Diferencia entre revisiones de «La revolución proletaria y el renegado Kautsky»

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Línea 269:
Pero decenios de un capitalismo relativamente "pacífico", de 187I a 1914, han convertido los partidos socialistas que se adaptan al oportunismo en establos de Augias de filisteísmo, de estrechez mental y de apostasía . . .
 
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El lector habrá advertido probablemente que Kautsky, en el pasaje de su libro más arriba citado, habla de atentado contra el sufragio universal (al que califica, dicho sea entre paréntesis, de profunda fuente de poderosa autoridad mGral, mientras que Engels, a propósito de la misma Comuna de París y del mismo problema de la dictadura, habla de la autoriadad del pueblo armado contra la burguesía; resulta característico comparar las ideas que sobre la "autoridad" tienen un filisteo y un revolucionario..).
 
Línea 290:
Esto no lo ha comprendido Kautsky.
 
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Pasemos a la experiencia de la revolución rusa y a la divergencia entre los Soviets de Diputados y la Asamblea Constituyente, que condujo a la disolución de la Constituyente, privándose a la burguesía del derecho de sufragio.
 
Línea 347:
Kautsky ha caído en una situación particularmente ridícula, porque repite el argumento de Mártov ¡sin ver que Mártov apoya este argumento en otro que Kautsky no emplea! Mártov dice (y Kautsky lo repite) que Rusia no está todavía madura para el socialismo, de lo cual se deduce naturalmente que es aún temprano para convertir los Soviets, de órganos de lucha, en organizaciones de Estado (léase: lo oportuno es transformar los Soviets, con ayuda de los jefes mencheviques, en órganos de subordinación de los obreros a la burguesía imperialista). Ahora bien, Kautsky no puede decir abiertamente que Europa no está madura para el socialismo. En 1909, cuando aún no era un renegado, escribió que no había que tener miedo de una revolución prematura, que sería traidor quien renunciara a la revolución por miedo a la derrota. Kautsky no se atreve a retractarse francamente. Y resulta un absurdo que descubre por entero toda la necedad y la cobardía del pequeñoburgués: por una parte, Europa está madura para el socialismo y va a las batallas decisivas entre el trabajo y el capital; pero, por otra parte, la organización de combate (es decir, la organización que se está formando, desarrollando y afianzando en la lucha), la organización del proletariado, vanguardia, organizador y jefe de los oprimidos, ¡no se debe convertir en organización de Estado!
 
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Desde el punto de vista práctico de la política, la idea de que los Soviets son necesarios como organización de combate, pero no deben convertirse en organizaciones de Estado, es todavía infinitamente más absurda que desde el punto de vista teórico. Incluso en tiempos de paz, sin situación revolucionaria, la lucha entre las masas obreras y los capitalistas, por ejemplo, la huelga de masas, origina en ambas partes formidable irritación, extremo ardor en el combate, constantes manifestaciones de la burguesía en el sentido de que ella es y quiere seguir siendo "el ama de su casa", etc. Y en tiempos de revolución, cuando la vida política está en efervescencia, una organización como los Soviets, que comprende a todos los obreros de todas las ramas de industria, y también a todos los soldados y a todos los campesinos pobres y trabajadores, es una organización que por sí misma, por la marcha del combate, por la simple "lógica" de la ofensiva y de la defensiva, llega necesariamente a plantear el problema en forma tajante. Querer tomar una posición neutra, "conciliar" al proletariado con la burguesía, es una necedad condenada a un fracaso lastimoso: esto fue lo que sucedió en Rusia con las prédicas de Mártov y otros mencheviques; esto es lo que inevitablemente sucederá en Alemania y en otros países si los Soviets se desarrollan bastante ampliamente, si llegan a unirse y a afianzarse. Decir a los Soviets que luchen, pero que no tomen todo el Poder del Estado en sus manos, que no se transformen en organizaciones de Estado, equivale a predicar la colaboración de clases y la "paz social" entre el proletariado y la burguesía. Es ridículo pensar siquiera que, en una lucha encarnizada, semejante posición pueda conducir a algo que no sea una vergonzosa derrota. El eterno destino de Kautsky es nadar entre dos aguas. Hace como si en teoría no estuviera de acuerdo en nada con los oportunistas, pero de hecho está de acuerdo con ellos, en todo lo esencial (o sea, en todo lo que concierne a la revolución), en la práctica.
 
Línea 495:
Y ahora Agnes la hacendosa ha resucitado en la persona del "pequeño patrono con un solo oficial, que vive y siente como un verdadero proletario". Los malvados bolcheviques se portan mal con él, le privan del derecho a votar. Verdad es que "cada asamblea de electores", según dice el mismo Kautsky, puede en la República Soviética admitir a un pobre artesano relacionado, por ejemplo, con una fábrica, si por excepción no es un explotador, si en realidad "vive y siente como un verdadero proletario". ¿Pero puede uno fiarse del conocimiento de la vida, del sentido de justicia de una asamblea de simples obreros de una fábrica, mal organizados y que proceden (¡horror!) sin estatutos? ¿No está claro acaso que vale más conceder derechos electorales a todos los explotadores, a todos los que emptean obreros asalariados, que correr el riesgo de que los trabajadores traten mal a Agnes la hacendosa y al "artesano que vive y siente como un proletario"?
 
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Dejemos a los despreciables canallas de la apostasía, alentados por los aplausos de los burgueses y de los socialchovinistas<ref>Acabo de leer en el editorial de la Gaceta de Francfort del 22 de octubre de 1918 (núm. 293) un resumen entusiasta del folleto de Kautsky. El periódico de los bolsistas está encantado. ¿Cómo no? Y un camarada de Berlín me escribe que Vorwärts, el periódico de los Scheidemann ha declarado en un artículo especial que suscribe casi todas las líneas de Kautsky. ¡Le felicitamos y le felicitamos!</ref>, que vilipendien nuestra Constitución soviética porque priva a los explotadores del derecho de votar. Tanto mejor, porque así se hará más rápida y profunda la escisión entre los obreros revolucionarios de Europa y los Scheidemann y Kautsky, Renaudel y Longuet, Henderson, y Ramsay MacDonald, los viejos jefes y viejos traidores del socialismo.
 
Línea 504:
"Casi no se conoce aquí el opúsculo de Kautsky", me ha escrito desde Berlín uno de estos días (hoy estamos a 30 de octubre) un camarada bien informado. Yo aconsejaría a nuestros embajadores en Alemania y Suiza que no escatimaran recursos para comprar este libro y distribuirlo gratis entre los obreros conscientes, para enterrar en el fango a la socialdemocracia "europea" -- léase imperialista y reformista --, esa socialdemocracia que desde hace tiempo es un "cadáver en descomposición".
 
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Al final de su libro, en las páginas 61 y 63, el señor Kautsky deplora amargamente que "la nueva teoría" (que es como llama al bolchevismo, temiendo abordar el análisis que Marx y Engels hicieron de la Comuna de París) "encuentre partidarios incluso en viejas democracias como Suiza". "Es incomprensible", para Kautsky, "que acepten esta teoría los socialdemócratas alemanes".
 
Línea 710:
En un problema político y teórico de la mayor trascendencia, Kautsky lo ha confundido todo, y en la práctica ha demostrado ser un simple lacayo de la burguesía que clama contra la dictadura del proletariado.
 
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Idéntica o mayor es la confusión que Kautsky ha armado en otro problema de capital interés e importancia: el de si ha sido bien planteada en principio y luego convenientemente llevada a la práctica la labor legislativa de la República Soviética en cuanto a la transformación agraria, transformación socialista dificilísima y de máxima importancia al mismo tiempo. Le quedaríamos infinitamente agradecidos a todo marxista del occidente de Europa que, después de leer aunque sólo fuera los documentos más importantes, hiciera la crítica de nuestra política, porque de este modo nos ayudaría extraordinariamente y ayudaría a la revolución que está madurando en todo el mundo. Pero en lugar de crítica, Kautsky nos ofrece una confusión teórica increíble, que convierte el marxismo en liberalismo, y que de hecho es un conjunto de invectivas pequeñoburguesas, vacías y venenosas, contra los bolcheviques. Que el lector juzgue:
 
Línea 837:
En resumen: Kautsky nos ofrece, teóricamente, una confusión increíble, apartándose por completo del marxismo; en la práctica vemos su servilismo ante la burguesía y el reformismo burgués. ¡Buena crítica, en verdad!
 
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Su "análisis económico" de la industria lo inicia Kautsky con el magnífico razonamiento siguiente:
 
Línea 868:
Los demócratas constitucionalistas nos tienen acostumbrados a semejantes razonamientos. Todos los lacayos de la burguesía siguen razonando en Rusia así: Dadnos, dicen, a los nueve meses, el bienestar general, después de cuatro años de una guerra destructora, con una ayuda múltiple del capital extranjero a la burguesía de Rusia, para que ésta siga el sabotaje y las insurrecciones. En la práctica no queda absolutamente ninguna diferencia, ni asomo de diferencia entre Kautsky y el burgués contrarrevolucionario. Discursos melosos, disfrazados de "socialismo", repiten lo que brutalmente, sin ambages ni adornos, dicen en Rusia las gentes de Kornílov, de Dútov y de Krasnov.
 
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Las líneas que preceden fueron escritas el 9 de noviembre de 1918. El 9 por la noche han llegado de Alemania noticias que anuncian el comienzo victorioso de la revolución, primero en Kiel y otras ciudades del norte y del litoral, donde el Poder ha pasado a manos de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, y luego en Berlín, donde también ha pasado el Poder a manos de un Soviet.