Diferencia entre revisiones de «Crimen y castigo (tr. anónima)/Tercera Parte/Capítulo I»

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Línea 38:
‑¡Dios mío! ‑exclamó Pulqueria Alejandrovna.
 
‑Piensa lo que dices, Rodia; =-replicó Avdotia Romanovna, con una cólera que consiguió ahogar en seguida‑. Sin duda, tu estado no lo permite... Estás fatigado ‑terminó con acento cariñoso.
 
‑¿Crees que deliro? No: tú te quieres casar con Lujine por mí. Y yo no acepto tu sacrificio. Por lo tanto, escríbele una carta diciéndole que rompes con él. Dámela a leer mañana, y asunto concluido.
Línea 118:
‑Escuche, señor Rasumikhine ‑‑comenzó a decir Pulqueria Alejandrovna‑. Se olvida usted...
 
‑Sí, sí; tiene usted razón ‑se excusó el estudiante‑; me he olvidado de algo que no debí olvidar, y estoy verdaderamente avergonzado. Pero usted no debe guardarme rencor porque haya hablado así, pues he sido franco. No crea que lo he dicho por... No, no; eso sería una vileza... Yo no lo he dicho para... No, no me atrevo a decirlo... Cuando ese hombre vino a ver a Rodia, comprendimos muy pronto que no era de los nuestros. Y no porque se habíahubiera hecho rizar el pelo en la peluquería, ni porque alardeabaalardease de sus buenas relaciones, sino porque es mezquino e interesado, porque es falso y avaro como un judío. ¿Creen ustedes que es inteligente? Pues se equivocan: es un necio de pies a cabeza. ¿Acaso es ése el marido que le conviene...? ¡Dios santo! Óiganme ‑dijo, deteniéndose de pronto, cuando subían la escalera‑: en mi casa todos están borrachos, pero son personas de nobles sentimientos, y, a pesar de los absurdos que decimos (pues yo los digo también), llegaremos un día a la verdad, porque vamos por el buen camino. En cambio, Piotr Petrovitch..., en fin, su camino es diferente. Hace un momento he insultado a mis amigos, pero los aprecio. Los aprecio a todos, incluso a Zamiotof. No es que sienta por él un gran cariño, pero sí cierto afecto: es una criatura. Y también aprecio a esa mole de Zosimof, pues es honrado y conoce su oficio... En fin, basta de esta cuestión. El caso es que allí todo se dice y todo se perdona. ¿Estoy yo también perdonado aquí? ¿Sí? Pues adelante... Este pasillo lo conozco yo. He estado aquí otras veces. Allí, en el número tres, hubo un día un escándalo. ¿Dónde se alojan ustedes? ¿En el número ocho? Pues cierren bien la puerta y no abran a nadie... Volveré dentro de un cuarto de hora con noticias, y dentro de media hora con Zosimof. Bueno, me voy. Buenas noches.
 
‑Dios mío, ¿adónde hemos venido a parar? ‑preguntó, ya en la habitación, Pulqueria Alejandrovna a su hija.