Diferencia entre revisiones de «Una excursión a los indios ranqueles/X»

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{{[[Imagen:Álvaro de Mendaña y Neira.jpg]]
{{encabezado|[[Una excursión a los indios ranqueles]]<br>Capítulo 10|[[Lucio V. Mansilla]]}}
 
 
 
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:'''No es posible seguir la marcha. Civilización y barbarie. En qué consiste la primera. Reflexiones sobre este tópico. En marcha. Manera de cambiar de perspectiva sin salir de un mismo lugar. Asombroso adelanto de estas tierras. Ralicó. Tremencó. Médano del Cuero. El Cuero. Sus campos.'''
 
==ALVARO==
 
El hombre propone y Dios dispone.
 
Fue imposible seguir la marcha a las nueve.
 
La lluvia cesó a las cuatro horas; pero el cielo quedó encapotado, amenazando volver a desplomarse, el aquilón continuó rugiendo y los relámpagos serpenteando en el cielo por los espacios sin fin.
 
Pensé en que la gente masticara. -¡Arriba!, grité, ¡vamos, pronto, hagan un buen fuego, pongan un asado y una pava de agua!
 
Los asistentes salieron de sus guaridas y un momento después chisporroteaba el verde y resinoso chañar.
 
El asado se hacía, el agua hervía, unos cuantos rodeaban el fuego, calentándose, secándose sus trapitos, mirando al cielo y haciendo cálculos sobre si volvería a llover o no.
 
El fogón estaba hecho y en regla, porque de su centro se elevaban grandes y relumbrosas llamaradas.
 
Era imposible resistirle. Más fácil habría sido que una mujer pasara por delante de un espejo sin darse la inefable satisfacción platónica de mirarse.
 
Abandoné la postura en que me había colocado y permanecido tanto rato, y me acerqué a él.
 
Me dieron un mate.
 
Los buenos franciscanos intentaban dormir, rendidos por la fatiga del día y de la noche anterior -que quien no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas.
 
Haciendo uso de la familiaridad y confianza que con ellos tenía, les obligué a levantarse y a que ocuparan un puesto en la rueda del fogón.
 
Apuramos el asado, desparramamos brasas, lo extendimos y no tardó en estar.
 
Mientras estuvo, nos secamos.
 
Comimos bien, hicimos camas con alguna dificultad; porque todo estaba anegado y las pilchas muy mojadas, y nos acostamos a dormir.
Dormimos perfectamente. ¡Qué bien se duerme en cualquier parte cuando el cuerpo está fatigado!
 
Si los que esa noche se revolvían en elástico Y mullido lecho agitados por el insomnio, nos hubieran oído roncar en los albardones de Coli-Mula, ¡qué envidia no les hubiéramos dado!
 
Es indudable que la civilización tiene sus ventajas sobre la barbarie; pero no tantas como aseguran los que se dicen civilizados.
La civilización consiste, si yo me hago una idea exacta de ella, en varias cosas.
 
En usar cuellos de papel, que son los más económicos, botas de charol y guantes de cabritilla. En que haya muchos médicos y muchos enfermos, muchos abogados y muchos pleitos, muchos soldados y muchas guerras, muchos ricos y muchos pobres. En que se impriman muchos periódicos y circulen muchas mentiras. En que se edifiquen muchas casas, con muchas piezas y muy pocas comodidades. En que funcione un gobierno compuesto de muchas personas como presidente, ministros, congresales, y en que se gobierne lo menos posible. En que haya muchísimos hoteles y todos muy malos y todos muy caros.
 
Verbigracia, como uno en que yo paré la última noche que dormí en el Rosario, que intenté dormir,para ser más verídico.