Diferencia entre revisiones de «La victoria de Junín»

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y el choque asaz horrendo
de selvas densas de ferradas picas,
y el brillo y estridor de los aceros 160
que al sol reflectan sanguinosos visos,
y espadas, lanzas, miembros esparcidos
o en torrentes de sangre arrebatados,
y el violento tropel de los guerreros
que más feroces mientras más heridos, 165
dando y volviendo el golpe redoblado,
mueren, mas no se rinden... todo anuncia
que el momento ha llegado,
en el gran libro del destino escrito,
de la venganza al pueblo americano, 170
de mengua y de baldón al castellano.
 
Si el fanatismo con sus furias todas,
hijas del negro averno, me inflamara,
y mi pecho y mi musa enardeciera
en tartáreo furor, del león de España, 175
al ver dudoso el triunfo, me atreviera
a pintar el rencor y horrible saña.
Ruge atroz, y cobrando
más fuerza en su despecho, se abalanza,
abriéndose ancha calle entre las haces, 180
por medio el fuego y contrapuestas lanzas;
rayos respira, mortandad y estrago,
y sin pararse a devorar la presa,
prosigue en su furor, y en cada huella
deja de negra sangre un hondo lago. 185
 
En tanto el Argentino valeroso
recuerda que vencer se le ha mandado,
y no ya cual caudillo, cual soldado
los formidables ímpetus contiene
y uno en contra de ciento se sostiene, 190
como tigre furiosa
de rabiosos mastines acosada,
que guardan el redil, mata, destroza,
ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,
sale con la victoria y con la vida. 195
 
Oh capitán valiente,
blasón ilustre de tu ilustre patria,
no morirás, tu nombre eternamente
en nuestros fastos sonará glorioso,
y bellas ninfas de tu Plata undoso 200
a tu gloria darán sonoro canto
y a tu ingrato destino acerbo llanto.7
 
Ya el intrépido Miller aparece
y el desigual combate restablece.
Bajo su mando ufana 205
marchar se ve la juventud peruana
ardiente, firme, a perecer resuelta,
si acaso el hado infiel vencer le niega.
En el arduo conflicto opone ciega
a los adversos dardos firmes pechos, 210
y otro nombre conquista con sus hechos.8
 
¿Son ésos los garzones delicados
entre seda y aromas arrullados?9
¿los hijos del placer son esos fieros?
Sí, que los que antes desatar no osaban 215
los dulces lazos de jazmín y rosa
con que amor y placer los enredaban,
hoy ya con mano fuerte
la cadena quebrantan ponderosa
que ató sus pies, y vuelan denodados 220
a los campos de muerte y gloria cierta,
apenas la alta fama los despierta
de los guerreros que su cara patria
en tres lustros de sangre libertaron,
y apenas el querido 225
nombre de libertad su pecho inflama,
y de amor patrio la celeste llama
prende en su corazón adormecido.
Tal el joven Aquiles10 Aquiles
 
que en infame disfraz y en ocio blando 230
Tal el joven Aquiles10
que en infame disfraz y en ocio blando 230
de lánguidos suspiros,
los destinos de Grecia dilatando,
vive cautivo en la beldad de Sciros:
los ojos pace en el vistoso alarde
de arreos y de galas femeniles 235
que de India y Tiro y Menfis opulenta
curiosos mercadantes le encarecen;
mas a su vista apenas resplandecen
pavés, espada y yelmo, que entre gasas
el Itacense astuto le presenta, 240
pásmase... se recobra, y con violenta
mano el templado acero arrebatando,
rasga y arroja las indignas tocas,
parte, traspasa el mar y en la troyana
arena muerte, asolación, espanto 245
difunde por doquier; todo le cede...
aun Héctor retrocede...
y cae al fin, y en derredor tres veces
su sangriento cadáver profanado,
al veloz carro atado 250
del vencedor inexorable y duro,
el polvo barre del sagrado muro.
 
Ora mi lira resonar debía
del nombre y las hazañas portentosas
de tantos capitanes, que este día 255
la palma del valor se disputaron
digna de todos... Carvajal... y Silva...
y Suárez... y otros mil...11 Mas de improviso
la espada de Bolívar aparece
y a todos los guerreros, 260
como el sol a los astros, oscurece.
 
Yo acaso más osado le cantara,
si la meonia Musa12Musa me prestara
la resonante trompa que otro tiempo
cantaba al crudo Marte entre los Traces, 265
bien animando las terribles haces,
bien los fieros caballos, que la lumbre
de la égida de Palas espantaba.
 
Tal el héroe brillaba
por las primeras filas discurriendo. 270
Se oye su voz, su acero resplandece,
do más la pugna y el peligro crece.
Nada le puede resistir... Y es fama.
-¡oh portento inaudito!
que el bello nombre de Colombia escrito 275
sobre su frente, en torno despedía
rayos de luz tan viva y refulgente
que, deslumbrado el español, desmaya,
tiembla, pierde la voz, el movimiento,
sólo para la fuga tiene aliento. 280
 
Así cuando en la noche algún malvado
va a descargar el brazo levantado,
si de improviso lanza un rayo el cielo,
se pasma y el puñal trémulo suelta,
hielo mortal a su furor sucede, 285
tiembla y horrorizado retrocede.
Ya no hay más combatir. El enemigo
el campo todo y la victoria cede;
huye cual ciervo herido, y a donde huye,
allí encuentra la muerte. Los caballos 290
que fueron su esperanza en la pelea,
heridos, espantados, por el campo
o entre las filas vagan, salpicando
el suelo en sangre que su crin gotea,
derriban al jinete, lo atropellan, 295
y las catervas van despavoridas,
o unas en otras con terror se estrellan.
 
Crece la confusión, crece el espanto,
y al impulso del aire, que vibrando
sube en clamores y alaridos lleno, 300
tremen las cumbres que respeta el trueno.
Y discurriendo el vencedor en tanto
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postra al que huye, perdona a los rendidos
Padre del universo, Sol radioso, 305
 
Padre del universo, Sol radioso, 305
dios del Perú, modera omnipotente
el ardor de tu carro impetüoso,
y no escondas tu luz indeficiente...
Una hora más de luz...13 -Pero esta hora
no fue la del destino. El dios oía 310
el voto de su pueblo; y de la frente
el cerco de diamante desceñía.
En fugaz rayo el horizonte dora,
en mayor disco menos luz ofrece
y veloz tras los Andes se oscurece. 315
 
Tendió su manto lóbrego la noche:
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con sus tristes y atónitos caudillos,
corren sin saber dónde, espavoridas,
y de su sombra misma se estremecen; 320
y al fin en las tinieblas ocultando
su afrenta y su pavor, desaparecen.
 
¡Victoria por la patria! ¡oh Dios, victoria!
¡Triunfo a Colombia y a Bolívar gloria!
Ya el ronco parche y el clarín sonoro 325
 
Ya el ronco parche y el clarín sonoro 325
no a presagiar batalla y muerte suena
ni a enfurecer las almas, mas se estrena
en alentar el bullicioso coro
de vivas y patrióticas canciones.
Arden cien pinos, y a su luz, las sombras 330
huyeron, cual poco antes desbandadas
huyeron de la espada de Colombia
las vandálicas huestes debeladas.
 
En torno de la lumbre,
el nombre de Bolívar repitiendo 335
y las hazañas de tan claro día,
los jefes y la alegre muchedumbre
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de Baco y Ceres los celestes dones.
«Victoria, paz -clamaban-, 340
 
«Victoria, paz -clamaban-, 340
paz para siempre. Furia de la guerra,
húndete al hondo averno derrocada.
Ya cesa el mal y el llanto de la tierra.
Paz para siempre. La sanguínea espada,
o cubierta de orín ignominioso, 345
o en el útil arado transformada
nuevas leyes dará. Las varias gentes
del mundo, que a despecho de los cielos
y del ignoto ponto proceloso,
abrió a Colón su audacia o su codicia, 350
todas ya para siempre recobraron
en Junín libertad, gloria y reposo.»
 
«Gloria, mas no reposo» -de repente
clamó una voz de lo alto de los cielos-;
y a los ecos los ecos por tres veces 355
«Gloria, mas no reposo», respondieron.
El suelo tiembla, y cual fulgentes faros,
de los Andes las cúspides ardieron;
y de la noche el pavoroso manto
se transparenta y rásgase y el éter 360
allá lejos purísimo aparece,
y en rósea luz bañado resplandece.
Cuando improviso, veneranda Sombra,
en faz serena y ademán augusto,
entre cándidas nubes se levanta: 365
del hombro izquierdo nebuloso manto
pende, y su diestra aéreo cetro rige;
su mirar noble, pero no sañudo;
y nieblas figuraban a su planta
penacho, arco, carcaj, flechas y escudo; 370
una zona de estrellas
glorificaba en derredor su frente
y la borla imperial de ella pendiente.
 
Miró a Junín, y plácida sonrisa
vagó sobre su faz. «Hijos -decía- 375
generación del sol afortunada,
que con placer yo puedo llamar mía,
yo soy Huayna-Cápac, soy el postrero
del vástago sagrado;14
dichoso rey, mas padre desgraciado. 380
De esta mansión de paz y luz he visto
correr las tres centurias
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y el imperio regido por las Furias.
No hay punto en estos valles y estos cerros 385
 
que no mande tristísimas memorias.
No hay punto en estos valles y estos cerros 385
que no mande tristísimas memorias.
Torrentes mil de sangre se cruzaron
aquí y allí; las tribus numerosas
al ruido del cañón se disiparon,
y los restos mortales de mi gente 390
aun a las mismas rocas fecundaron.
Más allá un hijo expira entre los hierros
de su sagrada majestad indignos...15
Un insolente y vil aventurero
y un iracundo sacerdote fueron 395
de un poderoso Rey los asesinos...
¡Tantos horrores y maldades tantas
por el oro que hollaban nuestras plantas!
Y mi Huáscar también...16 ¡Yo no vivía!
 
Que de vivir, lo juro, bastaría, 400
Y mi Huáscar también...16 ¡Yo no vivía!
Que de vivir, lo juro, bastaría, 400
sobrara a debelar la hidra española
ésta mi diestra triunfadora, sola.
Y nuestro suelo, que ama sobre todos
el Sol mi padre, en el estrago fiero
no fue, ¡oh dolor!, ni el solo, ni el primero: 405
que mis caros hermanos
el gran Guatimozín y Motezuma
conmigo el caso acerbo lamentaron
de su nefaria muerte y cautiverio,
y la devastación del grande imperio, 410
en riqueza y poder igual al mío...
Hoy, con noble desdén, ambos recuerdan
el ultraje inaudito, y entre fiestas
alevosas el dardo prevenido
y el lecho en vivas ascuas encendido. 415
 
¡Guerra al usurpador! -¿Qué le debemos?
¿luces, costumbres, religión o leyes...?
¡Si ellos fueron estúpidos, viciosos,
feroces y por fin supersticiosos!
¿Qué religión? ¿la de Jesús?... ¡Blasfemos! 420
Sangre, plomo veloz, cadenas fueron
los sacramentos santos que trajeron.
¡Oh religión! ¡oh fuente pura y santa
de amor y de consuelo para el hombre!
¡cuántos males se hicieron en tu nombre! 425
¿Y qué lazos de amor...? Por los oficios
de la hospitalidad más generosa
hierros nos dan, por gratitud, suplicios.
Todos, sí, todos; menos uno sólo:
el mártir del amor americano, 430
de paz, de caridad apóstol santo,
divino Casas, de otra patria digno;17
nos amó hasta morir. Por tanto ahora
en el empíreo entre los Incas mora.
En tanto la hora inevitable vino 435
 
En tanto la hora inevitable vino 435
que con diamante señaló el destino
a la venganza y gloria de mi pueblo:
y se alza el vengador. Desde otros mares,
como sonante tempestad, se acerca,
y fulminó; y del Inca en la Peana,18 440
que el tiempo y un poder furial profana,
cual de un dios irritado en los altares,
las víctimas cayeron a millares.
«¡Oh campos de Junín!... ¡Oh predilecto
Hijo y Amigo y Vengador del Inca! 445
¡Oh pueblos, que formáis un pueblo sólo
y una familia, y todos sois mis hijos!
vivid, triunfad...»
El Inca esclarecido
iba a seguir, mas de repente queda 450
en éxtasis profundo embebecido:
atónito, en el cielo
ambos ojos inmóviles ponía,
y en la improvisa inspiración absorto,
la sombra de una estatua parecía. 455
 
Cobró la voz al fin. «Pueblos -decía-
la página fatal ante mis ojos
desenvolvió el destino, salpicada
toda en purpúrea sangre, mas en torno
también en bello resplandor bañada. 460
Jefe de mi nación, nobles guerreros,
oíd cuanto mi oráculo os previene,
y requerid los ínclitos aceros,
y en vez de cantos nueva alarma suene;
que en otros campos de inmortal memoria 465
la Patria os pide, y el destino os manda
otro afán, nueva lid, mayor victoria.»
 
Las legiones atónitas oían:
mas luego que se anuncia otro combate,
se alzan, arman, y al orden de batalla 470
ufanas y prestísimas corrieran
y ya de acometer la voz esperan.
 
Reina el silencio; mas de su alta nube
el Inca exclama: «De ese ardor es digna
la ardua lid que os espera; 475
ardua, terrible, pero al fin postrera.
Ese adalid vencido19 vencido
vuela en su fuga a mi sagrada Cuzco,
y en su furia insensata,
gentes, armas, tesoros arrebata, 480
y a nuevo azar entrega su fortuna;
venganza, indignación, furor le inflaman
y allá en su pecho hirvieron, como fuegos
que de un volcán en las entrañas braman.
Marcha; y el mismo campo donde ciegos 485
en sangrienta porfía20 porfía
los primeros tiranos disputaron
cuál de ellos solo dominar debía
-pues el poder y el oro dividido
templar su ardiente fiebre no podía-, 490
en ese campo, que a discordia ajena
debió su infausto nombre y la cadena
que después arrastró todo el imperio,
allí, no sin misterio,
venganza y gloria nos darán los cielos. 495
¡Oh valle de Ayacucho bienhadado!
Campo serás de gloria y de venganza...
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si mi ser inmortal no lo impidiera!
Allí Bolívar en su heroica mente 500
 
Allí Bolívar en su heroica mente 500
mayores pensamientos revolviendo,
el nuevo triunfo trazará, y haciendo
de su genio y poder un nuevo ensayo,
al joven Sucre prestará su rayo,21
al joven animoso, 505
a quien del Ecuador montes y ríos
dos veces aclamaron victorioso.
Ya se verá en la frente del guerrero
toda el alma del héroe reflejada,
que él le quiso infundir de una mirada. 510
 
Como torrentes desde la alta cumbre
al valle en mil raudales despeñados,