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LOS DESEOS RIDÍCULOS.


Erase un pobre leñador, tan cansado de su vida que, segun se cuenta, tenia de morirse deseos, porque en ningun de los agradables que habia alimentado se vió complacido. Cierto dia fuése al bosque, y como era en él costumbre, comenzó á quejarse de su suerte, cuando se le apareció Júpiter con el rayo en la mano. Grande fué el espanto del leñador, quien arrojándose al suelo, murmuró:

—Nada quiero; nada deseo.

—No temas, le dijo Júpiter. Tantas son tus quejas que quiero convencerte de su falta de fundamento. No olvides mis palabras: verás realizados tus tres primeros deseos, sea lo que fuere lo que desees. Elige lo que pueda hacerte dichoso y dejarte com-