luego se marchaban diciendo algunas veces: Adiós, amigo; pidiendo otros un cigarro.
 
La visita anunciada llegó a las dos horas. Le acompañaban veintitantos indios. Se apeó del caballo, después de saludar cortésmente, me dio un mensaje de Mariano Rosas y tomó asiento en el suelo a mi lado, pidiéndome con la mayor familiaridad un cigarro.
Arméselo, encendílo yo mismo, y se lo puse en la boca por decirlo así.
 
Mariano Rosas me invitaba a cambiar de campamento, a avanzar una legua; y me pedía disculpas. El comisionado le disculpaba por su cuenta confidencialmente, diciéndome que estaba ''achumado'' (ebrio).
 
Mandé tomar caballos y ensillar, y como el terreno era muy quebrado, durante la operación se distrajeron los caballerizos y me robaron dos pingos.
 
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Sujetaron ellos para esperarnos. Yo seguí al tranco, y al ponerme a su altura piqué el caballo, le apliqué un fuerte rebencazo y gritándoles a los míos: ¡al galope!, galopamos todos, y digo todos, hablando con propiedad, porque también los indios galoparon poniéndose Caniupán a la par mía.
 
El punto a donde nos dirigimos era la Laguna de Calcumuleu, que quiere decir ''agua en que viven brujas ''. Distaba una legua larga de Aillancó Y quedaba como a seiscientos metros de la orilla del monte de Leubucó.
 
De consiguiente, poco demoramos en llegar.