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{{encabezado|Una nueva matanza|[[Lenin|Vladímir Ilich Uliánov "Lenin"]]|'''Escrito a inicios de junio de 1901.'''
|título=Una nueva matanza
|autor=[[Lenin|Vladímir Ilich Uliánov "Lenin"]]
|notas='''Escrito a inicios de junio de 1901.'''
'''Primera publicación: Iskra, núm. 5, junio de 1901.'''
'''Fuente: Obras Completas, Editorial Akal, tomo IV, página 22.'''}}
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Por lo visto, estamos atravesando un momento en que nuestro movimiento obrero conduce de nuevo con fuerza incontenible a choques agudos que tanto asustan al gobierno y a las clases poseedoras y que tanto alientan y alegran a los socialistas. Sí, estos choques nos alientan y nos alegran, a pesar del enorme número de víctimas de la represión armada, porque la clase obrera demuestra con su resistencia que no se resigna con su situación, no quiere seguir siendo esclava, no se somete en silencio a la violencia y a la arbitrariedad. El régimen contemporáneo impone siempre y de manera inevitable a la clase obrera, aun con la más pacífica marcha de las cosas, sacrificios sin cuento. Miles y decenas de miles de hombres que trabajan toda su vida para crear riquezas ajenas, perecen a causa del hambre y de la inanición constantes, mueren prematuramente por efecto de las enfermedades debidas a las insoportables condiciones de trabajo, a las viviendas miserables y a la falta de descanso. Merece cien veces el nombre de héroe quien prefiere sucumbir en la lucha abierta contra los defensores y guardianes de este régimen abominable, a perecer de muerte lenta como una bestia de carga sumida en el embrutecimiento, extenuada y sumisa. No queremos decir de ningún modo que el combate cuerpo a cuerpo con la policía sea la mejor forma de lucha. Al contrario, siempre hemos indicado a los obreros que lo que debe interesarles es hacer que la lucha sea más serena y consecuente, esforzarse por orientar todo descontento hacia el apoyo a la lucha organizada del partido revolucionario. Pero la fuente principal que nutre a la socialdemocraeia revolucionaria es, justamente, ese espíritu de protesta de las masas obreras que, dada la opresión y la violencia que rodea a los obreros, no puede por menos de desembocar de vez en cuando en explosiones desesperadas. Estas explosiones despiertan a la vida concíente a las capas más extensas de obreros atenazados por la miseria y la ignorancia, propagan entre ellos el espíritu de un odio sagrado a los opresores y a los enemigos de la libertad. Por eso, la noticia de una matanza como la que tuvo lugar, por ejemplo, el 7 de mayo en la fábrica de Obújov, nos obliga a exclamar: "¡La insurrección obrera ha sido reprimida, viva la insurrección obrera!"