Diferencia entre revisiones de «Los strigoi»

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Línea 283:
A menudo parte cavalgando en noches soberbias con luna,
Y, cuando regresa, sus ojos brillan de alegría,
Hasta que un estremecimiento de muerte lo sobrecoge en la mañana. </Poem>
 
¿ Arald, qué significa tu traje negro
Y tu cara blanca como cera, sin cambiar ?
¿ Qúe te pasa, desde cuando llevas una mancha en tu pecho
Y te gustan antorchas de muerte, canciones sombrías ?
¡ Arald ! si mi mirada no me engaña, ¡ tú estás muerto !
 
Hoy también él salta sobre su caballo árabe,
Y su camino, como el de una flecha, lo lleva al desierto
Que bajo la luna llena brilla plateado -
Él ve en la lejanía a su soberbia María,
Y el viento suena en los bosques con voz tierna y débil.
 
En su pelo de oro, rubíes ardientes,
Y en sus ojos se junta la luz del santo mar -
Se encuentran prontamente, se juntan cabalgando,
Y uno hacia el otro se inclinan en caricias -
''Pero sus labios rojos parecían sangrantes''.
 
Ellos pasan como la tormenta con alas sin número,
Porque sus caballos corren, espumajeando,
Hablan sobre su amor - amor sin moderación -
Ella se dejaba dulce y pesadamente sobre su brazo
Apoyando su cabeza rubia sobre su hombro.
 
- ¿ Arald, no quieres sobre mi pecho apoyar tu frente ?
Tú, dios con ojos negros... ¡ Oh ! qué ojos hermosos tienes...
Déjame encadenar tu cuello con mi pelo rubio...
Mi vida, mi juventud convertiste en paraíso -
¡ Déjame mirar en tus ojos mortiferamente dulces !
 
De olores adormecientes está cargado el aire,
Porque el viento recogió montones de flores de tila,
Y les puso en el camino de la reina danubiana,
A través de las hojas suenan sus suspiros suaves,
Cuando las bocas sedientes se juntan en besos.
 
Como ellos andando juntos peleaban y se preguntaban,
No veían en el fondo de la noche una sombra de rojura,
Pero sentían que por sus almas pasó un estremecimiento frío,
Por la amarillez de la muerte sus caras parecen pálidas...
Ellos sienten que sus hablas se vuelven cada vez más débiles.
 
- ¡ Arald ! gritó la princesa - déjame esconder mi cara,
¿ No oyes en la lejanía al gallo enronquecido ?
Un horizonte de luz aparece al este,
Heriendo la vida efímera de mi pecho...
Los rayos rojos del día entran en mi corazón.
 
Arald quedó inmóvil sobre su caballo - una encina -
Tejidos son los ojos por la voz eterna de la muerte,
Corren los caballos asustados y empujados por el viento,
Como sombras transparentes salidas del infierno
Vuelan... El viento gime amargamente por los bosques.
 
Vuelan como una tormenta, pasan aguas sin puentes,
Delante de ellos se levantan fuertemente los viejos montes,
Ellos pasan rápidamente ríos enfurecidos,
Las coronas brillan sobre sus frentes,
Delante de ellos se mueven los bosques de abeto.
 
Desde su trono de piedra el viejo sacerdote ve
Y en los vientos levanta su honda voz de cobre,
Para parar al sol llama de nuevo a la noche,
Da vuelo a las tormentas, para deshacer la tierra...
¡ Tarde ! ¡ porque la luz del día aparece en toda su gloria !
 
El viento comienza su hondo canto doloroso,
Ellos llegan juntos petrificados sobre sus caballos,
Con las cejas caídas sobre los ojos tejidos -
Eran hermosos y así ennoviados por la muerte -
En dos lados el templo abrió sus portales.
 
Ellos entran cabalgando y las puertas vuelven a cerrarse;
Para siempre perecieron en la noche de la grandiosa tumba,
Con sonidos sombríos entra un canto en la cripta,
Plañiendo a la princesa con cara hermosa y santa,
Y a Arald, el niño rey de los bosques de abeto.
 
El viejo baja su ceja y vuelve a quedarse ciego,
Sus viejas piernas se juntan de nuevo con la piedra,
El cuenta en su mente y añade a sus años,
Como un cuento olvidado Arald suena en su cabeza,
Y sobre él vuelan un cuervo blanco y un cuervo negro.
 
Sobre su trono de piedra queda recto y petrificado,
Con su escayola vieja el sacerdote pagano,
Y siglos adelante queda olvidado y anciano,
En sus cabellos crece el musgo y musgo sobre su seno,
Su barba llega hasta la tierra y sus cejas hasta su pecho. </Poem>
 
 
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