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Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojóse encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres dias que no habia comido. Luego cerró la puerta y fué á acostarse en la cama de la abuela, esperando á Caperucita roja, la que algun tiempo despues llamó á la puerta: ¡pam! ¡pam!

—¿Quién vá?

Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:

—Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envia mi madre.

El lobo gritó procurando endulzar la voz:

—Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió.

Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta.

Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente á acostar conmigo.

Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fué su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:

—Abuelita, teneis los brazos muy largos.

—Así te abrazaré mejor, hija mia.

—Abuelita, teneis las piernas muy largas.

—Así correré más, hija mia.

—Abuelita, teneis las orejas muy grandes.

—Así te oiré mejor, hija mia.

—Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.

—Así te veré mejor, hija mia.