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—Yo no envidio á Creso su dorado carro; mi fama por su misma pequeñez escapa á la lengua de Zoilo; y en cuanto á mi amada, nunca, nunca la mas ligera sombra, la mas.....

—¡Ya! ¡Ya caigo! ¿Donde tenia yo la cabeza? Sin duda ha inventado V. tambien alguna nueva reorganizacion social: pues, «sistema F*»..... Quiere V. una sociedad aun mas perfecta que la de Esparta y para conseguirlo trata V. de prohibir severamente la moneda: ¿no es esto? ¡Magnífico! Y lo que tal vez le embaraza á V. algo, es como podrá V. decidir á sus adeptos á que vacien la bolsa. Que quiere V., este es el gran escollo de todos los reformadores. No hay uno, uno solo, que no se comprometa á hacer mil y mil maravillas, con tal que desaparezcan antes todos los obstáculos, y que la humanidad entera consienta en dejarse modelar como cera blanda; pero esta pícara humanidad terca que terca en no dejarse manejar como cera. Ella escucha, eso si: aplaude ó silva, tambien; pero..... pero sigue como antes.

—Gracias al cielo todavia resisto á esta manía del siglo. En lugar de inventar leyes sociales, me contento con estudiar las que Dios ha querido darnos y tengo la dicha de que me parezcan admirables en su desarrollo progresivo. Por esto precisamente repito: ¡Maldito dinero! ¡maldito dinero!

—¿Entonces es V. prudhoniano? ¡Bah! Si es asi con poco trabajo puede V. quedar satisfecho; tire V. su bolsillo al Sena, cuidando antes de sacar cien sueldos, y con ellos compra V. una accion del Banco del pueblo.

—Cuando maldigo el dinero, figurese V. si anatematizaré menos su mentiroso signo!

Pues señor, ya no me queda mas que una hipótesis que hacer: es V. un nuevo Diógenes y todas