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CAPÍTULO XXVIII.

falo, y en cuanto empezó á comer le acostumbré á la cincha y silla de montar que habia servido al búfalo su padre. Como le destinaba para montar, era preciso adiestrarle en el picadero; pensé al principio encargarme de ello, pero reflexionando que Franz no tenia como sus hermanos un animal que cuidar, siendo este su compañero y favorito, y no queriendo que se afeminase permaneciendo siempre pegado á las faldas de su madre como hasta entónces, le pregunté un dia si se atreveria á adiestrar al ternero que llegaria á ser toro valiente.

—¿Qué te parece? le dije, ¿te crees capaz de educar al ternero?

Se enardeció el niño al oir estas palabras, brillando en sus ojos la alegría.

—¡Y tanto como me creo! respondió. ¡Déjelo V. por mi cuenta, papá! ¿No me ha contado V. la historia de un hombre que creo se llamaba Milon [1], quien comenzó diariamente á cargarse á las espaldas un ternero recien nacido, y repitiendo la operacion por espacio de años, cobró tal fuerza con ese ejercicio que llegó á cargárselo cuando llegó á toro? Además, prosiguió el niño entusiasmado, aunque pequeño, yo haré que me obedezca mi discípulo, tratándole con cariño, y así alcanzaré que me quiera y esté pronto á mi voz como el onagro de Ernesto. Será lo mismo que un caballo y cabalgaré en él como Santiago sobre el búfalo.

Desde este momento quedó convenido que Franz se encargase de la educacion del ternero. Le preguntábamos qué nombre trataba de darle, y eligió el de Broum, por analogía á su terrible mugido. Santiago aprovechó la coyuntura para que se sancionase el de Sturm (tempestad), con que denominó despues al búfalo.

Franz comenzó al punto su tarea con el nuevo discípulo: él era quien le daba de comer, le limpiaba y guiaba atado con una cuerda, reservándole siempre la mitad del pan que le tocaba; le prodigó tantas atenciones y cuidados que el animal reconocido le seguia por do quiera como un cordero.

Aun faltaban dos meses para las lluvias del invierno, los que se emplearon en adornar, embellecer y hacer cómoda y agradable la gruta de la sal. Los tablones del buque nos sirvieron para los tabiques que dividian las habitaciones, cuyo pavimento cubrímos con mezcla de barro y yeso para que resultase una costra fuerte y lustrosa, y para que se conservara limpia y aseada, y para las alcobas y gabinete de estudio se construyeron con lienzo engomado unas alfombrillas, imitando al fieltro, para abrigar los piés.

De esta suerte la gruta de dia en dia tomaba mejor aspecto, adelantando siempre en el sendero de la civilizacion. ¡Separados completamente de la socie-

  1. Milon de Crotona, célebre atleta de la antigüedad, floreció cerca de seis siglos ántes de j. c., del cual se cuenta lo que aquí cita el autor, y otras proezas maravillosas dignas de un Hércules, tanto que llegó el caso de no presentarse antagonista alguno á luchar con él. Se fija su muerte por el año 300 ántes de j. c. (Nota del Trad)