Diferencia entre revisiones de «Timeo de Locres»

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|título=Timeo de Locres
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|subtítulo='''''o del alma del mundo y de la naturaleza'''''
|autor=Platón
|traductor=Patricio de Azcárate Corral
|año=1871}}
 
 
He aquí lo que Timeo de Locres dice: Hay dos causas de todo lo que existe; la inteligencia, causa de todo lo que se hace con intención; la necesidad, causa de todo lo que resulta forzosamente de la naturaleza de los cuerpos. De estas dos causas, la una tiene por esencia el bien; se llama Dios y principio de todo lo que es excelente. Todas las causas secundarias, que vienen después, se refieren a la necesidad. Todo lo que existe es idea, o materia, o fenómeno sensible nacido de la unión de aquellas. La idea no es, ni engendrada, ni móvil; es permanente, siempre de la misma naturaleza, inteligible, modelo de todo lo que, habiendo comenzado a existir, está sujeto al cambio. Esto es lo que se llama idea, y así es cómo se la concibe. La materia es el receptáculo de la idea, la madre y la nodriza del ser sensible; ella es la que, recibiendo en sí el sello de la idea, forma según este modelo y produce los seres que tienen principio. Timeo dice también, que la materia es eterna, pero no inmutable. Desprovista por sí misma de forma y de figura, no hay forma que no adopte; se hace divisible haciéndose cuerpo, y es de la esencia de lo diverso; se la llama lugar, espacio. He aquí los dos principios contrarios: la idea, que desempeña el papel de varón y de padre; la materia, el de hembra y de madre. En tercer lugar vienen los productos de estos dos principios.
 
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El estudio y la sana filosofía han purificado nuestros errores y nos han dado la ciencia; han sacado nuestros errores del abismo de la ignorancia para elevarlos a la contemplación de las cosas divinas. Esta contemplación asidua, si a ella se unen la moderación y cierto desahogo, basta para hacer dichosa una vida entera. Es una creencia muy legítima la de que aquel a quien la Divinidad ha concedido estos bienes está en el camino de la soberana felicidad. Mas en cuanto al hombre indócil y rebelde a la voz de la sabiduría, que los castigos de las leyes caigan sobre él, así como las penas más terribles con que nuestras tradiciones le amenazan, venganzas del cielo, suplicios del infierno, inevitables castigos preparados en el seno de la tierra, y todas esas penas expiatorias cuyo cuadro nos ha presentado el poeta de Jonia con oportunidad. Porque así como en algunas ocasiones se curan los cuerpos con veneno cuando el mal no cede a remedios más sanos, es preciso curar igualmente los espíritus con mentiras cuando la verdad es impotente para ello. Y debe unirse a esto, si es preciso, el terror de esos dogmas singulares según los que pasan las almas de los hombres tímidos a cuerpos de mujeres, expuestas por su debilidad a ser injuriadas; que convierten a los asesinos en bestias feroces, a los borrachos en puercos o en jabalíes, a los hombres ligeros y frívolos en pájaros, y a los que son perezosos y haraganes, ignorantes y estúpidos, en pescados. Némesis arregla estos castigos en una segunda vida de acuerdo con los dioses terrestres, vengadores de los crímenes de que han sido testigos, y a quienes el Dios Supremo del universo ha encargado el gobierno de este mundo, que está lleno de dioses, de hombres y de otros animales, formados según el modelo de la idea; idea, que no tiene nacimiento, idea, que es eterna e inteligible.
 
[[Categoría:ES-T]]
[[Categoría:Obras de Platón]]
[[Categoría:Clasicismo]]
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