Diferencia entre revisiones de «Mendizábal/XIII»

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|título=[[Mendizábal]] : 13
|autor=[[Benito Pérez Galdós]]
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<p>Al quedarse solo, Mendiz&aacute;bal escribi&oacute; una carta de cuatro pliegos a C&oacute;rdoba, General en Jefe del ej&eacute;rcito del Norte. Con nerviosa mano, sin cuidarse de la estructura gramatical, trazaba los conceptos, en algunos puntos ampulosos, pedestres en otros, fiel imagen de su pensamiento, que empezaba a ser desordenado y vacilante por el cansancio de la tremenda lucha. Anhelaba mostrarse amigo del que en su mano ten&iacute;a la mayor fuerza existente en Espa&ntilde;a, estar en su gracia, pues tomado el pulso al pa&iacute;s y a la raza, si mucho tem&iacute;a D. Juan del paisanaje de levita y chaqueta, m&aacute;s tem&iacute;a de la tropa... Aunque aplicar quiso toda su atenci&oacute;n a la escritura, no lo lograba: el pensamiento se divid&iacute;a, fluctuaba, y dejando a la pluma formular con incorrecta sintaxis los conceptos epistolares, se escabull&iacute;a por otros espacios. Trajo el ministro a su imaginaci&oacute;n la historia de los &uacute;ltimos a&ntilde;os, desde el 14, y ve&iacute;a las trifulcas, los sangrientos y b&aacute;rbaros motines, las sediciones militares, siniestro brazo de la idea disolvente, ya se llamase liberal, ya realista... Con estas im&aacute;genes se confund&iacute;a en su mente otra, que como un espectro familiar de continuo se le presentaba. Era su promesa de terminar la guerra civil en seis meses. &iexcl;Lucido quedar&iacute;a si no la cumpl&iacute;a; si el ej&eacute;rcito cristino, reforzado pronto con los cien mil hombres de la quinta, no lograba sofocar la facci&oacute;n y restablecer la anhelada paz! Su ensue&ntilde;o era C&oacute;rdoba, el caudillo denodado y caballeresco, y en medio de aquel traj&iacute;n electoral, anuncio de las trapisondas parlamentarias y pol&iacute;ticas que hab&iacute;an de sobrevenir con la apertura de los Estamentos, volv&iacute;a D. Juan &Aacute;lvarez sus inquietos ojos al Norte, mirando a lo que era su temor y su esperanza. Si el General no le ayudaba, su empresa de salvaci&oacute;n nacional fallar&iacute;a sin remedio. Y para que C&oacute;rdoba coadyuvase a la gran obra, era preciso que venciera, o por lo menos que con rudos achuchones quebrantase a los carlistas; y para esto era indispensable enviarle recursos en hombres y dinero. La carta, en su difuso estilo, plagada de noticias de ac&aacute; y de all&aacute;, de referencias diplom&aacute;ticas y de rumores de intrigas, vino a parar en positivas promesas. &laquo;Dentro de quince d&iacute;as le mandar&eacute; a usted mill&oacute;n y medio. El mes pr&oacute;ximo podr&eacute; mandarle otro tanto, y si puedo m&aacute;s, m&aacute;s&raquo;. Habl&aacute;bale de remesas de vestuario y calzado, de arreglo de hospitales. Expon&iacute;a tambi&eacute;n planes estrat&eacute;gicos que a &eacute;l se le ocurr&iacute;an. &laquo;Respetando su iniciativa, le dir&eacute; que si usted lograra ocupar el Bazt&aacute;n con quince mil hombres, podr&iacute;a atacar a los facciosos por retaguardia... Eso usted ver&aacute;...&raquo;.</p>