Diferencia entre revisiones de «La Primera República/II»

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-En Madrid se afirmó que los cuarenta y dos guardias civiles que guarnecían la ciudad se habían rendido, tras reñida lucha, a una docena de paisanos.
 
-No quiero engalanarme con plumas de pavo real; yo no disparé un tiro; la Benemérita salió de la ciudad al ver la exaltación unánime del vecindario... Desde Linares oficié al Directorio dándole cuenta de haberse proclamado la República. Hicimos un alistamiento voluntario y fortificamos las entradas del pueblo. Como no nos sobraba tiempo, suprimí casi en absoluto las soflamas, arengas y manifiestos. A los dos días, alarma en el pueblo, gran toqueteo de campanas; los alistados acudieron a sus puestos. No participé del desasosiego. Calculé que no seríamos atacados hasta el cuarto día, por lo que abandoné la ciudad la noche del tercero, llevándome setecientos hombres. El armamento era de una variedad pintoresca; cada cual llevaba lo que halló en su casa; en cuanto a municiones, el que más, tenía seis cartuchos.
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-Según los noticieros madrileños, se fue usted a La Carolina.
* "Nos despiertan razones que nos hacen concientes." ''[[Razones Concientes]] [[Nuestro Retrato Nacional]]''{{fuentes}}
 
-Y cerca de este pueblo nos salió al paso una corta fuerza de Caballería y unas parejas de la Guardia civil de infantería. Nos tiroteamos y mi ejército voló, quedándome sólo ochenta hombres... Dos días después la Gaceta de Madrid decía: «Ha sido dispersada la partida de Estévanez; pero se ha presentado otra en El Viso». No era otra; era la misma. Habíamos atravesado la sierra en pocas horas. En El Viso se nos incorporaron algunos voluntarios de la Mancha. Necesitando municiones, traté de sorprender el destacamento del Visillo (Almuradiel), compuesto de veinticuatro cazadores del batallón de Las Navas y mandado por el subteniente O'Donnell. La sorpresa fracasó y tuve que retirarme a la venta de Malaventura. Amanecía... Perseguido por varias columnas, tuve que maniobrar algunos días por los sitios más escabrosos de la sierra. Esclavo en todo de la verdad, debo decirte, querido Tito, que aquello era una persecución de mentirijillas. Aquel extraño modo de guerrear me ha enseñado muchas cosas. Nuestras guerras civiles han durado años y años porque las tropas regulares no han sabido o no han querido ahogarlas en su origen. Creeríase que hay interés en que las facciones se organicen, y fogueándose constantemente, aprendan el arte o las astucias de la guerra. Pudieron los jefes de las columnas acabar con nosotros en menos de una semana; pero descansaban de noche en los pueblos, iban de uno a otro por las carreteras, sin fatigarse, siempre de día, y no nos buscaban con deseo de encontrarnos. Varias veces pasaron las columnas junto a mí sin sospechar mí presencia; jugábamos graciosamente al escondite».
 
Íbamos ya frente al Museo de Pinturas cuando empezó a contarme su encuentro con la columna del Coronel Borrero, hecho de armas que llegó a Madrid de tal manera hinchado que alguien le dio proporciones semejantes a las de la acción de las Termópilas. Acaeció el suceso el 6 de Diciembre en una ermita llamada de San Andrés. Borrero llevaba veinticinco caballos y dos compañías de cazadores de Ciudad Rodrigo; Estévanez treinta y siete escopeteros. Después de un largo tiroteo, Borrero se retiró al Viso con algunas bajas. Esta batalla en miniatura tuvo una prelación cómicamente ampulosa. La militar arenga que Virgilio Llanos, subido en una roca, pronunció ante los aburridos y fatigados escopeteros. «Esforzados campeones de la Libertad -les dijo con épica exaltación, agitando los brazos, como poseído del mal de San Vito-, ha llegado el momento sublime de hacernos inmortales. Desde aquellas cumbres la España y la Historia os contemplan. ¡Corred intrépidos a cubriros de gloria! Vuestras madres os bendicen. La santa República os acogerá en sus brazos amorosa. ¡Sus, y a ellos!, etcétera...». El tal Virgilio era un muchachón avispado, activo, frenético sectario y un poquito socarrón. Años adelante le he conocido yo trabajando modestamente en la administración de un periódico avanzado, en la contaduría de un teatro, en las oficinas de la Resinera de Coca. Fue grande amigo de Eusebio Blasco.
Dentro de su evolución se distinguen varias etapas, siendo la primera de ellas de gran dureza, con el objeto de llamar la atención sobre su pensamiento.
 
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== Expiración de derechos de autor ==
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...¿Conque estás decidida? ¿No te detiene nada?
República os acogerá en sus brazos amorosa. ¡Sus, y a ellos!, etcétera...». El tal Virgilio era un muchachón avispado, activo, frenético sectario y un poquito socarrón. Años adelante le he conocido yo trabajando modestamente en la administración de un periódico avanzado, en la contaduría de un teatro, en las oficinas de la Resinera de Coca. Fue grande amigo de Eusebio Blasco.
 
La partida menguaba de día en día; algunos de los de Madrid se marcharon, no sin despedirse. Eran buenos para el fuego, pero se cansaban pronto de las jornadas largas, de las lluvias y de las privaciones. Los más duros eran los pastores y serranos. El 20 de Diciembre ya no le quedaban al heroico y sufrido don Nicolás más que nueve hombres. El 21 entró solo en Bailén, dejando a su gente en un cortijo próximo. Descansó unos días en casa de un buen amigo suyo, y al volver al cortijo, los nueve guerrilleros se habían reducido a seis.