Diferencia entre revisiones de «Los abismos: 03»

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Salió el pintor. Salió el marido...; y ella, que, con sonrisa mártir, había recibido el beso del insensatamente venturoso, vuelta en el sillón dorado y perla, se quedó escuchando hasta que sonó el portón a lo largo del pasillo. Entonces, brusca, se dobló a sus brazos sobre el brazo del sitial en una explosión de llanto.
 
Fue breve. Estaba harta de llorar.
 
Alzó enseguida la cabeza. Su faz había cambiado a lo espantoso.
 
Miró el retrato.
 
¡Ah, sus lujos! ¡Cómo en el lienzo aquel, cómo en la obra del artista insigne, para eterna afrenta de no se supiese que sórdida catástrofe, iban a quedar representados!
 
Más que un drama, sin que el confiadísimo Eliseo pudiera sospechar que ella lo tendría y que en él iba a arrastrarle.