Diferencia entre revisiones de «Una excursión a los indios ranqueles/XI»

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Es de advertir que del Cuero salen dos caminos.
 
Uno va por Lonco-uaca - ''lonco'' quiere decir cabeza y ''uaca'' vaca, y otro por Bayo-manco, que al ocuparme de la lengua ranquelina se verá lo que quiere decir.
 
Estos dos caminos se reúnen en Utatriquin, y de allí la rastrillada sigue sin bifurcarse hasta la Laguna Verde.
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Allí nos quedamos ayer esperando las mulas, Santiago amigo.
Te cumpliré, pues, cuanto antes mi oferta, para poder seguir viaje y llegar hoy siquiera a Laquinhan, que es donde me propongo dormir.
 
Estamos a orillas del Cuero, del famoso Cuero, a donde no pudo llegar el general Emilio Mitre, cuando su expedición, por ignorancia del terreno, costándole esto el desastre sufrido. Y sin embargo, llegó a Chamalcó, y de allí contramarchó dejando el Cuero seis leguas al norte.
 
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Estos montes del Cuero se extienden por muchísimas leguas de norte a sur y de naciente a poniente; llegan al río Chalileo, lo cruzan, y con estas interrupciones van a dar hasta el pie de la Cordillera de los Andes.
 
A la orilla de ellos vivía el indio Blanco, que no es ni cacique, ni capitanejo, sino lo que los indios llaman ''indio gaucho ''. Es decir, un indio sin ley ni sujeción a nadie, a ningún cacique mayor, ni menos a ningún capitanejo; que campea por sus respetos; que es aliado unas veces de los otros, otras enemigo; que unas veces anda a monte, que otras se ''arrima'' a la toldería de un cacique; que unas anda por los campos ''maloqueando '', invadiendo, meses enteros seguidos; otras por Chile comerciando, como ha sucedido últimamente.
 
Toda la fuerza de este indio, temido como ninguno en las fronteras de Córdoba y de San Luis, y tan baqueano de ellas como de las demás, se componía en la época a que voy a referirme, de unos ocho o diez compañeros de averías.
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Le escribí a mi amigo don Pastor Hernández, comandante militar del Departamento del Río Cuarto, hombre tan penetrante como laborioso y constante, que necesitaba conchabar media docena de pícaros, siendo de advertir que prefería la destreza a la audacia, en una palabra, ladrones.
 
Hernández no se hizo esperar. A los pocos días presentáronse seis conciudadanos de la falda de la sierra, con una carta, y encabezándolos, uno denominado el ''Cautivo''.
 
Los fariseos que crucificaron a Cristo no podían tener unas fachas de forajidos más completas.
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-Conque, ¿quieren ustedes conchabarse?
 
-Cómo úsia quiera -contestó el ''Cautivo '', con esa tonada cordobesa que consiste en un pequefio secreto -como lo puede ver el curioso lector o lectora-: en cargar la pronunciación sobre las letras acentuadas y prolongar lo más posible la vocal o primera sílaba.
 
En haciendo esto ya es uno cordobés. No hay más que ensayarlo.
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Fue esto en Chascomús.
 
¿Y qué detenía entonces a los ''Voluntarios de la Pampa '', que así se llamaron al fin; qué los arredraba?
 
¡Ah! es triste decirlo. Pero es verdad, y hay que decirlo, para enseñanza de las jóvenes generaciones en cuyas manos está el porvenir, las que nos salvarán a nosotros, aspirantes de la intolerancia y del odio, enanos del patriotismo que recompensa bien, héroes del siglo de oro.
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Ellos tenían bastante sagacidad para comprender que yendo a robarle a cualquiera, por mi orden, yo me hacía su cómplice.
 
Yendo a robarles a los indios, el juego cambiaba de aspecto; tenían que ir como soldados. Llegaron tal vez a imaginarse que era una jugada mía para reclutarlos.
 
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Les hice entender que eran hombres libres; que podían conchabarse o no; que nadie les obligaba; que podían retirarse si querían.
 
Se convencieron de que no había en el conchabo más riesgo que el de la vida, y se arregló todo.
 
Les di buenos caballos, los vestí, les di carabinas de las que hicieron ''recortados'' y una lata de caballería para llevar entre las caronas.
 
Y partieron...
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Mis órdenes eran robarle al indio Blanco.
 
El ''Cautivo'' era baqueano del Cuero.
 
Lo que trabajasen sería para ellos.
 
Volvieron con ''algo ''. No se trabaja y se expone el cuero sin provecho, discurren los menos calculadores.
 
Se repitió la excursión, tres veces más hasta que el indio Blanco se alejó. El no podía calcular, detrás de los ''Voluntarios de la Pampa '', cuántos más iban.
 
Confieso que al mandar aquellos diablos a una correría tan azarosa, me hice esta reflexión: si los pescan o los matan poco se pierde.
Fue una de las causas que me hizo no recurrir a los pobres soldados.
 
Los ''Voluntarios de la Pampa'' acabaron por hacerme a mí un robo.
 
Los tomé y por todo castigo les dije, devolviéndoselos a Hernández: