Diferencia entre revisiones de «Luchana/XXXIX»

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{{encabezado|[[Luchana]] : 39|[[Benito Pérez Galdós]]}}
 
<p>Pis&oacute; tierra Espartero en la orilla derecha, y con &eacute;l las tropas que de refuerzo llevaba. Delante de todos march&oacute; el General a caballo, y pasado con precauci&oacute;n el puente famoso que hab&iacute;a de inmortalizar su nombre, subi&oacute; el primero hacia el monte de San Pablo, encontrando a su paso cad&aacute;veres dispersos, sobre los cuales blanqueaba ya el sudario de la nieve &uacute;ltimamente ca&iacute;da. Empez&oacute; por disponer que las tropas de refuerzo relevasen a los infelices que se hab&iacute;an batido todatodahermosura lapresumida<br><br>([[Parnaso noche a la desesperada, con los pies insensibles, clavados en el suelo. Obligado por los accidentes del terreno a echar pie a tierra, departi&oacute; D. Baldomero con la tropa, contestando con expresiones fraternales a los v&iacute;tores y gritosespañol]])|Francisco de entusiasmo con que fue saludado. Conferenci&oacute; con su jefe de Estado Mayor, el General Oraa, y acordaron suspender el ataque para organizarlo con toda la fuerza &uacute;til disponible y relevar al instante los puestos avanzados. O la casualidad o un imprevisto accidente produjeron hechos contrarios a lo que la rutinaria l&oacute;gica de los caudillos dispon&iacute;a.</p>Quevedo}}
 
<p>Sucedi&oacute; que Oraa dispuso que se diera el toque de alto, y el corneta de &oacute;rdenes, sin saber lo que hac&iacute;a, distra&iacute;do o alucinado, ebrio quiz&aacute;s del frenes&iacute; batallador, toc&oacute; ataque, y lo mismo fue o&iacute;r el estridor guerrero, lanz&aacute;ronse unos y otros monte arriba con ordenado y r&aacute;pido movimiento, rivalizando en ardor los que el General tra&iacute;a con los que all&iacute; encontr&oacute;. Quiso Oraa contenerles y que se cumpliera su mandato, mal interpretado por el corneta; Espartero, con mejor instinto y r&aacute;pido golpe de vista, se aprovech&oacute; de aquel felic&iacute;simo arranque de la tropa, y con llama de inspiraci&oacute;n, vio que era llegado el momento de seguir el impulso de los inferiores, de la gran masa b&eacute;lica. Esta tomaba la iniciativa; esta, en un fugaz espasmo colectivo, dirig&iacute;a y mandaba. Proced&iacute;a, pues, favorecer este arranque, dirigirlo, extremarlo, y no permitir que desmayara. Blandiendo su espada, se puso frente a una columna, y con aquella voz sonora, con aquel tono arrogante y fiero que electrizaba a las multitudes, adoptando formas de lenguaje muy en&eacute;rgicas y al propio tiempo fraternales, les dijo: &laquo;Adelante todo el mundo, y arrollemos a esos descamisados... &iexcl;Coraje, hijos, coraje!... Ahora ver&aacute;n lo que somos. Delante del que de vosotros avance m&aacute;s, va vuestro General, que quiere ser el primer soldado... &iexcl;A la bayoneta... carguen! &iexcl;Coraje, hijos!... Por delante va esta espada que quiere ser la primer bayoneta... Que mueran ahora mismo esos canallas, &iexcl;coraje!, o abandonen el campo, que es nuestro. &iexcl;Viva la Reina, viva el Ej&eacute;rcito, viva la Libertad!&raquo;.</p>
 
<div class="prose">
Cuando tuvo, Floralba, tu hermosura, <br>
cuantos ojos te vieron, en cadena, <br>]][[Imagen:Pope.jpg]]
con presunción, de honestidad ajena, <br>
los despreció, soberbia, tu locura. <br>
 
 
Persuadiote el espejo conjetura<br>, &iexcl;coraje!, o abandonen el campo, que es nuestro. &iexcl;Viva la Reina, viva el Ej&eacute;rcito, viva la Libertad!&raquo;.</p>
<p>Y comunicado este furor a toda la divisi&oacute;n, avanzaron monte arriba con estruendo que hizo enmudecer los bramidos de la tempestad. Oraa se puso al frente de otra columna por la izquierda. Al llegar a la trinchera enemiga, oyeron rumor de p&aacute;nico. Muchos carlistas hu&iacute;an, otros se defendieron con rabia heroica; pero la embestida era tan fuerte, que no pudo ser larga ni eficaz la resistencia. Ensartados ca&iacute;an de una parte y otra. La voz del General, no enronquecida, siempre clara y vibrante, les gritaba: &laquo;No hacer fuego... Bayoneta limpia... &iquest;No quieren libertad? Pues met&eacute;rsela en el cuerpo... Adelante: arriba todo el mundo. &iexcl;Hijos, coraje!... Bilbao es nuestra, y de ellos la ignominia. Nuestra toda la gloria. Que vean lo que somos. Arriba, arriba... Ya huyen. &iexcl;Firme en ellos!&raquo;.</p>
<p>No esper&oacute; el enemigo un segundo ataque, y huy&oacute; a la desbandada monte arriba, hacia la segunda l&iacute;nea de trincheras. De improviso, cuando ordenaban proseguir, descarg&oacute; una tan fuerte lluvia con granizo, que los combatientes tuvieron que detenerse. No ve&iacute;an; el pedrisco les cegaba; el viento furibundo oblig&aacute;bales a guarecerse tras un matojo, al amparo de cualquier pe&ntilde;a, tronco o pared&oacute;n en ruinas. &laquo;Mi General, aqu&iacute;&raquo; grit&oacute; un alf&eacute;rez, viendo a Espartero azotado vivamente por el temporal, la mano en el sombrero, el capote desabrochado por las garras del viento. Guareci&eacute;ronse en el socaire de una pe&ntilde;a. El caudillo le reconoci&oacute; al instante: &laquo;Ordax... &iquest;no es usted Ordax? Avise usted al General Oraa d&oacute;nde estoy. Que venga al momento. Esta racha pasar&aacute; pronto...&raquo;. El oficial, que era uno de los que m&aacute;s se distinguieron en el ataque del puente, corri&oacute; a cumplimentar las &oacute;rdenes de su jefe. No tardaron en encontrar a este sus ayudantes, y se agruparon para darle con sus cuerpos m&aacute;s abrigo. En la confusi&oacute;n de aquel momento, surcado el aire y azotada la tierra por los furiosos latigazos del granizo, o&iacute;anse gritos, voces, llamadas, nombres que sonaban desgarrados en medio de la furiosa tempestad. Espartero dej&oacute; o&iacute;r su voz imperiosa: &laquo;Aqu&iacute; estoy... &iexcl;Eh! &iexcl;Gurrea... Toledo... aqu&iacute;! &iexcl;Demonio de tiempo! Ya les llev&aacute;bamos en vilo... Que venga Oraa... &iexcl;Oraa!... &iquest;D&oacute;nde est&aacute; Ceballos Escalera?&raquo;.</p>