Diferencia entre revisiones de «La familia de León Roch : 1-01»

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|autor=[[Benito Pérez Galdós]]
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<i>Ugoibea, 30 de Agosto</i>.
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<p>&laquo;«Querido Le&oacute;nLeón: No hagas caso de mi carta de ayer, que se ha cruzado con la tuya que acabo de recibir. La ira y los p&iacute;carospícaros celos me hicieron escribir una serie de desatinos. Me averg&uuml;enzoavergüenzo de haber puesto en el papel tantas palabras tremebundas mezcladas con puerilidades gazmo&ntilde;asgazmoñas... pero no me averg&uuml;enzoavergüenzo, me r&iacute;orío de m&iacute; misma y de mi estilo y te pido perd&oacute;nperdón. Si yo hubiera tenido un poco de paciencia para esperar tus explicaciones... otra tonter&iacute;atontería... &iexcl;¡Celos, paciencia!, &iquest;qui&eacute;n¿quién ha visto esas dos cosas en una pieza? Veo que no acaban a&uacute;naún mis desvar&iacute;osdesvaríos; y es que despu&eacute;sdespués de haber sido tonta, siquiera por un d&iacute;adía, no vuelve a dos tirones una mujer a su discreci&oacute;ndiscreción natural.</p>
<p style="text-align: right;text-indent:30px;"><i>Ugoibea, 30 de Agosto</i>.</p>
 
<p>&laquo;Querido Le&oacute;n: No hagas caso de mi carta de ayer, que se ha cruzado con la tuya que acabo de recibir. La ira y los p&iacute;caros celos me hicieron escribir una serie de desatinos. Me averg&uuml;enzo de haber puesto en el papel tantas palabras tremebundas mezcladas con puerilidades gazmo&ntilde;as... pero no me averg&uuml;enzo, me r&iacute;o de m&iacute; misma y de mi estilo y te pido perd&oacute;n. Si yo hubiera tenido un poco de paciencia para esperar tus explicaciones... otra tonter&iacute;a... &iexcl;Celos, paciencia!, &iquest;qui&eacute;n ha visto esas dos cosas en una pieza? Veo que no acaban a&uacute;n mis desvar&iacute;os; y es que despu&eacute;s de haber sido tonta, siquiera por un d&iacute;a, no vuelve a dos tirones una mujer a su discreci&oacute;n natural.</p>
<p>&raquo;»Mientras recobro la m&iacute;amía, all&aacute;allá van paces y m&aacute;smás paces y un prop&oacute;sitopropósito firme de no volver a ser irascible, ni suspicaz, ni cavilosa, ni inquisidora, como t&uacute; dices. Tus explicaciones me satisfacen completamente: no s&eacute; por qu&eacute;qué veo en ellas una lealtad y una honradez que se imponen a mi raz&oacute;nrazón, y no dan lugar a m&aacute;smás dudas, y me llenan el alma, &iquest;c&oacute;mo¿cómo decirlo?, de un convencimiento que se parece al cari&ntilde;ocariño, que es su hermano y est&aacute;está junto con &eacute;lél, abrazados los dos, en el fondo, en el fondo... no s&eacute; acabar la frase; pero &iquest;qu&eacute;¿qué importa? Adelante. Dec&iacute;aDecía que creo en tus explicaciones. Una negativa habr&iacute;ahabría aumentado mis sospechas; tu confesi&oacute;nconfesión las disipa. Declaras que, en efecto, amaste... No, no es esta la palabra... que tuviste relaciones superficiales, de colegio, de chiquillos, con la de F&uacute;carFúcar; que la conoces desde la ni&ntilde;ezniñez, que jugabais juntos... Yo recuerdo que me contabas algo de esto en Madrid, cuando por primera vez nos conocimos. &iquest;¿No era esa la que te acompa&ntilde;abaacompañaba a recoger azahares ca&iacute;doscaídos debajo de los naranjos, la que ten&iacute;atenía miedo de o&iacute;roír el chasquido de los gusanos de seda cuando est&aacute;nestán comiendo, la que t&uacute; coronabas con florecillas de Don Diego de Noche? S&iacute;; me has referido muchas monadas de esa tu compa&ntilde;eracompañera de la infancia. Ella y t&uacute; os pintabais las mejillas con moras silvestres y os pon&iacute;aisponíais mitras de papel. T&uacute; gozabas cogiendo nidos y ella no ten&iacute;atenía mayor placer que descalzarse y meter los pies en las acequias, andando por entre los juncos y plantas de agua. Un d&iacute;adía, casi a la misma hora, t&uacute; te ca&iacute;stecaíste de un &aacute;rbolárbol, y ella fue mordida por un reptil. Era la de F&uacute;carFúcar, &iquest;¿no es verdad? Mira qu&eacute;qué bien me acuerdo. Si ser&iacute;asería yo capaz de escribir tu historia.</p>
 
<p>&raquo;»La verdad, yo no hab&iacute;ahabía puesto mucha atenci&oacute;natención en estos cuentos de <i>beb&eacute;sbebés</i>... pero cuando vi a esa mujer, cuando me dijeron que la amabas... Hace de esto diez d&iacute;asdías y a&uacute;naún se me figura que me estoy ahogando como en el momento en que me lo dijeron. Cr&eacute;emeloCréemelo: me pareci&oacute;pareció que se acababa el mundo, que el tiempo se deten&iacute;adetenía (no lo puedo explicar) y se doblaba mostrando un &aacute;nguloángulo horrible, un lado desconocido donde yo... otra frase sin concluir. Adelante.</p>
<p>&raquo;Ahora me acuerdo de otra aleluya de tu infancia, que me contaste no hace mucho. &iexcl;C&oacute;mo se quedan presentes estas tonter&iacute;as! Cuando fuiste pollo y empezaste a estudiar esa ciencia de las piedras que no s&eacute; para qu&eacute; sirve; cuando ella (y sigo creyendo que ser&iacute;a otra vez la de F&uacute;car) no met&iacute;a los pies en las acequias, ni te pintaba la cara con moras, ni se pon&iacute;a tus mitras de papel, jugasteis a los novios con menos inocencia que antes, pero... vamos, lo concedo, siempre con inocencia. Ella estaba en un colegio donde hab&iacute;a muchas lilas y un portero que se encargaba de traer y llevar cartitas. As&oacute;mbrate de mi memoria. Hasta me acuerdo del nombre de aquel portero: se llamaba Esc&oacute;iquiz.</p>
 
<p>&raquo;Basta de historia antigua. Lo que no me dijiste nunca, lo que yo no sab&iacute;a hasta hoy, cuando he le&iacute;do tus explicaciones, es que... (pues repito que no me hace gracia, caballero), es que hace dos a&ntilde;os os encontrasteis otra vez all&iacute; donde florecen los naranjos, mascan los gusanillos y corren las acequias; que hubo as&iacute; como un poquillo de ilusi&oacute;n; que desde entonces tuviste para ella un afecto sincero, y que ese afecto fue creciendo, creciendo hasta... (aqu&iacute; entro yo), hasta que me conociste... Muchas gracias, caballero, por la retah&iacute;la de galanter&iacute;a, de finezas, de protestas, de amorosas palabras que vienen en seguida. Esta lluvia de flores lleva una carilla. Hay carillas que parecen caras divinas y esta me hace llorar de contento. Gracias, gracias. Esto es muy hermoso; y lo que dices de m&iacute; muy exagerado. M&aacute;s vales t&uacute; que yo... Vives para m&iacute;... &iexcl;Ay!, Le&oacute;n, lo mejor que se puede hacer con estas frases de novela es creerlas. &Aacute;brete, coraz&oacute;n, y rec&iacute;belo todo. Yo soy buena cat&oacute;lica y me he educado en el arte de creer.</p>
<p>&raquo;»Ahora me acuerdo de otra aleluya de tu infancia, que me contaste no hace mucho. &iexcl;C&oacute;mo¡Cómo se quedan presentes estas tonter&iacute;astonterías! Cuando fuiste pollo y empezaste a estudiar esa ciencia de las piedras que no s&eacute; para qu&eacute;qué sirve; cuando ella (y sigo creyendo que ser&iacute;asería otra vez la de F&uacute;carFúcar) no met&iacute;ametía los pies en las acequias, ni te pintaba la cara con moras, ni se pon&iacute;aponía tus mitras de papel, jugasteis a los novios con menos inocencia que antes, pero... vamos, lo concedo, siempre con inocencia. Ella estaba en un colegio donde hab&iacute;ahabía muchas lilas y un portero que se encargaba de traer y llevar cartitas. As&oacute;mbrateAsómbrate de mi memoria. Hasta me acuerdo del nombre de aquel portero: se llamaba Esc&oacute;iquizEscóiquiz.</p>
<p>&raquo;&iexcl;Si ser&eacute; tonta que he vuelto a leer la bendita carilla...! &iexcl;Oh!, est&aacute; muy bien... Que un amor verdadero, elevado, profundo, borr&oacute; aquel capricho, no dejando rastro de &eacute;l: muy bien... Que las ilusiones infantiles rara vez persisten en la edad mayor: perfectamente... Que tus sentimientos son sinceros y tus prop&oacute;sitos formales; s&iacute;, s&iacute;... Que la voz que lleg&oacute; a mi o&iacute;do haci&eacute;ndome creer en el fin del mundo fue una de tantas conjeturas que lanza la frivolidad del mundo para que las recoja la malicia y haga con ellas armas terribles; eso es, eso es... Que la de F&uacute;car es hoy para ti tan indiferente como otra cualquiera; divino, delicioso... En fin, que yo y sola yo... que a m&iacute; y s&oacute;lo a m&iacute;... &iexcl;Oh!, &iexcl;qu&eacute; dulce es ponerse la mano en el pecho y apretarse mucho diciendo con el pensamiento: 'a m&iacute;, a m&iacute; sola, a nadie m&aacute;s que a m&iacute;!'.</p>
 
<p>&raquo;&iexcl;Qu&eacute; argumento tan poderoso me ocurre en favor suyo! La de F&uacute;car es inmensamente rica, yo soy casi pobre. Pero cuando se tiene fe no se necesitan argumentos, y yo tengo fe en ti... Cuantos te conocen dicen que eres un modelo de rectitud y de nobleza, un caso raro en estos tiempos. Estoy tan orgullosa como agradecida. &iexcl;Qu&eacute; bueno ha sido mi Dios para m&iacute; al depararme un bien que, al decir de las gentes, anda hoy tan escaso en el mundo!</p>
<p>&raquo;»Basta de historia antigua. Lo que no me dijiste nunca, lo que yo no sab&iacute;asabía hasta hoy, cuando he le&iacute;doleído tus explicaciones, es que... (pues repito que no me hace gracia, caballero), es que hace dos a&ntilde;osaños os encontrasteis otra vez all&iacute;allí donde florecen los naranjos, mascan los gusanillos y corren las acequias; que hubo as&iacute;así como un poquillo de ilusi&oacute;nilusión; que desde entonces tuviste para ella un afecto sincero, y que ese afecto fue creciendo, creciendo hasta... (aqu&iacute;aquí entro yo), hasta que me conociste... Muchas gracias, caballero, por la retah&iacute;laretahíla de galanter&iacute;agalantería, de finezas, de protestas, de amorosas palabras que vienen en seguida. Esta lluvia de flores lleva una carilla. Hay carillas que parecen caras divinas y esta me hace llorar de contento. Gracias, gracias. Esto es muy hermoso; y lo que dices de m&iacute; muy exagerado. M&aacute;sMás vales t&uacute; que yo... Vives para m&iacute;... &iexcl;¡Ay!, Le&oacute;nLeón, lo mejor que se puede hacer con estas frases de novela es creerlas. &Aacute;breteÁbrete, coraz&oacute;ncorazón, y rec&iacute;belorecíbelo todo. Yo soy buena cat&oacute;licacatólica y me he educado en el arte de creer.</p>
<p>&raquo;No quiero dejar de manifestarte, aunque esta carta no se acabe nunca, la impresi&oacute;n que me caus&oacute; la de F&uacute;car, dejando aparte el rencorcillo que despert&oacute; en m&iacute;. Despu&eacute;s de pasado el temporal, puedo juzgarla fr&iacute;amente y con imparcialidad, y si cuando me dijeron lo que sabes pareciome tener grandes perfecciones, ahora la veo en su verdadero tama&ntilde;o. No hay que hablar del lujo escandaloso de esa mujer: es un insulto a la humanidad y a la divinidad. Pap&aacute; dice que con lo que ella gasta en trapos en una semana podr&iacute;an vivir holgadamente muchas familias. No carece de elegancia, pero a veces es extravagant&iacute;sima y parece decir: 'Se&ntilde;ores, me pongo as&iacute; para que vean todos que tengo mucho dinero'. Mam&aacute; dice que no habr&aacute; hombre alguno que se case con ese mostrador de maravillas de la industria. Los Rotchilds no abundan, y la de F&uacute;car causa terror a los pretendientes. Esa muchacha pr&oacute;diga, voluntariosa, llena de caprichos y p&eacute;simamente educada, tendr&aacute; al fin por due&ntilde;o a cualquier perdido. As&iacute; lo dice mam&aacute;, que conoce el mundo, y yo lo creo.</p>
 
<p>&raquo;No la encuentro yo tan graciosa como dicen y como a m&iacute; me pareci&oacute; cuando me estaba muriendo de celos. Es demasiado alta para ser esbelta, demasiado flaca para airosa. El bonito color no puede neg&aacute;rsele, pero es preciso un microscopio para encontrarle los ojos: &iexcl;tan chicos son! Cuentan que habla con mucho gracejo: yo no lo s&eacute;, porque nunca la he tratado ni quiero tratarla. La vi de lejos en la playa y en el balc&oacute;n de la casa de ba&ntilde;os, y me pareci&oacute; de maneras desenvueltas y libres. Creo que me mir&oacute; de un modo particular. Yo la mir&eacute; queriendo darle a entender que me importaba poco su persona: no s&eacute; si lo hice bien.</p>
<p>&raquo;&iexcl;»¡Si ser&eacute;seré tonta que he vuelto a leer la bendita carilla...! &iexcl;¡Oh!, est&aacute;está muy bien... Que un amor verdadero, elevado, profundo, borr&oacute;borró aquel capricho, no dejando rastro de &eacute;lél: muy bien... Que las ilusiones infantiles rara vez persisten en la edad mayor: perfectamente... Que tus sentimientos son sinceros y tus prop&oacute;sitospropósitos formales; s&iacute;, s&iacute;... Que la voz que lleg&oacute;llegó a mi o&iacute;dooído haci&eacute;ndomehaciéndome creer en el fin del mundo fue una de tantas conjeturas que lanza la frivolidad del mundo para que las recoja la malicia y haga con ellas armas terribles; eso es, eso es... Que la de F&uacute;carFúcar es hoy para ti tan indiferente como otra cualquiera; divino, delicioso... En fin, que yo y sola yo... que a m&iacute; y s&oacute;losólo a m&iacute;... &iexcl;¡Oh!, &iexcl;qu&eacute;¡qué dulce es ponerse la mano en el pecho y apretarse mucho diciendo con el pensamiento: 'a m&iacute;, a m&iacute; sola, a nadie m&aacute;smás que a m&iacute;!'.</p>
<p>&raquo;Estuvo aqu&iacute; tres d&iacute;as. Yo no sal&iacute; de casa. Nunca he llorado m&aacute;s. Al fin, se fue esa loca. El gozo que me caus&oacute; dejar de verla se anubla un poquito cuando considero que ahora est&aacute; donde t&uacute; est&aacute;s. He pensado ayer todo el d&iacute;a en que debiera haber aqu&iacute; una torre muy alta, muy alta, desde la cual se viese lo que pasa en Iturbur&uacute;a. Yo subir&iacute;a a ella de un salto... Pero conf&iacute;o en tu lealtad... Y si le dices que me amas a m&iacute; sola; si ella te conserva alg&uacute;n afecto y al o&iacute;rlo rabia... &iexcl;Oh!, si rabia, av&iacute;samelo: quiero tener ese gusto.</p>
 
<p>&raquo;El lunes te esperamos. Pap&aacute; dice que si no vienes no eres hombre de palabra. Est&aacute; muy impaciente por hablar contigo de pol&iacute;tica, pues seg&uacute;n &eacute;l, aqu&iacute; hay una plaga de gente ministerial que le apesta. Si al fin le hicieran senador... y francamente, temo por su raz&oacute;n si no consigue ese bendito esca&ntilde;o. Sigue con la man&iacute;a de mandar sueltos a los peri&oacute;dicos. En los de estos d&iacute;as hemos encontrado algunos, y tambi&eacute;n art&iacute;culos. Ya sabes que mam&aacute; los conoce en que casi invariablemente empiezan diciendo: <i>Es de lamentar</i>...</p>
<p>&raquo;&iexcl;Qu&eacute;»¡Qué argumento tan poderoso me ocurre en favor suyo! La de F&uacute;carFúcar es inmensamente rica, yo soy casi pobre. Pero cuando se tiene fe no se necesitan argumentos, y yo tengo fe en ti... Cuantos te conocen dicen que eres un modelo de rectitud y de nobleza, un caso raro en estos tiempos. Estoy tan orgullosa como agradecida. &iexcl;Qu&eacute;¡Qué bueno ha sido mi Dios para m&iacute; al depararme un bien que, al decir de las gentes, anda hoy tan escaso en el mundo!</p>
<p>&raquo;Hoy entr&oacute; muy orgulloso mostr&aacute;ndome la obra que has publicado. &Eacute;l hac&iacute;a elogios ardientes, y le ley&oacute; a mam&aacute; los primeros p&aacute;rrafos. Era cosa de risa. Ni &eacute;l, ni mam&aacute;, ni yo comprend&iacute;amos una sola palabra; y, sin embargo, todos encarec&iacute;amos mucho la sabidur&iacute;a del libro. Fig&uacute;rate lo que entenderemos nosotros del <i>An&aacute;lisis del terreno plut&oacute;nico en las islas Columbretes</i>, ni qu&eacute; inter&eacute;s pueden tener para m&iacute; las capas <i>cuaternarias</i>, los terrenos <i>pir&oacute;genos</i>, <i>azoicos</i>... Hasta el escribir estas palabrotas me cuesta trabajo y tengo que ir trazando letra por letra. Sin embargo, basta que hayas hecho t&uacute; esta monserga de sabidur&iacute;as oscuras para que me cautive. He pasado algunos ratos leyendo tus p&aacute;ginas, como si leyera el griego, y... no lo creer&aacute;s, pero es cierto que sin saber la causa, yo le&iacute;a y le&iacute;a, llevada de un no s&eacute; qu&eacute; de admiraci&oacute;n y respeto hacia ti. Entre tantos nombres endiablados, he encontrado algunos precios&iacute;simos y que han despertado en m&iacute; simpat&iacute;as, tales como <i>sienita</i>, <i>pegmatita</i>, <i>variolita</i>, <i>anfibolita</i>. Todas estas ni&ntilde;itas me parecen nombres de hadas o geniecillos que han jugado alrededor de tu cabeza cuando estudiabas la obra de Dios en las honduras de la tierra.</p>
 
<p>&raquo;Pero sin quererlo me estoy volviendo poetisa, y eso es inaguantable, se&ntilde;or m&iacute;o. &iexcl;Y esta p&iacute;cara carta que no quiere dejarse acabar!... Mam&aacute; me est&aacute; llamando para ir de paseo. Est&aacute; muy aburrida. Dice que este es un lugar de ba&ntilde;os eminentemente <i>cursi</i>, y que antes se quedar&aacute; en Madrid que volver a &eacute;l. Ni casino, ni sociedad, ni expediciones, ni tiendas de chucher&iacute;as, ni gente de cierta clase. La verdad es que no hay dos Biarritz en el mundo.</p>
<p>&raquo;»No quiero dejar de manifestarte, aunque esta carta no se acabe nunca, la impresi&oacute;nimpresión que me caus&oacute;causó la de F&uacute;carFúcar, dejando aparte el rencorcillo que despert&oacute;despertó en m&iacute;. Despu&eacute;sDespués de pasado el temporal, puedo juzgarla fr&iacute;amentefríamente y con imparcialidad, y si cuando me dijeron lo que sabes pareciome tener grandes perfecciones, ahora la veo en su verdadero tama&ntilde;otamaño. No hay que hablar del lujo escandaloso de esa mujer: es un insulto a la humanidad y a la divinidad. Pap&aacute;Papá dice que con lo que ella gasta en trapos en una semana podr&iacute;anpodrían vivir holgadamente muchas familias. No carece de elegancia, pero a veces es extravagant&iacute;simaextravagantísima y parece decir: 'Se&ntilde;oresSeñores, me pongo as&iacute;así para que vean todos que tengo mucho dinero'. Mam&aacute;Mamá dice que no habr&aacute;habrá hombre alguno que se case con ese mostrador de maravillas de la industria. Los Rotchilds no abundan, y la de F&uacute;carFúcar causa terror a los pretendientes. Esa muchacha pr&oacute;digapródiga, voluntariosa, llena de caprichos y p&eacute;simamentepésimamente educada, tendr&aacute;tendrá al fin por due&ntilde;odueño a cualquier perdido. As&iacute;Así lo dice mam&aacute;mamá, que conoce el mundo, y yo lo creo.</p>
<p>&raquo;Leopoldo tambi&eacute;n est&aacute; aburrid&iacute;simo. Dice que este es un pueblo salvaje y que no comprende c&oacute;mo hay persona decente que venga a ba&ntilde;arse entre cafres. As&iacute; llama a los pobres castellanos que inundan estas playas. Gustavo ha pasado a Francia para visitar al santo y angelical Luis Gonzaga, que est&aacute; algo delicado. &iexcl;Pobre hermanito m&iacute;o! Hace d&iacute;as nos visit&oacute; de parte suya un cl&eacute;rigo italiano, un tal Paoletti, hombre amabil&iacute;simo, muy instruido y que cautiva con su conversaci&oacute;n... Pero quiero darte cuenta de todo y no puede ser. El papel se acaba y mam&aacute; me llama otra vez. Adi&oacute;s, adi&oacute;s, adi&oacute;s. Que no faltes el lunes... Hablaremos de aquello, &iquest;sabes?, de aquello. Anoche, cuando rezaba, le ped&iacute;a a Dios por ti... No pongas esa cara de pillo. Hay en tu alma un rinconcito oscuro que no me gusta. No digo m&aacute;s por no parecer doctora de la Iglesia, por no anticipar una empresa gloriosa que tendr&aacute; su... qu&eacute;dese tambi&eacute;n esta frase sin concluir... Abur, perdido... Memorias a las <i>sienitas</i>, <i>pegmatitas</i> y <i>anfibolitas</i>, &uacute;nicas se&ntilde;oritas de quienes no tiene celos la que te quiere de todo coraz&oacute;n, la que tiene la simpleza de creer todo lo que dices, la que te espera el lunes... cuidado con faltar. Hasta el lunes. Si no, ver&aacute;s qui&eacute;n es tu</p>
 
<p style="text-align: right;text-indent:30px;">MAR&Iacute;A&raquo;.</p>
<p>&raquo;»No la encuentro yo tan graciosa como dicen y como a m&iacute; me pareci&oacute;pareció cuando me estaba muriendo de celos. Es demasiado alta para ser esbelta, demasiado flaca para airosa. El bonito color no puede neg&aacute;rselenegársele, pero es preciso un microscopio para encontrarle los ojos: &iexcl;¡tan chicos son! Cuentan que habla con mucho gracejo: yo no lo s&eacute;, porque nunca la he tratado ni quiero tratarla. La vi de lejos en la playa y en el balc&oacute;nbalcón de la casa de ba&ntilde;osbaños, y me pareci&oacute;pareció de maneras desenvueltas y libres. Creo que me mir&oacute;miró de un modo particular. Yo la mir&eacute;miré queriendo darle a entender que me importaba poco su persona: no s&eacute; si lo hice bien.</p>
 
<p>&raquo;»Estuvo aqu&iacute;aquí tres d&iacute;asdías. Yo no sal&iacute;salí de casa. Nunca he llorado m&aacute;smás. Al fin, se fue esa loca. El gozo que me caus&oacute;causó dejar de verla se anubla un poquito cuando considero que ahora est&aacute;está donde t&uacute; est&aacute;sestás. He pensado ayer todo el d&iacute;adía en que debiera haber aqu&iacute;aquí una torre muy alta, muy alta, desde la cual se viese lo que pasa en Iturbur&uacute;aIturburúa. Yo subir&iacute;asubiría a ella de un salto... Pero conf&iacute;oconfío en tu lealtad... Y si le dices que me amas a m&iacute; sola; si ella te conserva alg&uacute;nalgún afecto y al o&iacute;rlooírlo rabia... &iexcl;¡Oh!, si rabia, av&iacute;sameloavísamelo: quiero tener ese gusto.</p>
 
<p>&raquo;»El lunes te esperamos. Pap&aacute;Papá dice que si no vienes no eres hombre de palabra. Est&aacute;Está muy impaciente por hablar contigo de pol&iacute;ticapolítica, pues seg&uacute;nsegún &eacute;lél, aqu&iacute;aquí hay una plaga de gente ministerial que le apesta. Si al fin le hicieran senador... y francamente, temo por su raz&oacute;nrazón si no consigue ese bendito esca&ntilde;oescaño. Sigue con la man&iacute;amanía de mandar sueltos a los peri&oacute;dicosperiódicos. En los de estos d&iacute;asdías hemos encontrado algunos, y tambi&eacute;ntambién art&iacute;culosartículos. Ya sabes que mam&aacute;mamá los conoce en que casi invariablemente empiezan diciendo: <i>Es de lamentar</i>...</p>
 
<p>&raquo;»Hoy entr&oacute;entró muy orgulloso mostr&aacute;ndomemostrándome la obra que has publicado. &Eacute;lÉl hac&iacute;ahacía elogios ardientes, y le ley&oacute;leyó a mam&aacute;mamá los primeros p&aacute;rrafospárrafos. Era cosa de risa. Ni &eacute;lél, ni mam&aacute;mamá, ni yo comprend&iacute;amoscomprendíamos una sola palabra; y, sin embargo, todos encarec&iacute;amosencarecíamos mucho la sabidur&iacute;asabiduría del libro. Fig&uacute;rateFigúrate lo que entenderemos nosotros del <i>An&aacute;lisisAnálisis del terreno plut&oacute;nicoplutónico en las islas Columbretes</i>, ni qu&eacute;qué inter&eacute;sinterés pueden tener para m&iacute; las capas <i>cuaternarias</i>, los terrenos <i>pir&oacute;genospirógenos</i>, <i>azoicos</i>... Hasta el escribir estas palabrotas me cuesta trabajo y tengo que ir trazando letra por letra. Sin embargo, basta que hayas hecho t&uacute; esta monserga de sabidur&iacute;assabidurías oscuras para que me cautive. He pasado algunos ratos leyendo tus p&aacute;ginaspáginas, como si leyera el griego, y... no lo creer&aacute;screerás, pero es cierto que sin saber la causa, yo le&iacute;aleía y le&iacute;aleía, llevada de un no s&eacute; qu&eacute;qué de admiraci&oacute;nadmiración y respeto hacia ti. Entre tantos nombres endiablados, he encontrado algunos precios&iacute;simospreciosísimos y que han despertado en m&iacute; simpat&iacute;assimpatías, tales como <i>sienita</i>, <i>pegmatita</i>, <i>variolita</i>, <i>anfibolita</i>. Todas estas ni&ntilde;itasniñitas me parecen nombres de hadas o geniecillos que han jugado alrededor de tu cabeza cuando estudiabas la obra de Dios en las honduras de la tierra.</p>
 
<p>&raquo;»Pero sin quererlo me estoy volviendo poetisa, y eso es inaguantable, se&ntilde;orseñor m&iacute;omío. &iexcl;¡Y esta p&iacute;carapícara carta que no quiere dejarse acabar!... Mam&aacute;Mamá me est&aacute;está llamando para ir de paseo. Est&aacute;Está muy aburrida. Dice que este es un lugar de ba&ntilde;osbaños eminentemente <i>cursi</i>, y que antes se quedar&aacute;quedará en Madrid que volver a &eacute;lél. Ni casino, ni sociedad, ni expediciones, ni tiendas de chucher&iacute;aschucherías, ni gente de cierta clase. La verdad es que no hay dos Biarritz en el mundo.</p>
 
<p>&raquo;»Leopoldo tambi&eacute;ntambién est&aacute;está aburrid&iacute;simoaburridísimo. Dice que este es un pueblo salvaje y que no comprende c&oacute;mocómo hay persona decente que venga a ba&ntilde;arsebañarse entre cafres. As&iacute;Así llama a los pobres castellanos que inundan estas playas. Gustavo ha pasado a Francia para visitar al santo y angelical Luis Gonzaga, que est&aacute;está algo delicado. &iexcl;¡Pobre hermanito m&iacute;omío! Hace d&iacute;asdías nos visit&oacute;visitó de parte suya un cl&eacute;rigoclérigo italiano, un tal Paoletti, hombre amabil&iacute;simoamabilísimo, muy instruido y que cautiva con su conversaci&oacute;nconversación... Pero quiero darte cuenta de todo y no puede ser. El papel se acaba y mam&aacute;mamá me llama otra vez. Adi&oacute;sAdiós, adi&oacute;sadiós, adi&oacute;sadiós. Que no faltes el lunes... Hablaremos de aquello, &iquest;¿sabes?, de aquello. Anoche, cuando rezaba, le ped&iacute;apedía a Dios por ti... No pongas esa cara de pillo. Hay en tu alma un rinconcito oscuro que no me gusta. No digo m&aacute;smás por no parecer doctora de la Iglesia, por no anticipar una empresa gloriosa que tendr&aacute;tendrá su... qu&eacute;desequédese tambi&eacute;ntambién esta frase sin concluir... Abur, perdido... Memorias a las <i>sienitas</i>, <i>pegmatitas</i> y <i>anfibolitas</i>, &uacute;nicasúnicas se&ntilde;oritasseñoritas de quienes no tiene celos la que te quiere de todo coraz&oacute;ncorazón, la que tiene la simpleza de creer todo lo que dices, la que te espera el lunes... cuidado con faltar. Hasta el lunes. Si no, ver&aacute;sverás qui&eacute;nquién es tu</p>
 
MARÍA».
 
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